TYLER MORGAN
—Tal vez tú lo estés... Pero yo... —No lo estaré... El ruido de la puerta nos interrumpe. En este mismo instante detesto aún más todo este hospital, no se puede tener una amigable plática porque todo les molesta.
Estar aquí ha sido lo peor que pudo suceder, en un momento tenía el balón a mis pies y al otro una fractura terrible. Aún peor cuando me internaron, mis padres felices y yo aburrido. Nadie me vino a ver. Cuando llegué todos quedaron especulantes, recuerdo que Trish, mi exnovia sostuvo mi mano. —Estaras bien cariño... —Fui un estupido por creer en ella y en todos eso falsos amigos.
Pero conocí a esta chica que toca el piano mejor que Mozart. Me dio algo que hacer, verla molesta es increíble. Cada vez que se enoja arruga la nariz de una forma muy tierna y graciosa, parece un meme andante.
Reconozco claramente a la persona frente a mí. —¿También viniste por agua Clara? —Intento aliviar la tensión del momento.
—Violett... —Se ve asustada. —¿Recuerdas la neumonía? —Para variar Clara no está molesta del todo, se ve preocupada. —Vamos, debes descansar. ¿En qué piensas?
—Lo lamento, créeme que de verdad no fue mi intención. —Camina hacia ella. La tomo rápidamente por el brazo y su inexpresión me obliga a soltarla. —Necesito algo de oxígeno... —Se ve cansada y me siento mal por levantarla tan temprano. Debí ser más valiente, debí contarle ayer.
No pude conciliar el sueño, doy vueltas en la cama. No me quiero ir, pero no hay nada que me ate a este hospital, ella quiere que me vaya y así lo haré, no puedo dar vuelta atrás.
Me levanto a las cinco-treinta en punto, mi vuelo sale a las siete y tengo que empacar. Realmente lo único que hago es embutir todo en mi maleta, allá miraré que me puedo poner. Antes de salir, con mi maleta en el auto del chófer voy a la habitación de Violett. Aún duerme, se ve apasiguada. Y es que sus ojeras la hacen ver más cansada, pero igual de bella. Me acerco lentamente, no quiero despertarla.
Aparto algunos cabellos de su cara, para verla claramente, sus labios están secos y es que eso provoca estar aquí, parecer muerto en vida. —Adiós... —Susurro a su oído. La miro por última vez, intentando grabar hasta el último detalle de su rostro en mi mente.
—Nos vemos... —Habla haciéndome sobresaltar y me abraza. Quiero decirle tantas cosas, pero no es el momento, aún no.
Salgo antes de arruinar todo. Odio estas muletas, pero en parte agradezco haberla conocido, me ha enseñado que no importan las adversidades sino como las enfrentamos. O era algo así, la verdad no lo sé.
...
—¡Vamos! Es el último, no debes renunciar... —Me anima la fisioterapeuta.
—Eso no lo dirías si estuvieras haciendo esto... —Y pensar que debo soportar esta tortura todos los días por dos horas.
—Sarei dovuto restare con la signora invalida. —Ni idea de qué dijo, aún no dominio el italiano y ese es un gran problema. Pero podría apostar que fue algo malo.
—¿Puedo descansar? —Pregunto luego de terminar todas las repeticiones.
—Te llevaré a tú habitación, fue todo por hoy... —Suspiro aliviado. Después de un mes aquí aprendes a mantener un enfoque claro, en mi caso decidí hacer mis trabajos.
Por lo menos me han quitado en yeso, fue ayer y apenas es la primer terapia, pero ya quiero que sea la última. Aún debo usar las muletas, porque no me quisieron dar una silla de ruedas, y tiene muchas. Es aburrido permanecer tanto tiempo solo en una habitación, ya hasta estoy empezando a hablar solo.
La comida aquí es tolerable, no es la gran cosa pero funciona. Al llegar a la habitación veo en una esquina a Zia, esa chica es voluntaria en este hospital. He tenido mucho tiempo con ella, en contra de mi voluntad, la verdad no quiero ver a nadie.
Viene casi siempre en las tardes, se la pasa conmigo hablando no sé exactamente qué, a veces logro entender, otras no. Tenemos la misma edad, 19. Es castaña y no tan baja, me intriga un poco. Me cuenta lo que hace en el día. —Si, ajá... —Me limito a decir.
No mantenemos pláticas, ella solo habla y yo la escucho. —Te estaba esperando... —Sale la enfermera y quedamos solos. Les he expuesto en varias ocasiones que la alejen de mí, pero no hacen nada al respecto. Me sonríe ampliamente, parece mi acosadora.
—Se nota... —Tuerzo la boca y me siento en la cama. Tomo mi teléfono y reviso los mensajes, bueno, solo los de Violett.
La primera semana ella y yo hablamos la mayoría del tiempo. Después ocasionalmente nos enviamos textos, la diferencia horaria es un problema. Aquí son las cuatro con trece minutos, allá deben ser las diez con trece minutos. Son seis horas de diferencia, lo cual complica las cosas.
—Amore ¿Stai bene? —Repite mucho eso. Lo busqué en el traductor y no entiendo por qué me dice "Amor ¿Estás bien?", cada vez que reviso mi teléfono.
—¿Por qué me dices eso? —Pregunto confundido. —Y vocaliza... —Le aclaro. Porque de por sí es difícil comprender.
—¿A qué te refieres? —Logramos un avance.
—Si, no somos nada... —Me encojo de hombros. Debí sonar cruel, la expresión de asombro y tristeza me lo hace creer.
—Somos pareja... —Se pone en pie molesta. —Desde hace dos semanas...
—Oh... —Rasco mi nuca. —Nunca te dije que sí, a penas y logro comprenderte, no me culpes...
—Eres un idiota... —Sale de la habitación azotando la puerta con fuerza. —Stupido presuntuoso, ti odio... —La escucho en el pasillo. Decido ignorar a Zia y contestarle a Violett.
Cómo estás? - 2:54 PM
Bien, algo confundido... Aparentemente terminé con mi novia... - 4:24 PM
Tenías novia? - 4:26 PM
No, pero ella debió confundirse. - 4:27 PM
Por un momento creí que...