The Rasmus - Justify
Dirijo al resto de mi ejército a las puertas del castillo del cielo, ahora mismo todo me parecía muy lento, mis alas queman de estar en movimiento por tanto tiempo y sin descanso, pero era lo de menos. Las bato con más fuerza y caigo de picada a las puertas que resguardan el interior.
—¡Déjame entrar!
Grito mientras golpeó con mi cetro, pero no se abre fácilmente.
—¡Déjame entrar! Si vas a castigar a alguien que sea a mí.
Tonta Lilith, hace cientos de años atrás conocí a un prometedor humano, que decía que los buenos en la tierra eran los que más rápido caían y que el ser humano debía aprender a ser malo.
Tu debías aprender eso, no por mi, sino por ti, para sobrevivir. Mírate, la hija de la creación golpeada por sus propios súbditos. Debías saber que es mejor ser temido que amado, todos me temen, pero tú me amas... Me amaste.
Pero todo eso no me sirve si no te tengo.
Golpeó una y otra vez con mi cetro, pero nada sucede,
—¡Dios!
Era cierto lo que dicen en la tierra, todos gritamos a Dios cuando estamos desesperados. Cuando queremos algo.
Me alzó de nuevo con mis alas, preparo todo mi poder en la punta de mi cetro y lo posicionó frente a las puertas que me apartan de ella. Un rayo de poder resplandeciente se escapa de mi cetro y empieza a quebrantar lentamente la barrera invisible que protege el castillo.
Uno de mis ojos se tiñe de rojo y la sangre desborda, manchándome la ropa, eso no me detiene, solo hace que vuelva más fuerte mi poder.
Siento que mi cuerpo se calienta de una forma abrazadera como si estuviera dentro de una esfera de fuego sigo mandando todo mi poder hacia la barrera. Un cuerno me brota del lado izquierdo de la cabeza. Detengo por un segundo el ataque y lo reanudó con más fuerza hasta que escucho el estallido silencioso de la barrera y la veo romperse como si fuera un polvo fino entre el aire.
No lo dudo más y vuelo rápido hacia su interior, mis pensamientos y mi corazón me guían sin demora a esa sala donde entró abriendo las puertas con la fuerza de mis brazos que apartan todo a su paso mientras mis alas no se detienen a pensar donde seguir.
En la sala me encuentro con el Creador, mis alas se frenan frente a él y lo tomo de los hombres para estamparlo contra la pared, pero se libera fácilmente y me tira a un lado sin ninguna dificultad.
—¡Donde esta ella! ¡Devuélvemela!
—Demasiado tarde, Lucifer. Ella ya pagó la salvación de tu alma a cambio del enorme precio de la suya.
No podía aceptar eso, ella no podía haber desaparecido de esta creación, nadie con su poder, con su rango, nadie que no fuera toda ella, podía desaparecer.
Mi cuerpo tiembla al tratar de percibir su aura y encontrarme sin nada, trato de escuchar sus pensamientos, pero solo el silencio me habla.
—¡Ah! Te maldigo. ¡Lilith!
Golpeó el suelo con fuerza, una grieta se abre por el impacto y mis lágrimas caen al suelo, siento como mi ojo es lavado lentamente por el nuevo líquido que no deja de salir como si fuera un río que no tiene una desembocadura. Sabía que nunca podría ganarle, porque simplemente el también es el responsable de mi creación solo que a mí no me amo tanto como a quien si considero su hija.
Levanto la mirada colérico y lleno de ira tiro ráfagas de mi poder desde el cetro, pero con un simple de movimiento de mano se desvanecen en el aire sin tocar al creador.
—¡Mátame! —le grito mientras lo tomo de la ropa— mátame por favor. —lo suelto lentamente y me alejo unos pasos de él.
—¿Qué caso tendría todo esto entonces? Ella murió para darte un mundo.
—¡Pero yo no se lo pedí! no concibo un mundo sin ella. —mis ideales me gritan que no lo haga, pero mi sentir me hace arrodillarme ante el creador sin dudarlo— mátame por favor.
—No, ese será tu castigo. Vivir eternamente en un mundo donde no está ella, mejor dicho, ese será nuestro castigo. ¡Ahora ve, gran príncipe Lucifer! —su exaltada voz se vuelve un susurro a mis oídos— Reina en la oscuridad y deja descansar a las almas, porque créeme. Que ni viva o muerta ella tocará el infierno. Su alma me pertenece, tú me perteneces, pero el amor me hace tenerte misericordia, el amor que le tengo a ella. Y una promesa es una promesa.
Sus manos se presionan contra mis hombros y su fuerza es brutal, me mantiene arrodillado contra el suelo.
—Mi querido príncipe, jure que habría un primer y último ángel caído, ese título siempre le pertenecerá a ese ángel que será nuestro tormento, así que hoy también pierdes tu título, y te coronó como Lucifer, pecado capital de la Soberbia. Desde hoy y hasta el fin de los tiempos, serás llamado un demonio. El demonio que peleó contra el cielo y perdió.
Siento como mis alas empiezan a quemar tortuosamente, cuando trato de levantarme mi cuerpo es apresado por cadenas que brillan y se ajustan con dolor a mi. Grito con fuerza cuando siento el vivo fuego quemarme las alas, me retuerzo en el suelo.
El creador se aleja lentamente hasta sentarse de nuevo en su trono, verlo a él, es como verla a ella esa primera vez, con una mirada penetrante y altanera.
—Solo el cielo, le puede ganar al cielo.
Mis ojos no quieren perderlo de vista, a medida que una brecha se abre en el suelo y mi cuerpo es mandado a caer en el vacío.
—¡Dios! —mi grito agudo va subiendo lentamente por mi garganta hasta resonar en cada rincón de la existencia— tráela de vuelta.
La caída libre termina cuando mi cuerpo se estrella contra el duro suelo de tierra y polvo, cuando eso pasa las cadenas se desvanecen, mis ojos se abren completamente cuando del mismo cielo veo varias brechas abiertas por donde caen un centenar de almas y demonios que había reclutado, te odio Dios.
Un par de seres alados llegan a mis pies, las lágrimas en mis ojos hace difícil distinguirlos, pero las voces son inconfundibles.
—Lucifer...