— ¿¡Cómo mierda...!? — exclamó Aaron sosteniendo una extraña mezcla en su rostro de incredulidad, miedo y fascinación. También mostraba indicios de querer reír pero sería una risita nerviosa.
Bueno, no pongamos tanto drama. En realidad, ¿Qué tiene de raro que una chica queme la comida? Exacto: nada.
Dylan sólo es una chica de diecisiete años que quemó la comida y ya. No hay necesidad de parar las prensas y hacer un documental transmitido por History Channel.
— ¡¿Viste lo mismo que yo?! —El chico movía las manos por todos los aires emocionado— ¡¿Lo viste, Dylan?! ¡Quemaste la puta comida!
Ah, claro. Ese detalle: quemó la comida por el fuego producido por sus manos.
Literalmente.
Si bien mi antes expuesto punto parecía normal, ahora les debo una disculpa ya que eso... no era normal. Es más, se encontraba a kilómetros de serlo.
— ¡Dios mío, Dios mío, no de nuevo! —repitió Dylan acuclillada cerca de las cenizas— ¿¡Ahora sí me crees!?
— ¡Está hecho cenizas!
— ¿¡No me digas!?—gritó, luego pasó las manos por su cabello y las quita de inmediato al recordar de provino el fuego— ¿Cómo es que sigo viva? ¡Mira, Aaron! —Le tiende sus manos para que las tocara pero él retrocede enseguida— ¡Vamos! Están frías, te lo prometo... ¿Lo ves? Son normales, no entiendo que ocurrió...
— ¿Ahora qué comeremos? —se quejó Aaron en broma.
— ¡Eres un imbécil!—gritó de nuevo. Ella no estaba para bromas.
Los ojos de Dylan recayeron sobre las hornillas de carne y hueso, para observar con detenimiento sus palmas, sus nudillos, sus uñas, incluso las yemas de sus dedos, a su criterio y al de Aaron: se veían normales...
—¿Tú crees que sea un virus? Algo así como cuando te pica un mosquito, o el cambio de clima ¿Tú crees, Aaron?
— ¡Tú deberías saber qué diablos pasó! —Aaron se cruzó de brazos y muy serio dijo— Y esa idea es estúpida hasta para mí.
Dylan nuevamente suspiró. Sus pensamientos se aglomeraron, dio unos pasos alcanzándose el lavamanos, abrió el grifo y mojó sus hornillas humanas. Cuando el agua humedeció su piel, esta sonó igual a una fogata apagándose, solo que más bajo y vapor mínimo, lo extraño es que lucían y se sentían como si nada.
«Esto no pasó, esto no pasó» se repitió tratando de encontrar cordura en aquella cabecita loca, aunque en el fondo sabía que eso no era una imaginación, Aaron lo vio y ella fue la del fuego... no fue fantasía. Ni menos una alucinación.
Ocurrió efectivamente.
Olvidando las leyes físicas que probarían que eso era falso, le pasó, eso carecía de explicación racional. O al menos, ella no podía dársele a sí misma.
— Será mejor que vayas arriba —sugirió su hermano acercándose por detrás, poniendo una mano sobre su hombro cuidadosamente, temiendo que ella saque el lanzallamas y lo incinere igual que al pollo— Ve a dormir, mañana es primer día de clases.
—¿Viste lo mismo que yo, no es cierto? —Su voz era exasperante, se notaba como estaba a punto de llorar—. No pienso ir. ¿Y si quemo el colegio entero, o la tarea, o me hago carbón? ¡Cuando te dije por primera vez lo que me pasó no me creíste! ¿Lo estás viendo ahora? No quiero que pase esto otra vez... ¡Ni si quiera se cuándo pasará! ¡Soy un peligro!
Su hermano le da unas palmaditas.
—Dylan, te creo siempre que me cuentas algo sobre ti. Pero ahora solo confía en mí, a ciegas, como yo lo hago. Cálmate. Ve y échate agua encima... Hielo si quieres, y trata de dormir. Lo que sea que haya pasado no volverá a pasar...
— ¿Y cómo lo sabes? —le interrumpe quebrantándose su voz— ¡Ni siquiera sé que es lo que hice mucho menos tú!
— Escucha —Se acerca un poco y baja la voz— No voy a dejar que algo como esto impida que vayas a clases ¿sabes por qué, no?
Ella sabía eso.
El trabajo de su tío los movía de un extremo del país a otro, habían pasado por numerosos colegios pero no duraba más de un ciclo escolar antes de cambiar nuevamente de residencia. Sin embargo, a Milo, su tío, le ofrecieron un trabajo con un contrato fijo por 2 años en la ciudad de Saint Andrews; y no solo eso, dicha empresa otorgaba becas de hasta 90% a los hijos de los trabajadores en cualquiera de los colegios de la ciudad, siempre y cuando sean destacados estudiantes.
Antes de mudarse, Dylan y Aaron ya eran destacados estudiantes, ella sobresalía en casi todas las materias y él era una estrella del cricket y el futbol aunque sus notas también eran muy buenas.
Cuando su tío entró a trabajar (hacía ya dos meses) habían alquilado un modesto apartamento en shorehead frente al río Kinness Burn. Ya instalados, indagaron sobre los colegios y no dudaron dos veces en querer entrar al Saint Leonards School, un colegio privado y uno de los mejores de Reino Unido, y con gran prestigio como para asegurarles un futuro universitario. Pero también sumamente costoso. Rindieron unas pruebas muy duras, presentaron documentos y se les otorgó una beca del 75% a Aaron y el 90% a Dylan. Su tío no tuvo inconvenientes en aceptar pagar, y ellos no pudieron estar más felices.
Por ese esfuerzo, y aunque no lo cuente de manera trágica, no podían faltar.
Pero, retomando el suceso ¿Cómo podía asistir a clases de esta manera? Y no es porque un grano haya aparecido en la punta de su nariz, era algo todavía peor e inexplicable: sacar fuego de las manos.
—Ve a descansar —sugiere Aaron nuevamente—. Yo limpio todo.
—No creo que pueda dormir...
—Diddy, desde el incidente con la chimenea ha pasado un año. Si pasa de nuevo, seguro será el próximo año ¿De acuerdo? Ve a descansar, por favor.