Horizontes rotos
resonando en cada hemisferio.
Un cielo agrietado
arropa la huida de la humanidad
hacia el edén prometido,
pero el camino se ha desvanecido
bajo aleteos seráficos.
¡Que suene la séptima trompeta
para ensordecer los clamores!
Se oscurece la faz de Dios
con el postrer crepúsculo,
mientras el mar entrega
su herencia de muertos.
¿No hay nada que recordar
cuando volvamos al barro?