A pesar de que la joven transformó su postura débil en una actitud reacia y auto suficiente que creó un caparazón a su alrededor, pronto esta se derrumbó por la poca convicción predispuesta en su alma. Era complicado fingir tranquilidad cuando su corazón se despedazaba con el paso de los segundos. Fue cuestión de tiempo para que nuevas lágrimas surcaron sus mejillas sonrojadas, empapando su rostro con un líquido transparente producto de su dolor. Como una cruz adicional a su tristeza, a Yūme la atacaban los recuerdos del pasado; momentos infelices donde lloró dentro de su habitación por la febril indiferencia de su querida madre; aquella mujer de hierro que casi siempre evadía sus preguntas acerca de su origen.
Como la niña buena que siempre fue, la pequeña Yuu —esa era la manera que utilizaban sus familiares para llamarla en honor a su abuela materna— supo comprender el silencio otorgado por parte de su mamá. Apacible y alegre esperó el pronto desenvolvimiento de su madre, tal vez cuando la tristeza hubiera desaparecido, quizá ella hablaría de su padre; porque aunque fuese una niña, la pequeña deducía que para la indomable Hiraku era difícil recordar a la persona que tanto había querido.
Yūme le perdonaba sus desplantes en las fechas más importantes de su vida, le perdonaba su excesiva protección y los encierros en su casa, le perdonaba los constantes viajes al interior del país que traían como consecuencia un abandono inevitable, le perdonaba separarla de Zhou Mi en la edad que más lo necesitaba, le perdonaba haberla hecho llorar como una tonta sobre la tumba de un extraño del que ni siquiera leyó el nombre. Le perdonaba todo, pero jamás, así viviera diez vidas, le perdonaría la negación hacia su padre. Alejarla de él era una acción imperdonable que no se olvidaba de la noche a la mañana. Su madre le debía muchas explicaciones, que en su debido momento buscaría.
La joven no entendió como sucedió, pero nuevamente reposaba en los cálidos brazos de su salvador; el hombre amable que acariciaba sus dorados cabellos mientras le susurraba palabras tranquilizadoras que surtían un dulce efecto en su interior. Una sonrisa apagada se formó en el rostro de Yuu; gracias a la providencia encontró a una persona buena que la salvó de un accidente.
—Muchas gracias —musitó contra su pecho, atormentada por los recuerdos del pasado.
—No tienes por qué agradecerme. Era mi deber protegerte así pusiera mi vida en peligro —respondió con suavidad y una pizca de dulzura. Haciendo un leve esfuerzo alejó a la chica que sin querer estaba perforando un profundo hoyo en su corazón. Él se levantó de la autopista y estiró una mano para ayudarla. Los ojos de Yūme brillaron al admirar su expresión de complicidad. La chica se sostuvo de su mano, procurando no soltar a Urón. Solo unos estirones fueron suficientes para que estuviera de pie.
Kyuhyun quedó encandilado por el esplendor de su belleza primaveral; no era necesario tratarla mucho para saber que era una chica inocente. Inconscientemente, deseó que algún día Henry sentara cabeza con una mujer igual a ella. De manera involuntaria avanzó unos pasos y le dio unas palmaditas en la cabeza.
—Pero que escena tan conmovedora —dijo un silencioso Siwon, mientras unos fuertes aplausos llenaban el ambiente de sonidos pausados y claros—. Casi me hacen llorar de la emoción —soltó irónico antes de que un fuerte hipo callara sus impertinencias de borracho. El alcohol se le había bajado un poco, pero la brisa nocturna empeoró su estado.
Kyuhyun blanqueó los ojos fatigado por su comentario, Siwon podía ser su mejor amigo, pero en momentos como ese se cuestionaba la razón de soportaba su infantil comportamiento; si Yūme no hubiera estado presente lo más probables es que una nueva riña se desatara entre ambos. Yuu que permanecía inmóvil dejó de observar al señor Cho para concentrarse en el atractivo hombre que los examinaba con curiosidad.
La joven sintió un remezón explosivo bajo sus pies cuando sus ojos hicieron contacto por unos breves segundos; fue una sensación inexplicable que invadió, una emoción acelerada que le dio vueltas toda la cabeza, un mareo interminable que finalizó en el estallido gutural de su alma. Una flama apagada se encendió al instante por motivos desconocidos ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué sentía tantas emociones profundas? Ella volvió a mirarlo y las cosas empeoraron; Yuu podía pecar de inexperta —tener una madre que odiaba a los hombres era la mejor manera de cortar cualquier posible interacción con las personas del sexo opuesto—; sin embargo fue fácil para ella dejarse deslumbrar por tan hilarante personaje. Quedó prendada. Aquellos hermosos cabellos negros, lacios y aparentemente, suaves al tacto, la envolvieron en una nube esponjosa que la transportó a un universo diferente. Ese traje impecable y elegante lo hacían parecer una persona sobrenatural; esas pupilas oscuras y latentes de pasión, consumieron su corazón. Además, el aura de superioridad que lo rodeaba, eliminaba cualquier competencia. Él era único.
Algo similar ocurrió en el impenetrable corazón de Siwon. Al instante que la vio, una fecha envenenada con amor, lo atravesó y supo que había encontrado lo que con ahínco buscó durante tantos años: algo reluciente en aquellos ojos brillantes por las lágrimas aceleraron sus latidos, tornándolos irregulares; ese rostro perfilado y tallado con cuidado terminó por sumergirlo en un caldero lleno de pétalos perfumados, ese pequeño ángel alcanzó confundir sus sentimientos; no fue una simple atracción física y pasajera. No. Fue algo más intenso.
—Buenas noches —titubeó ella al verlo acercarse más de prisa. Abrazando a Urón, agachó la cabeza para desviar la mirada de esos penetrantes ojos cafés, que estaban enloqueciendo su mente. Cuando Yuu tuvo la valentía se alzar los párpados, encontró frente a ella al impresionante sujeto que había trastocado su sistema.
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Editado: 25.07.2021