¿Reconocen esos momentos en que no escuchan o ven nada a su alrededor? Esos momentos en lo que sientes que vas más rápido que las demás personas y todos parecen caminar en cámara lenta.
Salgo en ese estado de trance por las puertas del hospital.
—Lo sentimos mucho, Camille...
Lo sienten mucho, yo también lo siento.
—... tu madre tiene un melanoma en estadío cuatro en el lóbulo frontal del cerebro...
Cáncer, cáncer, cáncer... por muchas palabras científicas que utilicen, es lo mismo. Mi madre tiene un tumor cerebral en un estado muy avanzado.
—¿No—me aclaro la garganta—no lo pueden extirpar?—pregunté con un hilo de voz.
—No es posible, la ubicación es demasiado riesgosa. A partir de ahora hay varias opciones que tu madre puede seguir.
Opciones decían, intentaban hacerme sentir mejor, pero nada, ni nadie podría hacerme sentir mejor.
—¿Hay alguna opción que evite que muera, doctor?—pregunté irónica, ellos no se lo merecen, no es su culpa, pero necesito desahogarme.
—Por desgracia, no. Pero hay varios caminos a seguir, quimioterapia, radioterapia, medicación.
—Esos no son caminos, son camisas de fuerza, son obligaciones si quiere vivir un poco más—una lágrima corría por mis mejillas.
—Lo sentimos mucho, te entendemos. Pero esta es una conversación que debemos tener con ella, con tu madre—me dijo la doctora amable y yo sonreí poniéndome de pie.
—No hay problema, ya le contaré yo—dije marchándome de esa sala de hospital que acababa de arruinar mi vida.
Subo a mi auto, aún con el olor de Adriano impregnado en él, torturándome. Golpeo con fuerza el volante y grito con ganas, sabiendo que nadie puede escucharme. Gritos de puro dolor, frustración, impotencia, enojo... todas las emociones negativas me atraviesan.
...
Aparco frente mi casa y seco las lágrimas de mis ojos. Aún se ven rojos e hinchados, así que suspiro y me veo al espejo. No puedo entrar así, debo estar lo más calmada posible.
Al entrar papá sirve limonada, mientras mamá observa la televisión con Nugget sobre su regazo. Mi familia... ahora debí llegar y romper este momento.
El universo es una puta mierda.
—Cami, espera a que pruebes esta delicia.
Mi padre se acerca a mi con un bazo de limonada, si expresión cambia al mirarme, sabe que algo anda mal.
—No lo hagas cariño, está fatal—dice mamá desde el sofá, no puede vernos, así que le hago un gesto a papá para que cambie el rostro.
—Seguro que sí. La cocina no es lo tuyo papá, ni siquiera para hacer limonada.
—Esta quedó muy buena—me sigue el rollo y cambia su semblante. Me acerco a mamá y la beso en la mejilla.
—Al menos me defiendes en algo—comenta y me siento a su lado.
—No seas dramática, mamá. Siempre te apoyo en todas las discusiones.
—Eso es ahora, pero cuando eras niñas, adorabas a tu padre. ¿Recuerdas Alex?
—Cuando teníamos una de nuestras peleas y yo dormía en otro lugar. Decías que querías ir conmigo—confirma para sentado frente a las dos, disimula muy bien su rostro preocupado.
—¿Y por qué peleaban?—arqueo una ceja.
—Pregúntale a tu padre y sus... historias.
—Bueno, iré a fregar esto—agarra la bandeja de los vasos y se va a la cocina evitando tener que contarme acerca de sus “historias”. No me quiero imaginar.
—Cami, tienes los ojos rojos—me dice mamá observándome de cerca y yo cambio la vista.
—Es que no he dormido bien estos días, por los... exámenes, ya se acercan—explico.
—Por los exámenes, y por él—susurra.
—¿Qué?
—Debes saber que es normal que aún te afecte lo de Adriano.
—Mamá—la regaño despacio, lo que menos quiero en este momento es pensar en Adriano con todo lo que está pasando con ella.
—No tienes por qué ocultar lo que sientes.
—Me afectó demasiado, me duele hablar de esto, lo sabes. Por esto no quería enamorarme, sabría que me haría daño.
—Oh, cariño. No fuera amor si no lo hiciera. Escucha bien esto que diré, aunque ahora te suene una locura. Amores como el que ví entre Adriano y tú, cómo sufrías cuando se marchó, cómo él te buscaba. Ese tipo de amor, es para siempre. Ese tipo de amor se vuelve a encontrar—mientras lo dice sonríe, segura de lo que habla. No lo veo así.
—Mamá, me dejó. Todo fue mentira, no me amaba.
—No te dejó, cariño. Se asustó y te alejó. Créeme cuando te digo, que sí te ama.
—No lo sé. Solo sé que... no me volveré a enamorar, jamás.
—¿De qué hablamos?—regresa papá de la cocina y se sienta a nuestro lado. Mamá cambia el tema.
—Cami me estaba contando los resultados de mis análisis.
¡Mierda! Ha llegado el momento. Me levanto del sofá y me siento frente a ellos. No dejo de mover mi pierna en señal nerviosa, encontrando las palabras.
—¿Qué pasa?—pregunta mamá al ver mi inquietud.
—Mamá. Los análisis, no dieron buenos resultados—digo en voz baja y ella arruga la frente.
—Bueno, ¿Por qué? ¿Qué tengo?—pregunta.
—Mamá, tienes un tumor...cerebral—digo sin más y veo como se queda quieta. Papá emite un sonido y cambia la vista mientras expulsa aire.
—Vale—se aclara la garganta—Entonces, iremos al médico y de seguro lo pueden... lo pueden extraer—intenta mantener la calma, pero sé que está muy nerviosa.
—No, mamá. No está un lugar donde se pueda—una lágrima sale de sus ojos y ella la seca mientras sonríe.
—¿Qué tengo que hacer?—pregunta con un hilo de voz y tengo que esforzarme para poder continuar hablando
—Mañana tienes una cita con la doctora a primera hora. Te explicará todos los posibles tratamientos.
—De acuerdo, eso sería quimio, radio, medicamentos, doctores y análisis. Costará mucho dinero—concluye preocupada.
—No pienses en el dinero—le dice papá con sus ojos vidriosos.
Me imagino como será su estilo de vida a partir de ahora... de doctor en doctor, de tratamiento en tratamiento.