Cuando estábamos más tranquilos pensé que Amanda debería de hablar con su mamá para que le dijera que estaba bien, además me contó que ellas dos se llevaban muy bien cuando vivían juntas y solían salir de paseo para distraerse. Esto sería lo primero que haría para ayudarla, le devolvería una parte importante de su vida pasada, su mamá.
– ¿Sabes que deberíamos de hacer? – Le preguntó inquiriendo que ya tengo la respuesta – deberíamos de buscar a tu madre, sería muy beneficioso para ti, te ayudaría mucho volverla a ver.
– No, no la vamos a buscar – dice de manera tajante.
– Ándale, te sugiero que vayamos el sábado por la mañana para que puedas regresar al trabajo, yo te acompaño – insistí pero de nada sirvió porque siguió firme en su decisión y no pude hacer nada para que cambiara de opinión, argumentando que no sabía si seguían viviendo en el mismo lugar ya que podrían haberse mudado. – Entonces márcale, supongo que aun tienes su número.
Amanda me miró y contesto con un gesto afirmativo, tomó su teléfono se quedó pensativa viendo la pantalla por unos segundos, tecleó un número y después de unos segundos marco y lo llevó a su oído, esperó un momento mientras redirigían la llamada, se despegó el teléfono y me miró de nuevo.
– Manda a buzón – dijo con los ojos llorosos – probablemente cambió de número.
En el fondo la entendía, no había manera de comunicarte con tu madre y la única manera de tener contacto de con ella era volver al lugar de donde huiste y encontrarte con la persona que más daño te ha hecho en la vida. Esto era muy difícil para ella, pero estaba dispuesto a estar ahí para acompañarla y ayudarla, le devolvería parte de su vida, le regresaría parte de su felicidad.
– Deberíamos ir a casa de tu madre – vuelvo a sugerir.
– Ya te dije que no – respondió mientas se ponía el pantalón.