Después de que me revelara que era casada me evité la pena de buscarla y duré bastante tiempo sin buscarla, y en ocasiones, lo acepto, le saqué la vuelta. Pero el destino no se puede evitar y tarde o temprano sucedería un nuevo encuentro entre ella y yo.
– ¡Hola Ray! – esas fueron sus palabras cuando me la topé frente a frente en los estantes de la biblioteca – parece que me has estado evitando.
– ¡Buenas tardes Amanda! no ¿Cómo crees? he estado muy ocupado y no he tenido tiempo para contactarte, además ni me diste tu número de teléfono – intenté ser convincente, pero se me notaba nervioso. Al final opté por invitarla un café y platicar un poco.
Al llegar a la cafetería ordené unos de los cafés más buenos del mundo de vainilla con coco-nuez, y ella pidió un chocolate junto con una rosquilla de fresa. Nos sentamos en una esquina a platicar sobre diversos temas, y yo le conté sobre una noche donde fui a una fiesta con mis primos a unas granjas fuera de la ciudad, yo ya quería de bajarle a mi alcoholismo pero por esa ocasión hice una excepción y me dejé llevar. Hasta casi logré conseguir una cita.
–En serio, ¿Porque no le pediste el número a la chica? – ella iluminaba el lugar con su sonrisa.
–No sé, no lo sé – dije tomándome la cabeza pero sin dejar de sonreír – sabes es que no tenía auto para regresar a casa y el único que llevaba su auto se regresó a las dos de la mañana, no me quería devolver caminando supongo –agregué con un tono sarcástico – Y tú, ¿Cómo vas con tu vida marital?
Su rostro se ensombreció y fijo su vista en el fondo del vaso, sus ojos se empañaron. Creo que en ese momento no imaginaba lo que diría, pero su revelación me haría muy feliz, pero también me sentiría triste por ella. Vaya, dos emociones que contrarían por una misma confesión. Levantó su mirada, pareciese que se quebraría ahí mismo y rompería en llanto.
–Me separé hace dos semanas.