Son las 6 am, hace rato que estoy despierta viendo el reloj que es proyectado en el techo de la granja donde todos puedan verlo, hace ya dos horas que el pitido de la fábrica sonó, llamando a los obreros a trabajar.
Es fácil imaginarlos, una larga hilera de hombres y mujeres vestidos con una única prenda, una braga gris manga larga que con el logo de Lunix, justo a la altura del “reloj de la vida” como lo llama su amiga Paulina o el corazón como le dice la abuela Carmen. Esas bragas las conocía muy bien ya que eran ella y sus hermanos de la granja quienes cosían y cortaban todos los días esas ropas.
Desde aquí se escucha como van arrastrando los pies calzados con botas de seguridad, (que valga la aclaratoria también se hacen en la granja,) y como único accesorio un gorro gris como el cielo; cielo que según la abuela Carmen alguna vez fue azul.
El reloj del techo da las 7:30 y de inmediato el Rey de Lunix en America da los buenos días desde lo alto de la puerta de salida, siempre con esa voz metálica que tienen las maquinas.
“Buenos días queridos hijos de la tierra, henos aquí en un nuevo día de lucha inagotable para recuperar nuestro amado planeta azul, y por ser ustedes, queridos hijos los encargados de hacer eso realidad…”
Ella siempre se había preguntado ¿Cómo era que haciendo uniformes vamos a salvar al planeta?; pero como muchas de sus preguntas esta también quedaba sin respuesta.
―Buenos días Margareth―le dijo Paulina sacándola de su pensamientos ―hoy es un día muy especial ¿lo sabías?― continuo mientras terminaba de alisar su blusón
― ¿Especial? y más o menos ¿porque sería especial?― la interrogo Margareth mientras hacía lo mismo.
―Es que hoy viene el verificador del comité de salvación y el de nosotros, que obtenga el visto bueno, ¡viajara y se quedara allá arriba en Lunix, podrá estudiar y contribuirá a recuperar el planeta! ¿No te la pasas preocupada porque sientes que lo de los uniformes no es suficiente? Bueno hay tienes una respuesta a tus plegarias, ven arréglate para que vallas con ellos―
―Tienes mucha fe en que sería escogida, y la verdad no me importa, esa era una idea infantil—
―Bueno no es que tenga fe pero si me sentiría muy mal si no logro ir, es que siento que desde allá puedo hacer mucho más por el planeta, ¿y tú Quieres ir?―
―La verdad no para Lunix, pero me gustaría salir más allá de la granja, a la fortaleza, no sé, a otro lugar―
― ¿¡Estás loca!? Ya sabes que el que se va nunca vuelve, de que el que atrapan huyendo es… es…― dijo Paulina notablemente preocupada.
―Si Paulina, ya sé que es desmembrado por los anfibios, por eso estamos encerrados aquí “por nuestro bien”… lo sé… aunque no me lo creo, algo debe haber allá que ellos no nos dejan ir a ver.―
―Hay Margareth tú y tus ideas, prométeme que no inventaras nada raro, yo no soportaría perderte.― dijo Paulina ya con los ojos aguados
―No seas tonta Paulina eso no va a pasar, si me voy, prometo avisarte antes asi te podras venir conmigo― si reúno el valor para irme, claro…
― ¡Bueno!, ¿Qué les pasa a ustedes dos? ― Las interrumpió Sofía la que sería la sucesora de la Abuela Carmen quien es líder y jefa de la granja, y mira que se tomaba su trabajo bastante en serio
― ¿Quieren que les traiga té y galletitas?, a ¡vestirse y trabajar! Y tu Margareth la abuela Carmen te llama.―
― ¿A mí? y ¿para qué?―
―Eso no lo sabrás si no vas― la verdad era que también a Sofía la intrigaba esa repentina y urgente llamada de la Abuela Carmen, después de todo, ella nunca mandaba a buscar a nadie sino hasta después de servido el desayuno.
—“Algo me dice que Sofía no tiene ni idea del motivo de la llamada de la Abuela Carmen—Penso Margareth.
Al salir del cuarto de la granja, el largo pasillo que lleva a las distintas áreas de la granja me hizo sentir una niña de nuevo, recordó “el primer día de su vida” primero una luz fuerte y brillante, luego el frio, y por último los brazos cálidos de la Abuela Carmen que le decía “tranquila mi niña todo estará bien, te estábamos esperando” esas fueron las primeras y únicas palabras cálidas que ha recibido Margareth en estos 19 años.
Si sé que suena un poco loco que uno recuerde las primeras palabras que alguien te dice pero es verdad en mi caso lo recuerdo, tal vez porque no estaba tan pequeña o tal vez porque mi mente infantil quería tener un recuerdo cálido para todo lo duro e impersonal que ha sido mi vida hasta ahora.
Mientras continuaba su camino por el largo corredor leía los letreros de las puertas todas por las cuales ella había pasado, el “dormitorio” de los bebes, compuesta de capsulas cilíndricas, con tenedoras de un líquido azul claro, que van del piso al techo, donde los óvulos son fecundados, y poco a poco crecen los fetos hasta el día en el que ya pueden hablar y caminar, solo entonces es que los sacan, lo que ocurre en aproximadamente en un año de incubación.
― ¡Quítate!— dijo María mientras la empujaba sacándola de su ensoñación, sin darse cuenta había pasado casi 5 minutos desde que saliera de cuarto y todo porque se había quedado mirando el cuarto de los bebes.
―“Es cierto la abuela Carmen me espera”― pero mientras continuó su camino a un paso más acelerado siguió repasando una a una las puertas que ya conocía de memoria, el comedor, la cocina, el almacén, el taller de diseño, del taller de cortado, el de costura y el depósito de ropa, justo al lado de la oficina de la abuela Carmen, algunos dicen que es la abuela con más tiempo en el cargo, otros inclusive afirman que es un androide, pero Margareth sabe que son puras habladurías.