- Mmm… Mmm… ¿Dónde… estoy? ¿Qué… pasó?
- ¡Cami, despertaste!
- ¿Que… desperté?
Camila se encontraba acostada en una cama. Para entonces, ya había recuperado su tamaño normal y sus quemaduras habían sido sanadas.
- ¡¿Vivi?! ¿Eres… tú?
- ¡Sí, sí, soy yo! –respondió la aludida con lágrimas de felicidad brotándole de los ojos–. ¡Mi hermano tiene que saber de esto!
La maga se levantó de su sitio y fue a buscar a Octavio.
Algo mareada, Camila comenzó a mirar el lugar en el que estaba, y se dio cuenta de que era un sitio conocido: ni más ni menos que el departamento de los hermanos Rain.
- ¿Pero cómo… llegué aquí?
- ¡Cami!
- ¡¿Isi?!
Por extraño que parezca, su mejor amiga también estaba allí. Se le veía inquieta, y el rastro de lágrimas secas en sus mejillas era bastante notorio.
- ¡Cami!
Isidora se abalanzó sobre Camila y la abrazó con fuerza.
- ¡Creí que no despertarías! –exclamó entre sollozos.
A la mente de la chica en la cama llegaron imágenes del suplicio que experimentó a manos de Varas. Podía sentir el olor a quemado y cómo la piel se le chamuscaba en aquel momento, aunque, como se percató casi de inmediato, ya no tenía rastro alguno de violencia en su cuerpo.
- ¿Pero… cómo? ¿Y volví a mi tamaño normal? –preguntó al darse cuenta de lo último.
- Amiga, tenía mucho miedo… Pensé que ambas moriríamos –decía Isidora entre lágrimas.
- ¿Qué… qué fue lo que pasó exactamente?
Isidora le contó a su compañera desde donde sabía. Esta, a su vez, narró los hechos acaecidos antes.
- Así que ya despertaste –dijo una voz masculina.
- Octavio…
Octavio se hacía presente. Había pasado todo ese rato en el balcón pensando hasta que su hermana le informó las novedades.
- ¿Cómo estás?
- … Algo mareada y con un poco de dolor…, pero bien.
- Me alegro –dijo él sonriéndole–. Debo decir que tuviste suerte. Habrías muerto si me hubiese demorado un poco más en curarte.
- ¿Fuiste tú?
- Y yo también –respondió Viviana con una gran sonrisa.
Aquella experiencia cercana a la muerte le hizo darse cuenta de ciertas cosas, en especial del cambio de actitud de Octavio. En otras circunstancias, él no habría tenido inconveniente en dejarla morir; ahora agradecía que la considerara una amiga.
- Tuvimos que regresarte a tu tamaño natural para poder tratar tus quemaduras de mejor manera; las heridas no crecen junto con el cuerpo.
- ¿Y… podré volver con mi familia?
- En cuanto estés mejor.
- Odio interrumpir la conversación, pero tú y yo tenemos cosas que tratar.
Isidora le dijo aquello a Octavio. Aun cuando no quería hacerlo, él terminó mostrando frente a ella su verdadera naturaleza, y la chica no dejaría pasar el asunto así como así.
- Vamos al balcón. Ahí podremos hablar con más calma –dijo él con seriedad–. Vivi, tú quédate aquí cuidando a Camila.
- Como digas, hermano.
Isidora y Octavio dejaron la escena.
- Agradécele a Camila que yo te haya rescatado; no tenía intenciones de hacerlo, en verdad –se sinceró el muchacho una vez que estuvieron solos.
- No sé por qué no me extraña oír eso –respondió la chica con tono molesto–. Pero ahora da igual, supongo que te debo una.
- No quiero nada de ti. Lo único que me interesaba era mantener a mi hermana a salvo de esos sujetos, y a mí por extensión.
- Octavio, ¿qué son ustedes exactamente?
Se produjo un incómodo silencio.
- Prefiero no decir nada. Ya conque Camila y Javiera estén enteradas de todo es suficiente para mí.
- ¿Javiera?