Almas y Estrellas

Entre el cielo y el infierno

Buenos Aires, Argentina 10:15 am

La capital argentina cautivó mi corazón desde el primer momento. El clima era muy favorecedor para la época: ni muy cálido, ni demasiado frío. La estructura de las edificaciones de La Avenida Mayo me maravillaron por su estilo europeo; se podía sentir ese aire distinguido tan característico de aquella sociedad.

Descansamos después de salir del aeropuerto y rato después, Leah propuso dar un paseo antes de sumergirnos de lleno en el trabajo. Deseaba visitar La plaza de San Martín por su pasado histórico, la botánica y los diferentes sitios de interés cultural que rondaban por allí. Mi amiga era una chica interesante; siempre le apasionó la naturaleza y la historia, algo que, sin duda, le había ayudado en su profesión como correctora de estilo y editora. Esto, teniendo en cuenta, que varios autores que trabajaban en nuestra Editorial escribían novelas de época, las favoritas de Leah para editar debido a sus fascinación y conocimiento sobre el tema.

El cielo de Buenos Aires era de un tono azul intenso, contrastando perfectamente con las edificaciones color blanco que se imponían con majestuosidad sobre las calles. El conductor del taxi, al ver que desplazaba a dos chicas extranjeras, compartió con nosotras algunos datos interesantes sobre las diferentes avenidas por las que pasábamos. Sin duda la calidez de las personas era algo que te hacía querer regresar a ese país.

Un enorme espacio natural se abrió ante mis ojos, y pude entender a la perfección porqué había captado la atención de Leah: La naturaleza convivía en perfecta sincronía con la ciudad a su alrededor, y aquel grandioso monumento en el corazón de la plaza, era el toque visual perfecto para hacerla interesante. Era uno de esos lugares donde te animarías a pasar una tarde de amena caminata, mientras aprendías sobre la historia de aquel punto en particular.

Paseamos por sus alrededores, completamente inmersas en la amplitud del lugar, en el panorama que se desplegaba ante nosotras. Era un sitio muy bonito sin duda y deseaba partir de allí con muy buenos recuerdos. Hicimos varias fotos, e incluso selfies de ambas sonriendo con el monumento del General San Martín y los ejércitos de independencia. Leímos pequeños apartados referentes a los sucesos representados en la plaza y rato más tarde, decidimos sentarnos sobre el césped.

—Quita esa cara Amelie, disfruta —Me reprendió Leah.

—¿Qué cara tengo acaso? —cuestioné observando a mi alrededor. En verdad me gustaba mucho como el azul del cielo resaltaba el follaje verde de los árboles e incluso los colores de las esculturas. Me alegraba poder tener esta experiencia, después de todo, una caminata al aire libre era lo que necesitaba para olvidarme un poco de la tristeza enorme que experimenté en el vuelo. Por más que luchaba contra aquella sensación a veces simplemente me doblegaba ante ella.

—La misma cara que has tenido hace dos semanas desde que Karan ya no te presta atención. —La honestidad de Leah a veces rayaba la crueldad.

Suspiré.

—Estoy disfrutando bastante, aunque mi rostro exprese lo contrario. —Era cierto; me sentía tranquila, entretenida y cautivada por todas las experiencias, el lugar, la historia. Creí ingenuamente que mis facciones demostrarían todas esas emociones, pero al parecer estaba muy equivocada.

Leah me abrazó.

—No te enojes, cuando Karan regrese lo haré pagar por hacerte sentir de ese modo.

Me reí, amaba a Leah con todo y su imprudencia.

—Trato hecho —Acepté de buena gana, mientras llevaba mis brazos hacia la parte posterior de mi cuerpo y me apoyaba en ellos.

9:30 am

9:30 am

Desperté al día siguiente con la emoción a flor de piel. Finalmente había llegado el momento en el que presentaría mi libro. Estaba nerviosa, pero tan feliz que no podía dejar de sonreír. Me arreglé el cabello rizándomelo en las puntas como me gustaba, Leah me hizo un bonito maquillaje resaltando el color de mis ojos verde-miel, mis mejillas lucían un leve tono coral, y mis labios resaltaban en un suave tono rosa. Me sentía realmente muy bonita.

—Luces preciosa —Mi mejor amiga me observaba a través del espejo con una sonrisa cargada de orgullo.

—Por supuesto que sí, recibí asesoría de la mejor —Tomé su mano que reposaba en mi hombro y le di un apretón.

—¡Ve allí y sé tan exitosa como siempre! —Me devolvió el gesto de manera tan gentil que logró infundirme toda la confianza que necesitaba para saber que todo saldría bien hoy.

Una vez Leah estuvo lista, partimos con todo el grupo hacia el lugar en el cual se realizaría el evento. Mi nerviosismo era palpable, pero el entusiasmo que me invadía también era muy fuerte.

—Una aventura más —comentó Yun con semblante optimista, mientras encendía el auto que rentó para desplazar al equipo principal.

—¡Bien que nos hacía falta! —Clamó Leah risueña y enérgica. Siempre le envidié la simpleza y el regodeo con el que hacía las cosas.

—No sean exagerados, en la Editorial hay muy buenos autores —Le resté importancia, después de todo era así, muchos de los escritores con los que trabajábamos tenían muy buen potencial.

—De eso no hay duda —afirmó Raphael desde el asiento del copiloto—. Pero a pesar de que son buenos, eres la estrella de nuestra casa Editorial, así que basta de modestias.

—Estoy de acuerdo, Amelie, no desmeritamos los trabajos de los demás, porque son realmente increíbles, pero tienes una muy buena acogida entre el público joven, y la manera en la que conectas con las personas es la que nos tiene hoy aquí —Yun llevaba lentes de sol puestos, su cabello rubio peinado hacia atrás y una deslumbrante sonrisa mientras decía todo aquello.



#28066 en Novela romántica
#13200 en Fantasía
#2898 en Magia

En el texto hay: romance, espiritual, romance acción magia

Editado: 02.02.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.