—Hola, mi preciosa.
Por un momento, sintió vergüenza de que su voz sonara peor que un chillido del motor de auto averiado. Las manos le sudaban, formando copiosas gotas, y sus piernas flaquearon en cuanto ella paseó sus gráciles ojos azules por su rostro. El efecto adormecedor que lo recorrió de extremo a extremo, traicionaba el tino con el que actuó frente a otras mujeres. ¡Maldición! En un par de meses, ella consiguió modificar su toque sofisticado de caballero, para transformarlo en un hombre desconocido: uno que soñaba despierto.
Cuidando no parecer desesperado, la examinó disfrutando los espacios de su perfilado rostro, que lo saludaba con una hermosa sonrisa. Ella lucía fantástica, hermosa, divina usando ese chaleco de hilo blanco, que combinaba con su envidiable cabello rubio. Algunos de esos mechones rebeldes, que deseaba tener entre sus dedos, caían a los lados de sus mejillas, acariciando su piel con suavidad.
—¿Qué haces aquí? —con un gesto sutil, lo invitó a pasar a su casa luego de formular tan poco cortés pregunta.
—Quería verte —confesó dando pasos dentro de la casa. Hiraku sonrió afable, para al final cerrar la puerta. Aunque sus amigos pensaban que era una incitadora, ella no conocía los sentimientos de SeungHyun—. Además, vine a contarte algo que quizá te... —guardó silencio para crear cierta expectativa entre los dos.
—¿Sucede algo malo? —en su interior rogó que no fuera así. Lo que menos deseaba eran más problemas en su ya ajetreada vida.
—No te alarmes, preciosa. No ocurre nada malo —le dijo con tono tranquilizador, al denotar su visible preocupación—. Hace unos días contacté a un amigo muy confiable y él accedió a buscar a Yuu. Él un excelente investigador —amplió su gesto amistoso—- La encontrará muy pronto o te juro que dejo de llamarme Lee SeungHyun.
—SeungHyun… —se veía tan ilusionado mostrando ese lado filántropo, que para ella fue cruel decirle que ya tenía a tres personas especializadas buscando a su hija y que ninguno de ellos fue capaz de dar con su paradero—. Eres un amigo maravilloso. Gracias por lo que estás haciendo.
Simplemente, un amigo... SeungHyun se acostumbró a escuchar ese apelativo por parte de la mujer que quería; sin embargo, no le importaba esperar una eternidad completa con tal de recibir el corazón de su reina como recompensa, ¿Qué significaba el dolor cuando el premio era disfrutar una noche en el paraíso? A él, poco o nada le interesaba lo que fueran a decir sus abuelos más adelante, al conocer sus planes. Quizá lo desheredarían, porque su mayor ilusión era casarse con una mujer que tenía un árbol genealógico nada definido, era doce años mayor que él, estaba divorciada por Dios sabía que motivo, y también, tenía una hija adolescente, perdida en cualquier ciudad de Francia.
Durante años rechazó cualquier matrimonio conveniente para su familia. Nunca le agradó la idea de vivir junto a alguien que no amara. En contraposición, en ese instante, no deseaba ignorar los impacientes latidos de su corazón, que le pertenecieron a una mujer desde el preciso segundo en el que la vio sentada en aquel columpio. La amó y seguiría amándola con el mismo ímpetu por el resto de su vida. Por primera vez en su ordenada existencia, tenía la imperiosa necesidad de protegerla y besarla hasta provocar que su alma abandonara su cuerpo. Y aunque era imposible, SeungHyun lucharía por enamorarla.
—¡¿Qué hace ese idiota aquí?! —farfulló LeeTeuk, estando en la parte superior de las escaleras, al descubrir a Hiraku platicando con SeungHyun. Su voz fue un refunfuño imperceptible, que no tuvo relevancia para ellos dos, que continuaron su conversación sin interrupciones—. Ese moscón me cae mal. Es un idiota que solo quiere abrirla de piernas —a paso acelerado y con la vena de la frente hinchada del grosor de un dedo, Teuk bajó cierto número de escalones a paso acelerado.
—Basta LeeTeuk —el tono modular, parecido al agua de manantial, provocó que LeeTeuk volviera el rostro enmarañado de enojo. KangIn no comprendía la razón de estar cautivado por una persona de tan mal carácter, con sus defectos y las canas, que muchas veces le sacaba mientras dormía, él seguía amándolo igual que la primera vez que lo vio paseando junto a su hermana—. Pareces el padre de Hiraku —LeeTeuk gruñó, imitando a un perro rabioso al oírlo tan desfachatado—, ella es bastante madura para saber qué hacer con su cuerpo... Si quiere acostarse con SeungHyun es su problema; no el tuyo.
Para KangIn era más razonable domesticar langostas antes de pensar que su hermana podía retozar con ese muchacho de treinta años. Y así se tratara de alguien de su edad, le parecía muy estúpido pensar que ella compartiría la cama con un hombre.
—¿Qué? ¡No! —su amiga con ese moscón arrastrado y millonario ¡Nunca!—. Saldrá herida otra vez —temblaba de pavor al visualizar la imagen desvalida de su Hiraku, llorando por los rincones, destruida y preguntándose una y otra vez qué diablos había hecho mal para acabar con el amor de su vida. Él no quería que ella sufriera un martirio similar una segunda oportunidad. Primero muerto antes de permitir que empezara una nueva relación amorosa—. Todos estos años ha estado sola. No necesita a nadie para ser feliz —dijo como última palabra en su discurso.
—Claro que no necesita a nadie —su tonto personal nunca comprendería su argumento y menos teniendo la mente tan cerrada respecto a los posibles amoríos Hiraku. No planeaba quitarle mérito, ya que años atrás LeeTeuk fue el primero en oponerse a que ella se casara. Jamás lo dijo a viva voz, mas no le era muy ameno saber que ese hombre sería el "valiente" esposo de su mejor amiga. No le gustaba aceptarlo; no obstante, él tuvo absoluta razón en aborrecer a Zhou Mi—. Sería bueno que rehaga su vida con un hombre que la amé de verdad.
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Editado: 25.07.2021