¿Por qué me besó la mano? ¿Quién hace eso en la actualidad? Intento ordenar mis pensamientos. Vale, ¿me atrae? Sí. Es un chico muy guapo e inteligente. Educado, le gusta la pintura y es muy diferente de las personas con las que suelo interactuar.
¿Le atraigo yo? Mmm, no estoy tan segura. Hice polvo su cuadro con mi crítica, por lo que quizás me consideró arrogante. No hizo una sola pregunta personal en todo el tiempo que conversamos, excepto mi edad. Ni siquiera pidió mi número de teléfono o mi apellido. Definitivamente no está interesado. Lo más probable es que haya notado mis nervios y decidió jugar conmigo un rato. Bueno, jamás tendré que volver a verlo y me desconcierta sentirme decepcionada ante ese pensamiento. Tuve una conexión muy fuerte con él, por lo menos eso sentí. Nunca había experimentado ese tipo de atracción tan inmediata por alguien a quien no conozco.
Después de lo de Dean, me enfoqué en mis cosas. Mi trabajo, la escuela, la pintura, puse a dormir la parte amorosa de mi vida y hoy salió a relucir ese deseo de conocer a alguien. Lo mejor será volverlo a enterrar, pues como dije, no lo veré jamás.
...
Una muy desolada cafetería. Eso es lo que veo al llegar a “Le Roux”. La camarera está sentada en el bar, con cara de no haber dormido en tres días.
—Hola, Clarisse, ¿Está papá?—le pregunto sin dejar de caminar.
—En la oficina—dice con voz de zombie.
Sigo por el pasillo de solo para empleados y entro en la puerta que pone DIRECTOR. Me encuentro a mi padre en su escritorio, con una gigantesca pila de papeles delante, escribiendo como un maniático.
—Papá—me acerco y le beso la mejilla.
—Cariño—me saluda pero no me mira, está absorto en su universo de gráficos y cálculos. Me siento bruscamente en el sofá.
—Bien, ¿en qué puedo ayudar?
—Puedes irte, Cami. No hay casi clientes—Tira su bolígrafo sobre la mesa y pasa sus manos por el rostro, parece derrotado por algo—Tendré que despedir un cocinero—concluye mirándome con decepción.
—¿Qué? No puedes papá, esas personas también necesitan trabajar, tienen familias que...
—Lo sé, lo sé. Pero no tenemos dinero, el negocio apenas se mantiene a flote. Invertimos demasiado y no ingresamos lo suficiente.
No puedo alegar nada, tiene razón. Nunca había visto la cafetería de esta forma. Estoy segura que se debe a los demás negocios que hay por aquí cerca. Las personas de Lyon buscan novedades y aquí hay muchos negocios nuevos, donde quiera que mires hay un restaurante o bar listo para inaugurar.
—Entonces me voy, pero antes comeré algo o no llegaré a casa.
—Dile a tu madre que llegaré un poco más temprano de lo habitual—me dice antes de que me marche.
En la cocina me encuentro con Guido y Adrien, los cocineros. Tienen un poco de música sonando y están cómodamente sentados en el sofá de la cocina. Los fogones y hornos apagados. No me ven cuando entro, están demasiado concentrados en sus celulares. Me siento a propósito entre ellos.
—Señores.
—¿Que hay, Cami?—me responde Adrien sin siquiera mirarme, golpeo a Guido hombro con hombro para que reaccione.
—¡Oye! Estás arruinando mi ligue—se queja.
—Deja de filtrear con cuentas falsas y ponte a trabajar.
Guido siempre está chateando en Instagram con mujeres que nunca quedan con él. Conozco a Adrien y Guido hace años. Desde que existe la cafetería han sido los cocineros. Me resulta difícil pensar que uno de ellos se quedará sin empleo.
—En primer lugar, no todas son falsas ¿Vale? y en segundo lugar, para trabajar hacen faltas clientes, ¿Ves algún cliente?—se defiende y pongo los ojos en blanco.
—¡Yo soy la cliente! Venga, quiero... ¡Oh! ese arroz salteado que haces con muchos ingredientes.
—Un arroz tres—me aclara Adrien con aire cansado. Siempre pido lo mismo cada vez que vengo.
—Adrien, ¿te puedes encargar de Camille?—le pregunta Guido y vuelve a su celular.
Adrien asiente, deja el celular a un lado, se levanta y se estira, como si hubiera acabado de despertar.
—¡Vamos allá!
Se pone manos a la obra y yo observo atontada su trabajo. Siempre he tenido admiración por los cocineros. Me gusta ver su forma de trabajar, cómo lo disfrutan. Como con gusto la comida que preparan para mí y me marcho.
...
La casa está en silencio. Busco a mamá y la encuentro dormida en su habitación. Tomo su ejemplo. Necesito una siesta o no podré salir con Georgina. Horas después decido que tengo un poco de tiempo para ordenar mi habitación. No puedo seguir viviendo en este desorden. Me siento satisfecha al ver que mi habitación luce otra vez como una habitación.
Me alisto y meto algunas cosas en mi mochila pues decidí pasar la noche en casa de Georgie cuando regrese. Llamo a Dean y ni siquiera lo dejo hablar.
—¿Dónde estás?—lo ataco con voz desesperada.
—En mi casa. Aún es temprano—bosteza. Al parecer, arruiné su siesta de media tarde.
—Te dije que a las cinco, Dean. Y son...
—Las cinco y diez—su tono de voz lo dice todo. No lo veo, pero me imagino su cara llamándome exagerada.
—¿Puedes venir ya y punto?—le ordeno.
—Valeeeee.
Cuelgo y entro en la cocina en busca de un vaso de agua. Mamá nota que ya me marcho y se acerca.
—¿Ya te vas?—asiento aún bebiendo el agua—Recuerda no beber demasiado.
¡Oh, no! ¡Aquí vamos con la charla!
—Noooo—le respondo con mis ojos en blanco.
—Cuando regreses, sin importar la hora llama ¿sí?
Continúa su ataque de sugerencias y yo la ignoro. Oigo la bocina del auto de Dean y algo disparada deseando escapar, pero me sigue.
—Cuídate si vas a tener sexo irresponsable, por favor.
¡Dame, paciencia! Nunca es cómodo escuchar a tu madre decir algo como eso.