Almas- Primera Parte Finalizada (saga Animarum)

Capítulo 14

 

Penúltimo capítulo de 3 partes del libro :3 Por favor comenten.

Canciones: 

Lana Del Rey - Born To Die

Radiohead, "Creep"

 

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Lo gracioso de todo el asunto es que ella jamás lo aceptó en Instagram y no planeaba hacerlo. No tenía nada en su perfil que a un chico como él le pudiese interesar, era como la mayoría de perfiles: sin estilo, con fotos de paisajes, comida, animales, y uno que otro con amigos.
Desee las cinco de la mañana no pegaba un ojo. Toda la noche su cabeza dio vueltas con pensamientos desorganizados sobre todo tipo de temas, al punto de sentir que en cualquier momento enloquecería. A pesar de todo, logró sacar una conclusión. 
Mientras Aaron bajaba por las escaleras a por el desayuno, Dylan lo esperaba en silencio. Desde el primer momento él la notó con una distante actitud la cual justificó con falta de sueño. Aaron entonces le contó un problema similar, tuvo sueños que definió como extraños. 
—Son como escenas —dice—. Eran personas que decían que debías irte. Y luego, un millonario nos ofreció dinero... Creo que tu amigo Aiden estaba también. Ahora no lo recuerdo. 
Seguido hizo un gesto de dolor de cabeza. 
Se suponía que debieron borrarle aquel recuerdo, ¿Cómo es que aún tiene fragmentos? 
—No fue un sueño —Habla Dylan. Aaron para de comer y levanta una ceja junto una mueca divertida—. Hace tiempo te conté sobre mí y que saco fuego. 
Aaron parece divertido.     
—Lo recuero—responde—. No quisiste admitir que quemaste el pollo e inventaste esa loca historia. 
Se ríe. 
—Ya olvídalo, no fue para tanto. 
— ¿No fue para tanto? —Se levantó de golpe poniendo las dos manos sobre el mesón—. Se lo que vi, Aaron no estoy loca. 
—Entonces enséñame. 
Y Dylan volvió a sentarse. 
Que rabia le daba. Sin embargo su rabia no era suficiente como para encender su maldita mano. Jamás pasaba cuando ella quería. Sólo pasaba. 
—Dylan, no sé si intentas asustarme o... 
—Aaron —le corta, ya más tranquila—. Tengo miedo. Esto no es una broma, te lo juro. 
Insistió casi con lágrimas en sus ojos sobre la realidad de ese sueño. Esas personas eran reales y le estaban mintiendo. 
—Ellos insisten en que te lo dirán pero ayer te borraron la memoria. 
Dylan ya no podía más, se acostó sobre la barra a llorar. 
Fue cuando su hermano cruzó el mesón para abrazarla mientras continuaba llorando desgarradoramente. 
A sollozos le repetía que era cierto, necesitaba creerle y que debían largarse de este lugar lo más pronto posible. No podían hacerlo, y no podían usar esa tarjeta para pagar sus vuelos. A donde vayan ellos lo sabrían. 
Solo les quedaba desaparecer. 
—Dy, no entiendo por qué de pronto te quieres ir. 
Cuando logró calmarse, lo miró a los ojos y vio en ellos la mirada de su madre. Se veía preocupado por ella y también confundido. 
Ella no sabía cómo hacer esto. 
— ¿Recuerdas —comienza a decir, aún sonando su nariz del llanto—. Que papá trabajaba con Milo y siempre lo llamaba de otra forma? 
—Sí. —Duda pero dice—: Valentino. Estoy casi seguro que era Valentino, del apellido no tengo idea. 
— ¿Y no tienes idea de por qué firmaba con otro nombre? 
Aaron niega con la cabeza. Con sus manos le seca el rostro. 
—Milo es el que debería saber sobre eso ¿no? 
—Ni siquiera hemos hablado de nuestra relación familiar —Se ríe saboreando el amargo de sus palabras—. No puedo decirle. Si lo hago... Honestamente no sé cómo lo tomaría. Solo mírate, ni siquiera tú me crees. 
Dicho esto último, se apartó de él. 
Aaron le alcanza un vaso con agua y se devuelve a su asiento frente a ella. Ya no con esa sonrisa de incrédula burla, sino con una escucha atenta. 
—Creo que nuestros padres sabían sobre mí, y por eso siempre viajábamos, por eso continuamos viajando con Milo. 
—Es extraño —dice Aaron—. Siempre creí que ocultaban algo, pero mi infancia es algo borrosa. Ni siquiera recuerdo el accidente. Sólo me desperté en ese hospital, Milo tenía el reloj y supe que estaríamos bien. 
Por un segundo se quedaron callados ante ese recuerdo. 
—Papá siempre decía que —Aquel pensamiento no estaba tan bien ordenado que le tomó más concretarlo—. Que los intereses del hombre cambian tanto como para confiar siempre. 
—Y mi mamá nos repetía que jamás confiáramos en gente oveja. 
¿Gente oveja? Aquellas personas que pretendían ser buenas pero realmente eran lobos con piel de ovejas lista a comer hasta el último de tu ser. Siempre se preguntó por qué lo repetía tanto, por qué les fomentaban tanta desconfianza en esas personas que parecen buenas pero que realmente no lo son. 
Y lo peor es que no había manera de saberlo. 
Todo eso cobraba sentido ahora. 
No podría decir que su infancia fue diferente a la del resto exceptuando ese aspecto sobre las constantes charlas sobre no confiar en gente oveja, hasta los 6 años que fue cuando pasó el accidente. 
Pero con Milo eso solo desapareció. Al no pasar tanto tiempo, se enfrentaron solos, él no lo repetía tanto como sus padres, solo intentó ser un buen padre sustituto y ya. 
—¿Tú crees que Milo sepa? 
—A lo mejor —responde Aaron—. El debería creerte. 
—O pensar que tengo algún daño cerebral desde esa vez. Que por cierto —añade con ese amaro sabor de nuevo— También fue causado por esa maldición que llevo encima. 
Aaron terminó su desayuno. 
— ¿Qué casi te murieras tuvo que ver con tu historia? 
Dylan intentó contarlo lo más "no loco" posible. Debía primero partir de que Aaron aceptara su piroquinénesia, y de ahí avanzó a que tenía pesadillas, sueños, su cerebro estaba pasando por un ajuste entre la realidad, lo normal y cotidiano, a lo nuevo, lo superior que por herencia le correspondía. Su mente captaba más realidades, era más fuerte y podía controlar la energía para transformarla en fuego. Aquel accidente en su alcoba fue el pico de esa reacción a su evolución. O eso creyó. 
Omitió la parte donde el verdadero pico de su poder lo sintió cuando durmió con Blake Dankworth.
Si lo ponemos de esa manera suena muy mal. 
A todo ese relato, le sumo que podía ver al fantasma de la novia de Aiden. Pero que casualmente no aparece desde ayer. 
No hizo falta preguntarle si le creyó, él solo cerró la conversación con un: "se nos hace tarde para la escuela". 
Aaron se fue antes que Dylan, quien decidió que no estaba lista aún. Que iría caminando sola. 
No sabría decir si Aaron solo aceptó porque sí, o porque todo su historia le parecía extraña que prefirió alejarse de ella por un rato. No estaba enojado, incluso besó su frente antes de irse. Pero algo falló en ese beso. 
Ella se resignó. 
La semana se acortaba cuando los exámenes aparecían, es más, a sus amigos del instituto los vio muy poco, a más de excusarse porque literalmente había desaparecido el fin de semana; decirles que debía saltar a otra dimensión sería poco creíble, o bueno, quizás para Drew.
Aiden sí estuvo hoy, al igual que su hermana y en la mañana, después de su primera clase, y solo por ese instante, hablaron:
—Dylan, por favor, hay cosas que no sabes y me gustaría explicártelas.
— Solo dime una cosa —Se paró de frente a él en el corredor— ¿Hay un solo momento en todo el día en que alguien de ustedes no me vigilen?
Aiden se lo pensó un poco y asintió.
—Aquí eres libre, y en tu casa también, —responde— periódicamente alguien revisa la energía pero como no hemos tenido anomalías Marshall me ha pedido que te dé un poco de espacio y eso haré.
—Y porque es tu trabajo. 
—Mi trabajo no era que me gustaras, Dylan —había dicho, haciendo que su rabia interna se chocara de cara contra lo que Aiden aún le causaba—, mi trabajo nunca fue que esto se volviera tan personal. Me gustas ¿sí? —Declara casi como una orden—.  Eso de llevarte a mi casa o de casi besarnos no fue parte del trabajo, fui yo...
—Tengo que dar un examen y no quiero oírte.
En el receso cruzaron miradas pero nada realmente importante. Las clases terminaron muy rápido y no hubo inconvenientes más que otras miradas curiosas y preguntas de sus amigos acerca de la foto de ella y Blake sentados juntos. Nada, solo le ayudo con algo de química y ya, había respondido. 
En la salida se dirigió hacia donde había acordado, se paró en la puerta roja del estacionamiento dado que entre las miles que había era la única roja, tenía razón. No espero mucho hasta que vio el roll Royce frente a ella abrí la puerta y ver a su compañero pedirle que entrara.
Era la primera vez que entraba en un auto tan costoso. Incluso tenían de esos barsitos que veías en películas. 
— ¿Pensaste en ir a un lugar en particular?—preguntó apenas ella se acomodó. 
—La verdad conozco muy poco la ciudad —confiesa, acomodándose la maleta sobre las piernas—. Cualquier cosa que no tenga multitudes está bien. 
—Al Castillo y compra dos horas.
La ventana que estaba abierta separando al conductor de la parte trasera se cierra luego de que asintiera entendiendo lo que Blake haya ordenado. Dylan sentía un cosquilleo en su estómago.
— ¿Me dirás que tienen un castillo?—pregunta. 
—Es el Castillo de St. Andrews, iremos a la torre de la catedral que queda al lado, hay museos y como es lunes pensé que quizás no habría nadie, además en esta época el turismo baja. Iremos a la Torre. 
Dylan se ríe.
—¿Alquilaste una torre solo para hablar?
—Creí que querías privacidad —dice mirándola a los ojos sin entenderla—, pensé que de verdad querías algo así.
—Imagine una cafetería del centro —se sincera.
El muchacho se encoge de hombros.
Pasan unos minutos en silencio hasta que él tose con incomodidad, era extraña esa situación para ambos y lo sentían. Anoche habían bromeado y sin saberlo reído. Fue la primera muestra de tolerancia y naturalidad entre los dos. Siempre eran mensajes cortos y escuetos sin importancia, esta fue la conversación más larga por mensajes que habían tenido. 
—La gente cree que me gustas —suelta Blake mirando a la ventana.
Cuando Dylan lo observa a la espera de enojo en sus palabras solo encuentra un rostro con pronunciadas ojeras, algo despeinado pero como siempre un uniforme prolijo.
—¿Todo por estar juntos?
—Leah y yo terminamos. —suelta—. Y ese chisme se ha regado este fin de semana después de que saliera con Danielle.
—¿Y eso no te molesta? ¿Qué tu ex ya esté con otro tan rápido?
Se notaba que andaba de tan mal genio dado que eso le sacó una sonrisa de fastidio, andaba cansado.
—Me preocupa más saber qué opina Aiden sobre esto.
—Sobre... ¿Esto? —cuestiona sabiendo a lo que se refería pero negándose a aceptar otro problema en la vida.
—Aceptar que somos amigos.
Dylan exhala dramáticamente.
—No lo sé, no me ha dicho nada. Y tampoco ha mencionado la foto.
—¿No planeas inventar una excusa?
Ella solo niega con la cabeza. 
—Lo que me preocupa es —continúa ella—. Los de... —Mira a la ventana que los separaba del chófer y luego a Blake para preguntar a gesto si era seguro, lo que él responde que sí—. No se hayan detectado... "anomalías". 
Lo último solo lo gesticuló pero él entendió la palabra más no el contexto. 
A ella entonces se le ocurrió pensar. No apartó los ojos de él. 
En mi logia pueden detectar cambios energéticos fuertes, y estoy segura de que esa noche fue muy fuerte. 
Blake se acomoda en su asiento con los ojos abiertos. 
No por sus palabras sino por la claridad al entender el mismo. 
Rápido sacudió la cabeza. 
— Cerca de ahí unas torres de transmisión —explica—. Son de Internet y de otras cosas. Así que la energía de esa noche se camuflo con las de las torres. 
—Entonces... ¿Es seguro? 
—Tienes mi palabra —la tranquiliza— la única manera de saber que allí pasó algo es yendo y ver el lugar quemado que dejaste. De otra forma no hay manera de diferencias esas anomalías energéticas de otras comunes. 
Blake se pone los audífonos y recuesta la cabeza en el respaldar dejándola entender que no quería hablar más. 
Y lo hizo, en los veinte minutos que duró el viaje la mirada de Dylan se intercalaba entre el paisaje de un día soleado y nuboso, con el rostro de Blake, tan pálido y cansado pero no como cuando terminaba hacer deporte, ella conocía esa cara por su hermano. Era un rostro de no haber dormido en días. 
Por otro lado su uniforme siempre estaba limpio y hoy estaba todo tierroso. Usaba el uniforme del equipo de los Leones, un calentador azul oscuro y su camiseta blanca manchada como sus zapatos. Muy pocas veces lo había visto con su uniforme deportivo. Este le hacía lucir una espalda ancha y brazos fuertes, bastante normal. Su hermano Jesse por el contrario se notaba que trabajaba más horas en su físico.
—Te ves cansado —dice a modo de sacar plática, Blake se quita un auricular esperando a que repitiera—. Dije que te ves cansado.
El joven asistió con pena, se quitó el otro auricular y lo guardó luego de darse cuenta de que en poco llegarían.
La guió a la entrada, las rejas metálicas tenía un cartel muy elegante con la leyenda "Catedral de St. Andrew". Llegaron a la boletería, el pagó y dijo su nombre como si hubiese reservado algo. Dylan se quedaba a unos metros lejos de él porque todo le resultaba extraño, pudo notar que el dependiente que les atendió sabía quienes eran ellos y pensó si todos aquí lo sabían. Oyó también que buscaba discreción total. 
Blake la llama con la Mano para que se apurara, al entrar a la catedral pudo notar su altura, todo era barroco, en ruinas, y dentro habían lugares cercados con cuerdas para exhibir desde rocas que relataban las veces que han hecho y desechó la catedral, hasta los sellos que usaban los sacerdotes cuidados en estantes de cristal encerrados.
—Casi me siento culpable de no aprender nada. —susurró cuando le agarró el paso al joven.
—Cuando estés de turista podrás hacerlo —comenta, el guía lo escuchó y pareció reír. 
Salieron del museo al patio del mismo, tenía un amplio césped y todo olía a humedad, vio un largo muro de piedra con arcos que hacían un rectángulo enorme y le recordó a las murallas de Kinlight. Más adelante y cercado habían lápidas, y un poco más adelante la torre.
—¿Podrás subir treinta y tres metros?
Cruzaron el torniquete que había en la parte baja de la redonda torre, y dejaron atrás al guía. 
—Hubiésemos ido al centro por un café —se queja la chica.
—Es de los mejores lugares para hablar —dice tranquilo, después suelta un sonoro bostezo que retumba entre el pequeño espacio de tubo en el que estaban—. ¿Traes tu celular?
Le afirma aquello y continúan la subida sin conversar, los pasos eran los únicos sonidos, y claro, recurrentes bostezos del chico.
Así permanecieron hasta que la luz volvió cuando terminaron las escalinatas, el mar del norte frente a sus ojos brillante junto al verde y pintoresco paisaje... El castillo de St. Andrew se veía desde allí.
—Castle Sands, esa —Señala con el dedo, uno que llevaba un anillo muy sencillo—. es una pequeña playa por si algún día quieres ir.
—Realmente es muy lindo aquí arriba —se empina sobre el grueso borde para mirar hacia abajo—. Es realmente lindo. —regresa su vista al chico que ahora estaba apoyado sobre el mismo borde a su lado mirando el mar sin inmutarse—. ¿Por qué este lugar?
—No hay señal —Al tenerlo el celular en la mano confirma aquello—. Es raro, no hay nada que pueda interferir aquí arriba, sabes a lo que me refiero.
Ella asiente y regresa a disfrutar el paisaje.
—Es una ciudad vieja pero bastante linda, no es tan ruidosa, casi como vivir en el pasado.
—¿En dónde vivías antes? —pregunta Blake no interesado pero lo suficiente como para no hacerla girar los ojos de mala gana.
—En dónde no he vivido —responde con una media sonrisa—. Jamás he tenido un hogar fijo, pero siempre he vivido en ciudades muy llenas, estoy más acostumbrada al ruido de la ciudad.
—¿Eres de Nueva York?
—¿Lo dices por la foto de Instagram? —indaga Dylan con una pícara sonrisa—. No, solo viví en Brooklyn por dos años, pero somos de Ontario. 
Blake parecía sorprendido.
—No tienes aires canadienses.
Ella fuerza una sonrisa.
—Y no lo soy —suelta— nacimos allí pero jamás hemos vivido allí. Apenas nací, nos llevaron a Louisville y podría decirse que somos de ahí, vivimos seis años, luego nos cambiamos a Maryland y por último a Oklahoma. Hasta que finalmente fuimos a Brooklyn y luego aquí.
—Tiene sentido, tienes más aires americanos.
—¿A que te refieres? 
—Los americanos son desaliñados y fáciles de sorprender, como tú. 
Dylan se ríe.
—Lo tomaré porque tienes algo de verdad —Blake sonríe de lado— ¿Y tú? ¿Siempre has vivido aquí? No tienes aire escocés .
El chico suspira y niega con la cabeza.
—Nací en un hospital en Glasgow pero nos mudamos tan pronto a Londres, y viví allí gran parte de mi vida, a St. Andrews llegué como hace cinco, cuatro años. Mi padre ama el golf y resulta un respiro de todo el trabajo. Es un lugar muy tranquilo cuando estás acostumbrado a grandes ciudades. 
—¿Y San Leonards era lo que querías cuando se quedaron? 
—Definitivamente, si no era este cualquiera con puentes hacia las mejores universidades. 
—Entonces irás a ¿Harvard, Yale? —pregunta con picardía. 
Eso le sacó una pequeña mofa a Blake. 
—Seguramente, sí. Pensaba más en Brown pero claro, porqué no. ¿Tú quieres ir a Harvard? 
Dylan alza los hombros. 
—Sería un sueño la verdad. Cuando no estoy rogando por mi vida contigo o mi logia, leo mucho, estudio para los exámenes con antelación... —Suspira—. Así que... No lo sé. La escuela no se me complica pero... Ojalá pudiera entrar. Mi vida no está resuelta con una llamada de papi.—bromea. 
—Y la mía sí, supongo —inquirió.
Dylan solo se encogió de hombros nuevamente y él dejó pasar ese comentario. 
—¿Ya sabes que quieres estudiar? 
—No tengo muchas opciones: negocios, relaciones internacionales... —a Blake se le puede escapar un bostezo— Dejemos esta plática amistosa, dime ¿De que querías hablarme? 
Se acomoda un poco más cerca de ella puesto que el sol le daba directamente a la cara y le molestaba, continuó esperando a que hablara cuando esta se había tardado en una clara muestra de inseguridad. 
— ¿Podría empezar haciéndote una preguntas?—dice finalmente. 
—Acabó de subir treinta y tres metros de altura, creo que estaré dispuesto a mucho más que tus preguntas.
Dylan acomoda el cabello con nerviosismo, resopla incluso. 
—Primero quisiera que me hables de esa noche.
—Te lo dije ese mismo día, —responde cansado— cuando no controlas bien tus poderes surge una especie de sobrecarga, y sólo —Blake mueve las manos imitando lo que decía— explota. 
—Sí, pero como amanecí ahí, mi ropa... 
—Ah... —Blake carraspea—. Fue inevitable no verte. De verdad no quiero hablar sobre eso. 
—La verdad tampoco yo —corta.
—Juro que fui muy respetuoso. 
Dylan mejor corta la conversación y pasa a otro tema después de sentirse avergonzada. Imaginar que la había visto desnuda le daba náuseas. 
— ¿Recuerdas que me pediste ir a mi logia? 
El joven asiente. 
—Creo que hay una manera. 
— ¿Cuál es? —se interesa. 
—Blake... —dice mirándolo a los ojos
—¿Cómo sé que no vas a matarme? 
Y el interés de esfumó. 
—Crawford, ya hemos tenido esta charla un millón de veces —Se hostiga pero accede a contestarle— si de verdad quisiera matarte —puntualiza— tuve muchas oportunidades, el hospital, ahora mismo, también tuve la oportunidad de hacerlo esa misma noche, y no, lo que hice fue limpiarte y ponerte ropa seca, y luego, acostarte en mi cama mientras yo dormí en el piso. Eso no haría un asesino.
Luego de oírlo se le erizó la piel. Sólo aceptó esa respuesta dejando ese tema nuevamente.
—¿Y jamás has matado a alguien? 
Notó como se desacomodo de su lugar antes de decir con un tono muy seco que no, jamás había matado a alguien porque el quisiese. Repuesta que le hizo tragar saliva, pero el joven continuó con una explicación a esas muertes. 
—Pongámoslo de esta manera... De cierta forma ejecutar a criminales está bien aceptado por la sociedad ¿no es así? Pues, eso. Tengo un trabajo que consiste en limpiar basura. No te alarmes, no son tantas —completó—. Y solo en casos extremos, podremos ser malos pero no vamos por ahí asesinado a medio mundo solo porque sí.
—¿El fin justifica los medios? 
—Es cuestionable solo si el fin vale la pena, y el valor es algo que cada uno determina. Así que sí. 
Ella asiente, sigue observándolo sin estar segura que preguntar, no tenía una lista y aún si la tuviera nada le aseguraría que no estaba mintiendo.
—¿Y cuál es el valor de esto para ti?
— Tanto como para apostar mi vida, con o sin ti. Si quieres seguir, adelante, si quieres salirte, puedes hacerlo...
—¿Ya obtuviste lo que querías así que puedo salirme?
—En primer lugar ni siquiera sabes a lo que juego.
—Sí pero quiero saberlo.
—¿Por qué?
—Porque quiero jugar.
Un ligero gesto de asombro azotó el rostro del muchacho.
—¿Y tú que ganas si te dejo entrar en mi juego?
Dylan sonríe.
—Quiero la caja, también quiero el deseo —Blake se sorprendió mucho, puesto que no esperaba que ella ya hablara sobre eso—. Pero para ayudarte, quiero saber por qué la quieres como para arriesgar tu vida.
—Mi vida no vale nada, Crawford —dice, serio, mirándola y ahora mostrándole el interés que solo un accionista a punto de cerrar un trato importante daría—. No tengo nada que perder si lo que busco no es real. Si me matan a nadie le importaría...así que no tengo nada que me importe, ni siquiera mi vida.
—Quiero que me digas por qué buscas la caja —insiste. 
—También quiero el deseo —dice—. Aquellos que encuentren la caja tendrán la llave de un deseo. 
—Pero por qué quieres ese deseo? 
—Es un tema muy personal, Crawford —declara, buscando cerrar esa pregunta—. No tengo intenciones de extinguir a la humanidad ¿de acuerdo? Si no es así, puedes matarme, si hago trampa, denúnciame.
Blake suspiró cansado. 
—Por último... —dice Dylan con el mismo ánimo enervado que él— ¿Quién es el alma Damn?
El joven se pasó la mano con la cara sabiendo que era una pregunta muy peligrosa, no había que ser un genio para saber que revelar la identidad del poseedor de esa alma era traición en toda la palabra. De todas las preguntas que pensó que vendrían, esta no la esperaba. 
— ¿Por qué te lo diría? ¿Que gano yo traicionando así a los míos.
—Lo hiciste ya. Y claro que lo sabes. Eres tú —declara, sin temblarle la voz y observándolo, quien era él ahora que evitaba encararla.
— ¿Esto era lo que ibas a decir en una cafetería?
Su firmeza desapareció en un segundo, tenía razón, habría sido riesgoso.
—Se que eres tú.—insiste. 
— ¿Hay alguna manera de probarlo? —Pregunta el chico, aun mirando al mar, como si aquello fuese un tema cualquiera y así recobrando el dominio de la situación—. No puedo ser yo. Es... 
Y se detuvo. 
Nuevamente se relamió los labios, a esta altura el viento secaba mucho la boca, o quizás se secaba por los secretos que iba a revelar. Permanecieron callados por unos segundo más hasta que Dylan le dio un papel.
—Es para ti. Tampoco creo que seas esa alma, pero Luciana dijo que tomara una decisión y que no había errores... Así que esto es tuyo.
—¿Luciana? ¿Luciana Bianchi? —Había echó un gesto de disgusto, como si su broma estaba yendo demasiado lejos— ¿Ahora hablas con los muertos? 
Desenvolvió el papel, lo leyó con detención hasta que finalmente habló.
—Esto es... Es una proposición ¿lo sabias? 
—Luciana me ha pedido que no la leyera y no lo hice. Dijo que tú entenderías si eras el correcto, así que tú eres esa alma.
Él sacude la cabeza.
—Es que no puedo ser yo, mi sangre... —gruñe como si estuviese a punto de reventar del fastidio—. Mi sangre no es pura ¿de acuerdo?
—Luciana me ha dicho que no hay errores en esto. A veces el tren equivocado...
—Te lleva a la estación correcta. Muy cierto. Pero aún así, no soy esa alma. No soy yo. Para ser una de esas almas es necesario tener un linaje puro y el mío no está cerca de serlo.
—Aún así te necesito y me necesitas. Y si has entendido eso —señala el papel con el dedo —debes venir conmigo. 
El joven respiró antes de preguntarle por qué de pronto eso era así.
—Quiero ese deseo tanto como tú —declara, casi sonando firme, aunque en su interior temblaba—. Aún si no eres tú aquella alma, estamos en esto por una razón. Así que necesito escuchar tu respuesta.
—¿Ahora tú negocias conmigo? —cuestiona con ligero gusto— ¿y qué sucede si no acepto?¿Vas a matarme?
—Podría, pero no quiero iniciar una guerra. —Eso hizo que el muchacho mofara. Ella mantenía tensión en su rostro—. No necesito matarte, porque tú solo estás buscando que te maten. Así que dime tú respuesta.
—¿Tú no tienes miedo a morir?
—Tengo miedo de vivir una vida como esta. A que me mientan todo el tiempo, a que me traten como una niña inútil. Si lo fuera —dice con seriedad—, si fuera inútil e incapaz de manejar esto... 
—¿No tienes miedo de que algo le pase a tu familia? —cuestiona cortándole su discurso, como si quisiera hacerla dudar de una manera juguetona. Aunque aquello era un riesgo real.
—No pueden matarme, no soy inútil ni incapaz como me hacen creer, yo soy importante para ellos —declará creyéndose por primera vez esas palabras— Yo valgo mucho. Para ellos y para los tuyos, si muero, no gana nadie y si algo le pasará a mi familia no dejaría que ganen jamás. 
Los ojos de Blake se abren como platos, ella iba a...
—Si los tocan me pierden y conmigo la caja. —dijo. 
—Espera un momento —El rostro del joven se ilumina y a la vez frunce las cejas de la intriga— Lo que dijiste... Eso significa que tú eres... ¿Purus?
Ella asiente.
Su boca soltó un "Wow" seco y largo, pasó ambas manos por su cara subiendo hasta su cabello y luego apoyando sus codos en el borde para cubrirse el rostro y seguir diciendo "wow" solo con gestos. Aunque sus gestos no eran de felicidad sino de preocupación curiosa.
—¿Es broma? ¿Por qué me dirías algo como esto?
—Decírtelo no era parte del plan pero es mi seguro, si muero todo apuntara a ti, y soy la única que puede llevarte hacia lo que buscas. No puedes matarme, me necesitas. Ni los tuyos ni los míos tampoco, me necesitan.
Estaba realmente sorprendido. De hecho ella también. De todo lo que había pensado anoche hoy logro soltarlo. 
Se dice que las personas a veces necesitan un empujón y una caída para motivarse... Pero su motivación era jugar con gente que no podía controlar y apostar su vida. No se si no cuantificaba lo peligrosos del asunto. O bastó que le dijeran que iba a morir de todas formas como para darle un precio a su vida. 
Era lo más valiente y horrible que ha salido de su boca jamás. 
—Tú, Dylan Crawford —anuncia— ere una de las almas del animarum... 
—¿Eso significa que aceptas? 
—Tenemos un trato— sonríe con fascinación.
Blake despliega el papel en el borde para que Dylan por fin viera que había allí. Eran números que rápidamente entendió como coordenadas, y la frase: "fuego etéreo, un volcán sin tiempo. Un salto hacia el más allá os acercará. Bienvenido a Bondertown" 
—Tenía razón —le dice a Dylan, la Mira— esta es la entrada. 




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