Amame o Destruyeme

CAPÍTULO V

LUCIA

 

-¡No eres nadie!-grita mientras que sumerge una y otra vez mi cabeza en aquel balde de agua con hielo sin dejarme siquiera respirar. Sollozo-ay la niñita está llorando pobrecita ¿Quieres a tu mami?-pregunta mientras que sus acompañantes se ríen.

Su voz cínica y burlona se repite en mi cabeza una y otra vez. No puedo enfocar bien ni saber quiénes están en aquella solitaria sala, solo escucho sus voces mientras mi cuerpo débil se desploma en el suelo.

-¡NO TE PEDI QUE TE ACOSTARAS PERRA!-grita mientras patea mis costillas cortándome la respiración. Escucho su risa diabólica-Tráiganme el medicamento.

No, no, no.

Los analgésicos que ellos me dan me hacen perder la movilidad total de mi cuerpo permitiendo que hagan de mi lo que quiera.

Sollozo más fuerte. Las lágrimas caen como cascadas de mis ojos, sabiendo que no poder hacer nada para detenerlos.

Toman mi brazo con fuerza para luego inyectar lo que sea que está en la jeringa. Lentamente siento como el medicamento entra en mi sistema y hace de las suyas.

“Por favor dios, has que esto pare” Es lo último que pienso antes de dejarme caer ante las oscuridad.

Me levanto sobresaltada con la respiración hecha un asco y el corazón palpitando casi que en mi garganta. Una capa de sudor cubre mi frente y siento las lágrimas frescas en mi mejilla.

Solo fue una pesadilla. Solo fue una pesadilla.

Me repito una y otra vez mientras me levanto y camino hacia el baño. Abro el grifo y dejo que el agua fría haga magia sobre mi cara. Al levantar la mirada veo mi reflejo en el espejo y una mueca sale de mis labios. Mis pupilas están dilatadas por el susto y mis ojos se escurecieron, Vacío. Es lo único que encuentro en mi mirada y es que no hay nada más. Esto es lo que soy, lo que representa ser la gran Lucia Evans.

El sonido de un toque en la puerta de mi habitación me saca de mis pensamientos.

Suspiro.

Salgo del baño y regreso a mi cama.

-Adelante-digo lo suficientemente alto para que la persona que este del otro lado escuche.

La puerta es abierta y por ella se asoma mi nana. Llevo aquí un par de semanas y no había podido verla ya que a mi padre y a Bárbara se les ocurrió fingir que somos la familia perfecta. No tuve tiempo.

Aunque como si el destino estuviera en mi contra me tuve que encontrar precisamente con Jay. No creí que mi padre lo invitaría, pero tampoco me sorprendió, se lo que intentaba hacer. Pero eso ya no viene al caso.

Por primera vez una sonrisa genuina se forma en mi rostro al ver a mi nana.

Como la extrañe.

-Mi niña-saluda.

-¡Nana!-Exclamo y me levanto para acercarme a ella y envolverla en un abrazo. Mis ojos se llenan de lágrimas-Te extrañe mucho-susurro con la voz quebrada.

-Y yo a ti preciosa-dice y se aleja un poco para poder observarme-Mírate, eres toda una hermosa mujer, tu madre estaría muy orgullosa de ti.

Vuelvo a sonreír.

Mi nana es la mejor del mundo, ha sido la única que no permite que el recuerdo de mi madre se quede olvidado y desde que ella murió me ha cuidado como una hija más llenándome de todo el cariño que me faltaba y protegiéndome de todo. Le debo tanto.

-¡No es para tanto!-exclamo restándole importancia-ahora déjame a mi verte a ti-digo escaneándola con la mirada.

Definitivamente mi nana debió haber sido una mujer muy hermosa de joven y aun a pesar de los años conserva mucho de esa belleza. Empezando por esos ojos color miel iguales a los de Jay. Su cabello liso perfectamente peinado hacia atrás, uniforme arreglado, cejas pobladas, nariz perfilada y una dulce sonrisa. Esta tal cual como la recordaba exceptuando por la añadidura de algunas arrugas y quizás el brillo de sus ojos se ha aplacado un poco.

-¡Toda una señora sexy!-chillo y hago que dé una vuelta provocando que se ría.

-Tú y tus cosas-carcajea-pero cuéntame anda ¿Cómo te trato Inglaterra?

Horrible.

Lo pienso pero no lo digo. En cambio le doy una de mis más grandes sonrisas.

Fingida quizás.

-Ñe, no fue la gran cosa-respondo-Pero extrañe tu comida un montón.

-Ay niña mentirosa, debiste conocer un montón de restaurantes y chefs que cocinaran mejor que yo.

-Sigue sin haber alguien que iguale tu comida.

Y lo digo enserio. Conocí muchos lugares en Europa pero les faltaba ese sazón hogareño de mi nana. No sé, tal vez era la nostalgia del querer regresar pero ninguna comida se comparaba a la de ella.

-Bueno, bueno, me compraste-accede-¿Qué quieres que te prepare?

Rápidamente mi sonrisa se ensancha como el gato de Alicia en el País de la Maravillas.

Por cosas como estas amo a mi nana.

-Lasaña-digo como una niña.




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