– Entonces busqué un nuevo lugar y no tarde en encontrarlo – dijo Amanda – por eso quería mudarme. Algunas veces pensé en contártelo pero desistí y decidí que era mejor no comentarte nada y evitar problemas entre tú y yo. Ya vi que me equivoqué.
Cuando termino de explicarme la razón por la que dormían juntos, me sentí un poco culpable, me disculpé y nos pusimos en marcha con su mudanza. Amanda saco de su bolsillo las llaves de la casa y las puso sobre la cama, debajo de estas una nota donde le agradecía su hospitalidad a su amigo. Caminamos por unos quince minutos hasta llegar a una casa de un color verde, se podía observar una buena cantidad de plantas muy bien cuidadas, este simple echo la hacía resalta por tan sublimes adornos. Tocamos el timbre y casi de inmediato salió una viejecita de unos setenta años, abrió la puerta y nos invitó a pasar con mucha generosidad. Pronto comencé a creer que era el lugar perfecto puesto que la señora era muy amable y atenta, además vivía sola y se harían compañía una a la otra. Después de unos instantes nos invitó a tomar una taza de café mientras platicábamos de temas triviales y un poco vacíos, con el tiempo me venció a la curiosidad por saber de su persona y decidí preguntar algunas cosas personales, puesto que le había adquirido cierta confianza en los minutos que llevaba en su residencia.
– Disculpe mi atrevimiento, pero, ¿Usted tiene familia, me refiero a esposo, hijos, hermanos?
Al parecer tomé desprevenida porque hizo una cara que parecía que me echaría en los próximos cinco minutos, pero se relajó enseguida y volvió a ser la viejecita inofensiva.
– A claro, – respondió mientras daba un sorbo a su café – hace bastante tiempo estuve casada con un maldito, con el tuve tres hermosas hijas. Un día me demando sin ninguna excusa argumentando que yo estaba loca, y me arrebato a mis tres pequeñas, mientras que a mí me refundían en esta casa sin ninguna razón, no me quejo mucho porque él se hace cargo de todo aquí, desde los servicios hasta la despensa. Me molesta lo que hizo pero ya no hay marcha atrás. Además disfruto esto, me doy mis escapadas, ya sabes a lo que me refiero.
Me sorprendí al escucha a la arrugada mujer con dicho comentario, me revolví en el asiento para evitar mirarla, pero ella habló de repente sacándome del trace.
– ¿Por qué la incomodidad?, Si yo también fui joven al igual que ustedes y aprendí varias actividades que les gustan practicar a su edad principalmente – yo estaba a punto de ahogarme con mi propio café, mientras Amanda me miraba divertida por mi reacción, mientras la viejecilla seguía con su discurso – tal vez piensen que estoy un poco oxidada pero aquí donde me ven, hago mis buenos trabajos.
Comencé a toser, al escuchar eso último inevitablemente tragué el contenido de mi taza que se desvió rumbo al diafragma ahogándome sin remedio. Amanda me dio suaves golpecitos en la espalda hasta estar recuperado. Me senté de manera erguida y continué como si nada.
– Me alegro que aun tenga esa fuerza de juventud – dije de manera despreocupada y arremetí con otra pregunta para desviar de tema - ¿Y la visitan sus hijas de vez en cuando?
– La verdad hace bastante tiempo que no tengo contacto con ella – revolvió el café haciendo pequeños círculos en el aire con la taza – la última vez que las vi fue en una boda de ellas, jamás me avisaron que se casaría hasta que vinieron a recogerme. Fue una buena noche, la fiesta estuvo muy buena, me escape con un tipo al cual le pagué una buena suma para tener un encuentro con él, fue una de las mejores faenas de mi vida. A la mañana siguiente regresé pero todos estaban enojados conmigo, habían puesto todo patas para arriba buscándome, al verme llegar me reprendieron y desde entonces no me permiten ir a ninguna de sus reuniones familiares y tampoco me han visitado.
Ella tomó el último trago de café como si nada pasara, empecé a creer que realmente estaba no estaba realmente en sus cabales, pero aun así la compañía de otro ser humano le haría bien. Me levanté un poco incómodo con la conversación y busqué alguna excusa para irme del lugar.
– Le agradezco su hospitalidad, el café estuvo delicioso – al mismo tiempo le hice señas a Amanda para que me acompañara a la salida, mientras mi mente hurgaba alguna evasiva para ausentarme – me tengo que retirar, tengo un proyecto de escuela y tengo que terminarlo, hay vendré otro día a visitarlas.
Salimos de la casa y también me despedí con Amanda y me fui del lugar. Tal vez ella esperaba pasar la noche conmigo pero después de lo acontecido necesita pensar bien las cosas de una manera de no lastimar a Amanda y aparte a ayudarla a recomponer su rumbo.