Uno de los policías que se encontraba custiodiando a los supervivientes, se aclaró la garganta una vez más para evitar tocer para arruinar la finalización del relato de cada uno de ellos, las lágrimas no tardaron en llegar, luego de que Franco, se diera cuenta de que todas aquellas personas que lo rodeaban habían sido peones en el suceso que—a parte de traumarlo por años— acabó con su futuro academico.
Franco Nievas había sido quien había llamado a la policía aquella mañana, cerrando las salidas de Valentino y su macabro plan. el joven Franco, había permanecido tanto tiempo con el cadaver de su director que sus frios y lechosos ojos que lo miraban sin ver, le dejaron esa perseguida sensación en su nuca, algo que llevó durante años, incluso después del suceso que terminó cuando el colegio superior Faustino cerrara sus puertas definitivamente. Había ganado el encuentro con aquella muerte llamada Valentino Lisboan, sin embargo, los sentimientos, el trauma y el miedo a los sucesos impredecibles de la vida misma le destruyeron, abandonó la secundaria, no quería ver ningún colegio nunca más, ni siquiera un psicólogo podía ayudarlo, pues la ultima vez que se había animado a actuar ante sus propios miedos fue cuando su temblorosa mano sostuvo el teléfono de la sala directiva mientras le hablaba a un desconocido policía.
—Entonces...esto no puede ser una casualidad—Mencionó Franco con un nudo tan grande en la garganta que sus pávidas palabras se desvanecían antes de ser oídas.
El detective Barroso caminaba contento, pero desde su frio y calculador punto de vista, tenía un rostro completamente serio, se le estaba haciendo imposible aguantar las repulsivas ganas de sonreir una vez más.
~tengo el caso resuelto~se dijo a sí mismo en su cabeza, para luego detenerse seco en medio de la habitación, rodeado de aquellos rotos sobrevivientes. Una alarma irritante salía del bolsillo de su pantalón de vestir, como agua estancada de un pozo, como un fuerte sonido que buscaba ser escuchado por la fuerza. "¿Quién pondría una alarma a esa hora del día?" se preguntó más de uno de los sobrevivientes, en busca de callar los otros pensamientos de sus cabezas no resilientes, pues en la realidad se necesita mucho más que ganas de transformar el dolor para poder superar un trauma....en el cual tu vida corría peligro.
Algunos de los miembros del cuerpo de policías se miraron confundidos, diciendose tanto por el simple sonido de la alarma, ellos ya lo habían escuchado antes, tanto así, que sabían que le servían de recordatorio al misterioso detective, quien tras luego de treinta largos segundos de silencio, volvió a caminar, al rededor de todos, más rápido que antes, mirandolos a los ojos, uno a no, en silencio, sintiendo más que lágrimas chocando con el suelo para desaparecer.
—Si no es Valentino quien nos trajo aquí.... debe ser alguien cercano a el—Mencionó Franco—. Nadie más que el sabe que yo... que yo era un alumno del colegio superior Faustino.
Franco cerró sus ojos ante el silencio de sus cercanos, tampoco quería verlos llorar, no quería ni imaginarse por lo que habían pasado ellos en su propio salón mientras el servía de casero para el cadaver de su director. Inesperadamente, un pensamiento fuerte le pasó por la cabeza como una flecha perfectamente apuntada.
~Según este detective, Valentino murió hace tiempo... ¿pero quien me obligó a ir al hospital? ¿fui secuestrado? ya ni siquiera puedo recordar como fue que llegué a todo este problema, de alguna manera prefirió no asesinarme... tal vez entonces si sea verdad y Valentino está muerto, pues el me habría asesinado sin dudarlo. Después de todo, fue mi culpa que el terminara en paradero desconocido sin terminar con sus planes" Pensaba Franco con desesperacion, mientras el detective Barroso apoyaba una de sus manos sobre el hombro del muchacho.
—Bien...—Dijo el detective—. Ahora que pudieron hablar de su tan guardado pasado, me gustaría que se esfuercen por recordar algo mas de lo que sucedió aquella noche.
Mientras tanto, en algún salón del colegio superior faustino, las hermanas Alonso ideaban un ingenioso plan de escape sea cual fuera la situación que se presentara si llegaba a volver la persona que las había puesto en aqella situación.
Paola toció con fuerza, ahí dentro le faltaba el aire, estaba tan cerrado y sucio que se podía afirmar que la mitad de lo que ahí viajaba no era más que polvo y hongos. Veronica dejó de patear la puerta, se quedó perpleja viendo la puerta, que estaba casi completamente tapada en mugre, sus respiraciones comenzaron a acelerarse, desesperada miró a su alrededor, en un segundo se volvió a ver como preceptora... lo había notado, se encontraba en el colegio superior faustino, el disparo, las amenazas y el sufrimiento le golpearon su cabeza en un parpadeo, se arrodilló con fuerza mientras lloraba con sus ojos y boca abiertos, su hermana no tardó en auxiliarla, pero pronto comenzarían a comprender la situación.
Pablo Bravo, quién tambíen se encontraba en la abandonada institución, se cansó de luchar gritando para descubrir que después de todo, solo hizo falta unos cuantos empujones más para poder desatarse los nudos que lo mantenían preso en aquel lugar. Era extraño, tanto que parecía intencional, era imposible que se hubiesen tomado el trabajo de secuestrarlo para luego atarlo de una manera sencilla... no dejaba de pensarlo, ya lo había afirmado, aquello era intencional, una posible trampa de su secuestrador.
Caminó con debilidad hasta la puerta, manchando sus palmas al tocarla de un negro sucio y polvoriento, la puerta estaba abierta.