Capítulo 8
Cerlunus:
En la penumbra matutina, el nervioso profesor Owen Pendleton se disponía a iniciar su lectura sobre criaturas y seres elementales, un marco sin igual que solo las enigmáticas afueras del bosque podrían ofrecer. La neblina danzante rozaba el suelo y las ramas de los árboles se mecían suavemente al compás del viento denotando algo de impaciencia.
Un joven, alzó la mano y preguntó: —Profesor Pendleton, ¿es posible que estos seres mágicos coexistan con nosotros en el mundo humano sin que nos demos cuenta?
Owen se acercó al estudiante, con una mirada intensa —joven, el velo que separa aquel mundo del nuestro es delgado como el papel de arroz, solo aquellos dispuestos a ver más allá de lo evidente pueden percibir la maravilla de su existencia —concluyó acercándose a un antiguo roble—. Bueno mis queridos estudiantes, hoy les estaré platicando sobre las diferencias entre las hadas y las pixies, aunque hoy no pude obtener el permiso de la directora para entrar al bosque y presentarles algunas de ellas, puedo hablarles al respecto. Las hadas y los pixies son seres diferentes con características únicas. Las hadas son espíritus de la naturaleza, tienen alas y un tamaño similar al de una mano. Sin embargo los pixies, aunque también son pequeños y pueden volar, se diferencian en su apariencia, presentando orejas puntiagudas y ojos completamente negros y redondos.
Borea alzó su mano y pronto el profesor le dio la palabra con un gesto
—¿Y es seguro acercárseles?
—Buena pregunta señorita Eldermage. Es común encontrar hadas en los bosques y los alrededores de los ríos, pueden ayudar o castigar a quienes dañan la naturaleza. Las pixies, en cambio, suelen esconderse de los humanos, pero disfrutan hacer trucos a quienes invaden su territorio y podrían guiar a los viajeros perdidos si les caen bien —explicó—. Acercándose cautelosamente a un enigmático hueco en el tronco del añejo árbol: —¿Qué secretos crees que esconde este agujero, Stardrift? —indagó, con un tono que mezclaba excitación con un toque de misterio, dirigiéndose así al joven de nariz ancha, el muchacho, sumido en sus pensamientos, pareció tardar un momento en volver a la realidad antes de prestar atención a la pregunta dirigida hacia él.
—Estudiante Marcellus Stardrift, ¿me oyes? —insistió el profesor, poniendo énfasis para captar definitivamente su atención.
Marcellus se giró lentamente, con sus ojos finalmente enfocados y vivaces. —La respuesta es bastante simple —comenzó con tono despreocupado— en los recovecos de los árboles, se esconden las pixies, pero las hadas prefieren las moradas minuciosamente construidas, pequeñas casitas que se camuflan entre las raíces y follaje.
—¡Excelente observación, Stardrift! —respondió el profesor, orgulloso
El sonido de las campanas interrumpió el momento, anunciando la hora del almuerzo, la atmósfera cambió de mágica a mundana en instantes, Jasper observó con preocupación a Nixia, lamentando su impulso pero sintiendo, en el fondo, que quería protegerla de algún modo. Ella, por su parte, estaba dividida entre su molestia por la abrupta acción de Jasper y la preocupación silenciosa por cómo podría haber reaccionado Orión.
—¿De que está hecho el polvo de hadas? —preguntó Nixia mientras entraban al portal de los abetos
—Esta hecho de polvo de estrellas y polen —respondió Seraphina Wilder con una sonrisa maliciosa antes que Marcellus abriera la boca
—¡Nix! —llamó Jasper interrumpiendo y haciendo que Wilder y Stardrift se alejaran incómodamente—. Realmente lo siento, actué sin pensar —se disculpó el joven vespertillio
Nixia exhaló lentamente, con su molestia disminuyendo gradualmente ante la evidente sinceridad de Jasper.
—No es solo eso —confesó con voz baja, casi como si hablara más consigo misma que con el. —Es Orión. Hay... complicaciones, sentimientos... que... no sé cómo manejar.
Jasper frunció el ceño, su decepción estaba apenas velada por un momento
—¿De verdad me rechazas por ese... Vampirito?. Apenas sabe que existes —comentó con un deje de amargura y un tono que aunque intentaba ser indiferente, dejaba entrever una corriente de celos.
—Necesitamos centrarnos en lo que realmente importa —interrumpió Nixia, ignorando la punzada de dolor que las palabras de Jasper habían despertado en ella. —No sé para qué me preocupo por tí —dijo con voz firme, pero manteniendo la calma
Jasper, tragándose su disgusto, permitió que una sonrisa irónica asomara en su rostro. —Correcto —replicó, con una ironía tan afilada como un cuchillo—. Nadie debería de preocuparse por ningún vespertillio, ya sea vampiro o licántropo —dijo, desafiante mientras se alejaba, Nixia, por su parte, lo observaba irse, con una mezcla de tristeza y enojo.
Frida aprovechó la transición para acercarse a la mesa donde las chicas, ya habían comenzado a comer, su silla la recibió pero aún no se sentaba.
—¿Podría unirme a ustedes? —indagó
—Por supuesto, toma asiento —respondió Borea con una sonrisa acogedora y las mejillas rebosadas. Mientras tanto, Lumar, aparentemente absorta en sus propios pensamientos, solo movía distraída sus bolitas de carne con el tenedor, sin levantar la mirada.
—¡Oh!, Nix, solo quería aclararte algo —comenzó Frida—. Orión es solo mi hermano —Nixia se levantó de la silla abruptamente, con una sonrisa tan amplia que parecía a punto de desbordarse.
—Oye, Nix, parece que se te va a desencajar la mandíbula de tanto sonreír —bromeó Borea.
—¡A ella le gusta mi hermano! Esto es increíble —comentó Frida, entre risas
Pequeñas burbujas se formaban alrededor de Lumar revelando el torbellino de emociones, solo para estallar y desaparecer repentinamente cuando sintió el impacto frío de la sopa sobre su cabeza.
—Vaya, Nix, parece que te has buscado un nuevo admirador —dijo Thalassa, sosteniendo entre sus manos el cuenco ahora vacío de sopa, con una sonrisa traviesa—. Solo estoy cumpliendo una misión —añadió, dirigiendo una mirada cómplice hacia Jasper.
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Editado: 10.09.2024