Sehun suspiró de alivio.
Por un momento, pensó que iban a tener que sedarlo, antes de que él mismo se lastimara. Su corazón casi se había detenido en su pecho cuando él había visto a la hermosa criatura luchar, indefensa y aterrorizada en el interior del estanque. El niño había sido asolado por el miedo y la claustrofobia de despertar dentro de un pequeño estanque cuando él estaba acostumbrado a un enorme océano.
Pero para asombro de Sehun, tan pronto como el muchacho lo vio, se había calmado, al instante. Él lo había reconocido. Su amado había visto su cara y supo quién era, de forma instantánea, y confió en que Sehun no le haría daño.
Todos estos años más tarde, él recordó.
Él recordaba.
Era como si un gran peso hubiera caído de sus hombros. Su mente daba vueltas con alegría. Más de una década después, el muchacho todavía recordaba a Sehun y el vínculo que se había forjado entre ellos en esa noche oscura y tormentosa hace tanto tiempo. Eso tenía que significar algo. Simplemente tenía que hacerlo.
Sehun respiró profundamente, tratando de calmar su corazón que latía fuera de control en el pecho. Él esperaba que el chico no se despertara hasta que él estuviera en su nuevo hogar, pero cuando se trataba de determinar la dosificación correcta para las pistolas tranquilizantes, él elegía errar en el lado seguro. No tenía manera de saber cómo su metabolismo era, o qué reacción tendría a los medicamentos. El chico había dormido todo el viaje en barco de vuelta al puerto, rodando sobre su costado y curvado en una bola una vez que los paralizantes habían desaparecido. Era una posición que Sehun reconocía como la forma en que dormía de los videos que había visto. Sólo se despertó después de que ya habían empezado las maniobras de acoplamiento.
El CEO vió como el acuario se levantó en el aire y él se abrió paso hacia adelante para mantener el contacto visual todo el tiempo que pudiera, haciendo el gesto de mano que era su único medio de comunicación. El muchacho parecía capaz de mantener el control de su miedo, siempre y cuando Sehun se mantuviera a la vista. El tanque se colocó en los rodillos y después en un remolque tractor negro que lo transportaría a la mansión de Sehun.
Sehun se dirigió a desembarcar, corriendo fuera del barco para reunirse con el estanque conforme se desplegaba en el camión. Él montaría con él en el camión, todo el camino, y ayudaría a mantener al muchacho en calma. La grúa seguiría, para mover el estanque y su preciosa carga hasta su destino final; su nuevo hogar, en el paraíso que Sehun había creado, sólo para él.
Era una gigantesca construcción de cien mil metros cuadrados, y centrada en el interior estaba un acuario de trescientos mil galones, veinte metros de profundidad, ocupando casi el ochenta por ciento del espacio interior del edificio. Mirando desde el exterior, uno nunca sabría que había algo inusual en la gran, larga mansión, pero casi todas las habitaciones de espacio habitable exhibía al menos una pared que era completamente de vidrio de suelo a techo con una vista del acuario en el centro. Esto permitiría la máxima interacción entre los ocupantes de la tierra y de los ocupantes de la morada de agua.
La casa acuática palaciega era una auténtica obra maestra de la arquitectura y la ingeniería. Le había tomado casi seis años y cincuenta millones de dólares para diseñar y construirla. Era perfecta, no sólo en la estética. Era un hábitat de limpieza autosuficiente que requería poco o ningún mantenimiento; recortar el presupuesto de funcionamiento normal para un acuario como este de casi diez millones al año a más de dos millones en todo.
No era por el ahorro de costes que Sehun lo había diseñado de esa manera. No, él había querido imitar a la naturaleza perfectamente. Lo que requería que no hubiera productos químicos o agentes de limpieza, sólo los sistemas de filtración. No había ninguna necesidad de que sea drenado y se fregara cada pocos años como la mayoría de los acuarios; un procedimiento que ponía en peligro la vida de todos los habitantes. No, eso no era lo suficientemente bueno para su amado. Por eso Sehun había gastado años y millones en desarrollar una réplica perfecta de la armonía de la naturaleza. El techo del acuario era de espejados, cristales tintados UV—que permitían a la luz a través, mientras que filtraba el calor y la radiación dañina. El agua que reabastecía el hábitat se reciclaba a diario, se purificaba tres veces y retornaba al acuario. El diseño era, de hecho, mucho más limpio que cualquier cosa encontrada en la naturaleza.
No era sólo una buena ingeniería lo que hizo a ese sistema tan eficiente. Como en la naturaleza, cada criatura que habitaba tenía un papel que desempeñar en el ecosistema. Sehun había trasplantado colonias de come algas y carroñeros, cangrejos ermitaños y lochas para mantener el hábitat limpio, procesar los residuos y mantener las algas bajo control. Muchos otros que había elegido por su belleza, recorriendo el mundo por los peces tropicales exóticos para rodear con ellos a su amado. Algunos de los peces más raros en el mundo prosperaban aquí, protegidos en su acuario. Ninguno era dañino, tóxico o peligroso de cualquier manera, sin embargo, ya que Sehun no permitiría tal cosa en el estanque con su amado. Este iba a ser su refugio seguro.
Los corales y la vida vegetal al interior del palaciego acuario eran exquisitos. La arena era la más suave, arena más blanca del mundo, importada de las playas de Seychelles en el Océano Índico. Adornaba toda la parte inferior del estanque, y también la playa artificial que estaba en el cuarto piso, abierta a la luz del sol, rodeada de palmeras y flores tropicales de Fiji. Había formaciones rocosas submarinas, arrecifes de coral de tamaño completo cuidadosamente recuperados intactos de las Maldivas, y la última pieza que se había instalado era una réplica perfecta del naufragio en el que Junmyeon había estado viviendo. Lo había encargado la semana que encontró al chico. Él quería proporcionar un lugar con el que estaba familiarizado, algún lugar en el que se sintiese seguro mientras se aclimataba a su nuevo entorno. Sehun tenía mil millones a su disposición y él no había reparado en gastos. El palacio submarino había sido una labor de amor. Nada era demasiado bueno para él. Nada que no daría a su amado, ahora que por fin lo había encontrado.