Almas Unidas

CAPÍTULO 7

Lo mas difícil de enterarse de las circunstancias

de la muerte de tu ser querido,

es rememorar tu estadía con aquella persona y

sentir impotencia hacia el causante de esta tragedia.

 

Después del día de ayer, todo se volvió un caos en mi mente y sé que en la mente de Matt también, pero había que aclarar y tomar la decisión de hacer justicia. Y empezaremos por ir a la cárcel a hacerle una visita a Jors.

Los niños los habíamos dejado en el colegio y luego los recogería Steven. Queríamos que ellos no estén al tanto de nada de lo que está ocurriendo y lo que se puede desatar al momento de encontrar un culpable o varios tras estos asesinatos.

— ¿Quieres qué llame a Grace? — pregunto Steven.

Bueno tampoco quería que se enterara mi mamá, pero al fin de cuentas tendría que decirle, no puedo ocultarle algo tan importante como la muerte de mi padre y para el su esposo, además de su mejor amiga Madeline.

— Por el momento no, creo que sería mejor hablar con Jors y cuando se haya resuelto lo de hoy, podremos contarle todo—explicó preocupada. El asiente también preocupado.

— Bien, entonces suerte y ojalá Jors pueda decir algo.

— Ojalá sea así.

El silencio se desvaneció cuando la presencia de Matt llegó, eso daba señal de que ya nos iríamos.

— Nos vemos más tarde—digo, depositando un beso en su mejilla.

Voy hacia Matt y salimos de la casa en silencio para montarnos en el auto que manejaría Matt. Tal era mi angustia y mi mente que se seguía centrando en el momento de ayer.

¿Quién podría asesinarlo?, ¿por qué motivo?, ¿qué quería lograr con su muerte?

Esas tres preguntas se me venían a mi cabeza, porque yo que sepa mi padre no tuvo enemigos y mi mamá siempre me ha contado que mi padre era muy amable con todas las personas. ¿Envidia podría ser?, ¿pero quién?

Dudaba mucho que fuera algún socio, mi mamá me decía que sólo tenía tres socios, pero con esos tres, la empresa se mantenía a flote. Los tres socios era algo viejos, y esos tres habían muerto un año o dos después de la muerte de mi padre así que dudaba mucho que fueran los causantes. Luego está Frederick, pero él nunca mostró indicios de odiar a mi padre y repito de nuevo mi madre ha dicho que en ese tiempo Frederick vivía en España junto con Madeline, así que es poco probable que haya sido él.

— Creo o no sé, siento en mí que la muerte de mi madre y la de tu padre fue por una misma persona.

— ¿Por lo del cianuro? —afirmó y pregunto a la vez

— Si, no creo que no haya sido coincidencia la muerte de tu padre y mi madre.

— Puede que en verdad sea así. Sólo nos queda esperar que Jors hablé— opinó.

No puedo creer que de un momento a otro los problemas vengan, no llevamos ni tres semanas como para decir que disfrutamos un poco de la felicidad. Definitivamente nada en la vida puede ser felicidad y así siempre será porque nunca va a ver una familia feliz o una persona sin ningún problema, está es la realidad.

— Llegamos.

Respiro hondo, miro la entrada de la cárcel donde están los guardias con su uniforme impecable y el arma siempre a su vista.

Matt apago el auto, saco las llaves y salió del auto para abrirme a mí la puerta como el caballero que es. Pone seguro para caminar hacia la entrada donde ya nos esperaban.

— Sigan—. Nos ordena uno de los guardias que empieza a guiarnos por los pasillos. 

— Gracias.

Nos guio por unos cuantos pasillos más hasta llegar a una pequeña sala de interrogatorios. Abrieron la puerta y nos dejaron pasar adentro. Había una mesa de metal, tres sillas, una acomodada en el lado de arriba y otras dos abajo. Tomamos asiento para esperar a que traigan a Jors.

De un momento a otro, la puerta de volvió a abrir, dejando ver a Jors Lincon, no sabía, ni conocía nada de él, pero se podría considerar que lo conozco por el asesinato de mi padre.

El venía con una sonrisa cínica, lo sentaron en la otra silla sin quitarles las esposas.

— ¿A qué se debe la visita de el gran Matthew Hiler y de esta señorita? — pregunta.

— ¿Como sabes que me llamó Matthew Hiler? —pregunto.

— Fui un muy buen amigo de tu padre y lo sigo siendo. 

Sospechoso número 1: Frederick Hiler.

— Bien, iremos directo al grano. Di la verdad de ¿quién asesino al señor Paul Jiménez? —pregunto con seriedad.

El muy maldito se ríe.

— Quien mas, sino yo—responde. 

— Sabemos muy bien que no fuiste tú—. Sigo hablando.

La sonrisa del imbécil desaparece.

— Y según ustedes creen que yo les diré. Por favor ya estoy en la cárcel, tengo mi condena—afirma.




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