Habían pasado algunos días desde la graduación, y la emoción todavía flotaba en el aire. Amanda se arregló frente al espejo, lista para encontrarse con Julie y Samantha en el restaurante “Estrella del Norte”, uno de sus lugares favoritos desde la universidad.
Al llegar, sus amigas ya estaban sentadas en una mesa junto a la ventana, con copas de jugo espumante y sonrisas sinceras.
—¡Al fin llegó la doctora más tardona! —bromeó Samantha, levantando su copa.
Amanda rió mientras tomaba asiento.
—No me juzguen, todavía estoy saboreando lo que es dormir más de cuatro horas por noche.
Brindaron entre risas por los años compartidos, los logros, los fracasos, y la esperanza del futuro. La conversación fue girando naturalmente hacia lo que vendría.
—Bueno… —empezó Julie— ya firmé contrato con el Saint Mark’s. Empiezo en dos semanas.
—¡Felicidades! —exclamó Amanda.
—Y yo en el General del Norte —agregó Samantha con orgullo—. Me asignaron al área de emergencias.
Amanda sonrió, pero su silencio fue notorio. Ambas la miraron.
—¿Y tú, Amanda? ¿Tuviste entrevistas?
Ella respiró profundo y les devolvió la mirada con honestidad.
—Todavía no encontré nada… pero no me voy a rendir. Algo me dice que lo mejor aún está por llegar.
Sus amigas asintieron, sabiendo que Amanda siempre había sido perseverante, incluso en los momentos más duros.
Justo cuando pensaban pedir el postre, el cielo sobre el restaurante se iluminó con una intensa luz blanca azulada. Todos en el local miraron por la ventana. La luz se movía con rapidez, descendiendo como una estrella fugaz descontrolada.
Amanda se levantó, sintiendo un extraño cosquilleo en la nuca. La luz se hacía más brillante, más cercana… y entonces, impactó directamente sobre ella.
Una ráfaga de energía la rodeó, y sus ojos se tornaron completamente blancos. Todo el restaurante se quedó en silencio. Luego… oscuridad.
Dentro del Orbe
Cuando Amanda abrió los ojos, ya no estaba en el restaurante. Todo a su alrededor era un espacio oscuro y estrellado. Flotaba en un lugar sin gravedad, donde el tiempo parecía detenido. Frente a ella, suspendido en el vacío, flotaba el Orbe Eternium.
Una voz profunda y resonante habló sin mover labios, pero llenando cada rincón de su mente:
—Amanda Wallace… has sido elegida.
—¿Qué… qué está pasando? ¿Dónde estoy? —preguntó ella, girando sobre sí misma.
—Estás en la conciencia del Eternium. Soy un poder antiguo. He tenido muchos portadores… pero mi historia reciente está manchada de tragedia.
Fragmentos de imágenes comenzaron a aparecer ante ella:
Primero, un hombre de ojos rojos, rodeado de fuego, con un aura oscura: Xadron.
Luego, otro ser imponente con armadura brillante y alas negras: Guardian X.
Ambos luchaban, sufrían… y finalmente, caían.
—Ellos me usaron con nobleza… pero fueron consumidos por el poder y por el destino. Tú, Amanda, eres mi última elección. La última esperanza.
—¿Por qué yo? No soy una guerrera… ni siquiera tengo trabajo —dijo Amanda, con voz temblorosa.
—Tienes lo que los otros no tuvieron: humildad, fuerza interior… y humanidad. El destino del Eternium y de los mundos conectados depende de ti ahora.
La luz del orbe envolvió a Amanda, y poco a poco fue desapareciendo mientras su cuerpo era devuelto al restaurante.
Cuando abrió los ojos, estaba de nuevo en su asiento. Julie y Samantha la miraban con el rostro pálido y los ojos llenos de preocupación.
—¿Estás bien? ¿Qué fue esa cosa? ¿Te desmayaste?
Amanda parpadeó varias veces. No tenía respuestas claras, pero algo dentro de ella… había despertado.
—Estoy bien —susurró, mirando por la ventana al cielo estrellado—. Muy bien, en realidad.
Y aunque no lo decía en voz alta, lo sabía:
su vida acababa de cambiar para siempre.
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Editado: 17.08.2025