Clara pasa una hora entera explicándome cada razón, del porqué es necesario que me quede en las instalaciones del hospital. Los riesgosnque corro, además de varias cosas que no alcanzo a comprender del todo. Parece no cansarse y eso es malo, porque estoy extremadamente aburrida.
Finalmente toma aire. —Pensé que eras diferente...— Se ve decepcionada, realmente he decepcionado a muchas personas. No es que lo quiera hacer apropósito, es solo que me entienden.
—No, no lo soy... Ya se murió el papel de niñita obediente, es hora de ser Violett Cartter— Sale sin decir nada más, tal vez pensó que agacharia la cabeza y pediría disculpas, pero no. No me puedo disculpar por querer ser yo.
Fue incómodo cuando me.rrajo la cena y algunos medicamentos. Evito tener con ella contacto visual, siento que me juzga.— Llamamos a tu madre, mañana temprano estará aquí...— Dice antes de salir de la habitación. Este pequeño detalle me podría traer inconvenientes.
...
—Y volvimos a lo mismo Violett, contigo definitivamente no se puede, ¿Cierto?— Espeta mi madre molesta.
Estamos en la oficina de la doctora, porque según ellos mi acto fue muy irresponsable y no se debe volver a repetir.— ¿A qué se debe tú cambio tan repentino? Aclaro que la rebeldía es algo que no se puede presentar en estos momentos.— Habla la doctora con mucho profesionalismo y comprensión.
—Es que tuve que abandonar lo que más me gustaba hacer. Mi madre me lo prohibió y me parece injusto. Cumpliré con mis tratamientos y responsabilidades, solo si recupero lo que perdí...— Ventajas allí voy.
—¿Y qué es?— Pregunta la doctora.
—¡O no, Violett! Es un rotundo no. ¿Por qué no entiendes?...— Interrumpe mi madre antes que conteste.
—No comprendo...— Aclara la doctora.
—Mis hobbies, es que me los prohibieron. Pero mi madre se niega a que los vuelva a practicar. Solo quiero que le diga que me deje practicar y ya, hago lo que quieran...— No exactamente lo que quieran, pero no deben saberlo.
—Podemos llegar a un acuerdo...— Mi madre quiere interrumpir, pero la doctora le muestra la palma de la mano y continua— ¿Cuáles son tus hobbies?— Se acerca la mano a la barbilla.
—Piano...— Asiente con aprobación. — Boxeo, yoga, gimnasia y si es posible, quisiera incluir la pintura...— Sonrio con inocencia.
—¿Prácticas boxeo y gimnasia?— Aún no sale de su asombro. Asiento ante la pregunta — Podrías iniciar con el piano y después consideramos lo demás...
—Oh, genial. Pero tocaría en casa, porque...
—En el gimnasio...— Evita que continue— Al final del pasillo, doblas a la izquierda. La puerta morada, habre con cuidado...— Me señala la puerta y salgo.
Y como me dijo llegó al gimnasio y giro a la izquierda. A pocos pasos encuentro la dichosa puerta morada y giro el cerrojo. Lo primero que centra mi atención es el hermoso piano a una esquina de la sala, solito, esperando que lo utilicen.
Hay pocas personas, no de mi edad. Camino directo al piano y me siento con extremo cuidado, como si temiera estropearlo. Levanto la tapa que cubre el teclado y me acomodó apropiadamente.
Es un Steinway & Sons, no solo es la mejor marca. Es súper costoso, pero por las marcas deduzco que es de segunda mano. Pero no importa, es hermoso. Esta perfectamente afinado, es simplemente perfecto.
Opto por iniciar Sinfonía nº 6 en fa mayor, op. 68, “Pastoral" de Beethoven. Es esos momentos me desconecto del mundo y solo somos el piano y yo. Cada nota la siento en el corazón, como si de verdad transformara mi realidad.
Es una conexión especial, amo el piano. El estuvo cuando estaba sola en casa, llenó ese vacío que sentía cuando no tenía a nadie. Es algo que me reconforta y me llena de paz. Es como si me hablara y me dijera que todo estará bien, que no me preocupe y que tiene solución.
Ignoro el exterior y toco con pasión, esas ganas de hacerlo bien. Aún así me parece estar retrasada, como que no es lo mejor que puedo dar. Tal vez por esa razón siempre elijo las plazas más simples, pero no me debo quedar.
Considero que la práctica hace al maestro y creo que así me lleve muchas horas, algún día seré mi maestro. Lo hacía porque me traía beneficios, si asistía a las clases de tres horas. Tenía tres horas de juegos con Allan, aunque ahora que lo pienso bien, eso me beneficia y lo seguirá haciendo por mucho tiempo o eso espero. Termino y me recalco mentalmente en lo que hice mal. Cada minúscula cosa que se puede mejorar, que voy a mejorar.
Oigo aplausos detrás mío y me volteo lentamente. Un chico se encuentra sostenido por un par de muletas. El vendaje de su pierna derecha me llama totalmente la atención.
—Mis ojos se encuentran aquí...— Señala su cara y levanta la cabeza— No te han dicho que eso es grosero...— Me mira serio y algo mal.
—Lo siento, hace mucho que no tengo un público tan peculiar. De hecho hace siglos que no tengo público, igualmente gracias. Aunque creo que cometí muchos errores...
—Creo que mi deber es decirte que no, lo haces muy bien. Digo tocar...— Fruzo el ceño y el sonríe con malicia.— Ya, solo era un chiste... ¿Qué haces en un hospital en vez de un teatro?
—Es una larga historia...— Me pongo en pie y me acerco un poco a él. Su cabello es castaño, más alto que yo. Es blanco, parece un vampiro. Parece agradable.
—¿Te parece si me la cuentas mientras disfrutamos de un delicioso jugo de la cafetería?— Propone
—Es vista que no tengo nada más productivo que hacer, vamos...— Caminamos hasta la planta baja, un poco lento, ya que sus muletas son un impedimento.
Tomamos asiento en una mesa alejada y nos sirven, al menos atienden bien— ¿Y bien?— Llama mi atención — ¿Eres voluntaria o algo así? Porque no pareces paciente...
—De hecho, tengo IDP. Inmuno deficiencia primaria. Tengo que seguir mi tratamiento por un tiempo en el hospital, un par de semanas. Después solo vendré en algunas ocasiones...