Escucho un sonido que interrumpe mi cómodo sueño. Estoy tan a gusto que quisiera dormir por tres días seguidos. Abro mis ojos a duras penas, la luz que se filtra por la cortina blanca de mi habitación me hace entrecerrarlos. Tardo unos segundos en notar que el molesto sonido es mi alarma.
¡Noooo! Cállate. Lloriqueo mentalmente y cojo el móvil de mi mesita de noche para silenciarlo y mirar al techo sin moverme. ¿Exposición de arte? ¿Tenía que ir a una exposición de arte? Estoy buscando una excusa para faltar, pero no encuentro ninguna que supere mi bloqueo artístico.
Me veo al espejo satisfecha con mi outfit. Formal, pero sencillo. Digamos que mi autoestima es un poco cambiante, a veces me siento despampanante y otras veces horrible. Hoy es uno de mis días de autoestima alta. Al salir de la habitación me encuentro a mamá en la sala de estar.
—Buenos días, cariño ¿adónde vas tan temprano un sábado?
—Tengo una exposición de arte con Delph, en la calle Thomassin, ya voy tarde.
Corro a la cocina, echo el cereal de Nugget en su plato y me sirvo un poco de café con a gran velocidad.
—¿No vas a desayunar? Hice panqueques—grita desde la sala de estar y la boca se me hace agua mientras miro el desayuno.
—No tengo tiempo, comeré algo por ahí. ¿No vas a la cafetería hoy?—le pregunto una vez me incorporo en el salón.
—Me siento un poco indispuesta, otra crisis de migraña.
Intenta restarle importancia pero me preocupan sus “crisis”. Mi madre tiene buena salud, pero hace unos meses trae estos dolores de cabeza que ella misma se diagnosticó de migraña.
—Deberías ir al hospital, recuerda que no eres doctora, mamá—la regaño y beso su mejilla.
—¡Bah! Son boberías. Anda vete, no te tomes mucho tiempo para que ayudes a tu padre
en mi ausencia.
—¡Vale!—confirmo y salgo como un rayo.
...
Al llegar a la calle Thomassin debo caminar al menos una manzana para llegar a la galería. El edificio es enorme y aparenta ser muy lujoso. Desde que me interesé en el mundo de la pintura, he estado en muchas galerías, pero jamás he visto una como esta. La diferencia es abismal. Me resulta extraño que hayan invitado a un taller de arte mediocre, como el nuestro. Sobre la gigantesca puerta hay unas letras iluminadas en un fondo metálico.
Galerie d'art Carré d'artistes Lyon L'Expo.
¡Joder! Ya entiendo por qué nunca había venido a esta sitio, esto es de los mejores pintores de todo Lyon. ¿Cómo nos invitaron aquí? Me pongo nerviosa cuando veo dos gigantes hombres vestidos de traje en la entrada, bloqueando mi paso cuando tengo intenciones de entrar.
—Invitación, señorita—habla uno de ellos con voz grave. Me provoca un poco de miedo.
—Un momento.
Me alejo de los dos guardias y saco el móvil del bolso. Llamo a Delph, debe haber una equivocación, quizás esta no era la dirección correcta.
—Cami, ¿no vienes?—pregunta nada más contesta.
—Ya estoy aquí ¿Estás segura que me diste la dirección correcta? Este sitio parece de gente forrada, hasta me pidieron invitación.
—¡Oh! Cierto, la invitación. Espera un segundo, voy a por ti.
Finaliza la llamada. ¿Viene a por mí? O sea que ya está aquí, por lo que este sí es el sitio correcto. A los pocos minutos, las grandes puertas se abren y de ellas sale Delph. En su cuello tiene una especie de collar con una tarjeta que dice VISITANTE.
¡Venga ya! ¿Qué es esto, el puto Vaticano? Es simplemente exagerado. En la mano trae otras dos tarjetas.
—Caballeros—les pasa las tarjetas a uno de los guardias que frunce el ceño—Somos las dos invitadas por parte del taller de pintura Lenzo Fresco, recuerdo haberles dicho que mi compañera se me uniría más tarde—añade con calma.
—¿Señorita Camille Roux?—pregunta uno leyendo el nombre de la tarjeta en voz alta.
—La misma.
El hombre asiente y saca de una caja, una tarjeta igual a la colgante en cuello de Delph. En esta escribe algo, supongo que mi nombre.
—Nuestras disculpas—me coloca el collar con suavidad—Adelante, señoritas.
La estancia en el interior es como un museo. La decoración, la pintura y el techo así lo reflejan. En este primer piso solo está el bar y alguna que otra escultura. Una larga alfombra roja cruza la habitación. La seguimos hasta la escalera. Está claro que la exposición es en el piso de arriba, hay un cartel que así lo indica.
Si creía que la planta baja era impresionante, es porque no había visto esta. Hay muchas personas, todas vestidas de gala. Camareros caminando entre ellas, brindando copas de vino. Las paredes están repletas de cuadros de todas las dimensiones, formas y estilos. Pintura abstracta, realista, retratos, grafito sobre lienzo, incluso fotografía.
—Esto es increíble, ¿Verdad?—comenta Delph al tiempo que agarro una copa de vino que me brinda un camarero con una sonrisa amable.
—¿Cómo Louise consiguió la invitación? Esto es de gente adinerada—pregunto aún con la duda.
—No tengo ni idea, pero nos eligió para venir por ser sus mejores estudiantes—contesta orgullosa.
Miro todos los cuadros a mi alrededor, los hay también en columnas en medio de la habitación. Seguramente saco alguna que otra idea de aquí, no fue tan mala idea asistir. Después de estar unos minutos observando verdaderas obras de arte, Delph da un gritito y me susurra algo.
—¿Acaso no es aquel Martin Chevalier?
Busco con la mirada y veo un hombre mayor, canoso y un poco gordo. Vestido con un elegante traje gris mientras observa una pintura con detenimiento.
—¡No me jodas! Es él—respondo emocionada y sonriente.
Chevalier es uno de los mejores artistas de todo Lyon. Sus cuadros fueron los más vendidos y conocidos de la ciudad durante muchos años consecutivos, pero ha estado un tiempo desaparecido. Creí que se había mudado porque de repente dejó de sacar nuevos cuadros.