Pasaron dos días para volver a verla, nos citamos por la tarde en un restaurant al salir de clases, Amanda tenía el tiempo muy restringido pues necesitaba llegar a su empleo antes de las tres y media, dejándonos con solo una hora para platicar. Llegué angustiado a nuestra cita, no sabía cómo reaccionaría después de haberla abandonado por este lapso de tiempo, sin comunicarme y sin dar rastros de existencia alguna. Quería disculparme y recuperar su amistad, quería recuperarla.
Al entrar al restaurant la vi sentada en una mese en el centro, estaba radiante, llena de la belleza que la caracterizaba, pareciese que se hubiera hecho un nuevo corte de pelo y se veía espectacular. Caminé en su dirección, Amanda de inmediato noto mi presencia, su luz se apagó de repente, o tal vez yo no la podía ver por lo agobiado que me encontraba, mis preocupaciones nublaban mis pensamientos.
– Hola – saludé cuando estuve en frente de la mesa, mientras apartaba una de las sillas.
– Hola – contestó con una sonrisa, eso despejo algunas de mis inquietudes y decidí actuar normal como todo el tiempo lo he hecho.
Sabía que debía abordar el tema que me daba vueltas en la cabeza y tenía que disculparme de inmediato para aprovechar los minutos que teníamos. Lo principal era convencerla de que volviera casa de su mamá pues consideraba que era un lugar donde ella estaría tranquila junto con sus seres queridos a pesar de su padre. Planeé una estrategia para abordar este tema y salir victorioso en dicha proposición.
– Ya conseguí un lugar para quedarme – dijo destruyéndolo todo – fue con unos de los compañeros de trabajo, me ofreció una cuarto en su apartamento y lo puedo sellar desde adentro y nadie puede abrirlo. Me pareció un buen trato y además está un una ubicación céntrica que me facilitara las cosas, así que acepté, era justo lo que estaba buscando.
– ¿Otra vez? – sentí que el mundo se me vino encima, ¿No había aprendido nada de las situaciones anteriores? – Discúlpame pero ya has pasado por esto antes y nunca terminan bien. Me parecería mejor que vuelvas a casa de tu mamá.
– Ray, de nuevo con lo mismo. Ya te lo he dicho muchas veces que se lo que hago, no tienes nada de qué preocuparte, además a mi compañero ni le intereso, solo lo hizo porque necesitaba la ayuda y podía dármela – pensó un momento y continuó – aparte concluí en mudarme porque en casa del taxista también vivían tres personas más, todos hombres, me sentía muy incómoda en ese lugar. No tardó mucho en que uno de ellos comenzara a acosarme y a insinuárseme en todo momento, yo lo evitaba, le comente esto a un amigo del trabajo y el me ofreció ese cuarto solo compartido gastos por igual de la casa. Te cuento esto porque creí que era necesario que lo supieras, considerando la reacción que tuviste la última vez, y no te culpo debí decírtelo desde el principio. Además no pienso a volver a casa de mamá mientras papá resida en ella.
– Perdón por todo, no debí juzgarte sin antes saber lo ocurrido. Y también te pido perdón por no estar para ti en esta difícil semana, solo quería reflexionar y en ese tiempo pasaron varias cosas graves y no estuve para ayudarte.
– No te preocupes Ray, entiendo que necesitabas estar solo, y sobre lo que paso es pasado. Todo se solucionó – con un gesto de su mano acaricio mi cara y enseguida revisó la hora – tengo que irme, casi es hora. Me agradó aclarar nuestras diferencias.
– Se me olvidaba, necesito contarte algo muy importante que logré esta semana – Amanda se volteó de inmediato y pregunto por ello – no comas ansias, lo sabrás el jueves a las siete, en mi casa. Se puntual.
Hizo un puchero pero asintió sin más, se le hacía tarde y no podía quedarse a discutirlo. Mientras se alejaba mi mente comenzó con un nuevo plan para regresar a Amanda a casa de su mamá, esta vez no iba a fallar.