Dos días fue lo que tardó en llegar una nueva carta de El Consejo, citando a Lucien. Dos días de relativa paz. Dos días de prepararse.
—No te preocupes, Lucien —dijo Iván desde el teléfono—. Lo resolveremos rápido. Camila puede viajar contigo a la ciudad si quieres, y los niños, y esperarte en un hotel.
—No sé si quiero que viaje un bebé tan pequeño, no sé si es mejor eso o dejarlos aquí.
Cuando Lucien colgó miró a Camila, que había escuchado toda la conversación, en silencio.
—Creo que los niños y yo deberíamos quedarnos aquí —dijo ella al fin—, pero si no estás de acuerdo, si te sientes más seguro, iremos contigo.
Lucien suspiró.
—Sé que viajar con un bebé tan pequeño y además, siempre de noche, es un lío muy grande, pero me quedaría mucho más tranquilo, ¿me perdonarías por ser un tonto paranoico?
Camila soltó una risa amarga y asintió con la cabeza.
—¿Por querernos con locura? Sí, creo que podría —dijo tendiendo la mano hacia él—. Además, tengo una idea.
Lucien tomó su mano y la besó.
—Cuéntamela, mon amour.
—¿Quieres comprobar si hubiera pasado algo? Mintamos. No le cuentes a nadie, ni siquiera a Iván, que los niños y yo vamos contigo. Dejamos luces encendidas en casa y nos vamos contigo en cuanto atardezca. Si pasa algo o las cámaras del patio captan movimiento... quizá tengamos nuestra respuesta.
Lucien guardó silencio un momento, luego sonrió.
—Cielos, además de preciosa y encantadora, eres mucho más lista que yo.
Camila soltó una risa y puso los ojos en blanco, Lucien rio con ella.
—Lo haremos a tu manera, Cami. Ojalá la situación demuestre que solo soy demasiado precavido.
***
Salieron a la noche siguiente. Justo al atardecer. Camila entró con los niños al coche antes del atardecer, como Lucien le había pedido, y se mantuvo agachada en los asientos traseros. Él se encargó de dejar la luz del salón y del dormitorio encendidas para aparentar que había gente.
Cuando Lucien entró al coche no los miró hasta que hubo arrancado y salido del pueblo. El bebé era demasiado pequeño para entender nada y Mathias se lo tomó como un juego.
—¿Viste a alguien raro al salir?
—No —dijo Lucien con calma—, pero eso podría significar que se esconden muy bien.
Camila asintió y trataron de hablar de cosas más agradables el resto del trayecto. Antes de llegar al juicio los dejó a los tres en un hotel pequeño y agradable a varias calles.
—Descansa si lo necesitas. No me esperes despierta. Entiendo que ha sido un viaje cansado para los tres, y es de madrugada —dijo Lucien entre besos de despedida.
—Lo intentaré —respondió Camila con una sonrisa cansada—, pero estoy demasiado preocupada por ti para conseguirlo.
—Lo sé —dijo Lucien, depositando un último beso en su frente.
***
El edificio seguía igual que la última vez que Lucien lo visitó. Anodino por fuera, una joya gótica por dentro. Iván ya lo esperaba en el hall.
La reunión fue curiosamente similar a la de la policía, y acabó de la misma forma: Falta de pruebas para acusarlo o condenarlo formalmente.
Sí, Lucien y su familia parecían estar en todos los fregados, y sí, nadie tenía pruebas de que Lucien o su familia hubieran expuesto el secreto abiertamente, o que Lucien hubiera acabado con la vida de esas personas. Había, para sorpresa del propio Lucien, un testigo de El Círculo que aseguró haberlo visto en el patio de su casa en el momento en que tuvo lugar el asesinato del hermano de Pablo.
—Sigrid estaba rara —dijo Iván cuando salieron de allí.
—¿Más que de costumbre, quieres decir? —preguntó irónicamente Lucien.
—Menos segura, como si ella no tuviera nada que ver.
—Muchas veces no es ella quien organiza los juicios, pero es su deber aceptarlos si hay sospechas fundadas.
—Sí, pero normalmente esconde mejor cuando cree que algo no es como dicen —insistió Iván.
Lucien asintió con la cabeza, miró alrededor y se inclinó a hablarle al oído.
—Te mentí. Camila y los niños están aquí, en un hotel.
Iván enarcó una ceja, ligeramente sorprendido.
—Me parece una decisión sabia pero, ¿por qué no me lo dijiste? Es decir, ¿no te fías de mí?
—No es eso, supongo que es paranoia. Por si nos vigilaban o algo, no lo sé. Nadie lo sabe, ni siquiera la madre de Camila. Ven si quieres saludarla, le dije que se durmiera, pero Dios sabe que no me escucha.
Iván soltó una risa leve y la conversación se fue apagando conforme caminaban por las calles. Al llegar, efectivamente, los niños dormían pero Camila estaba despierta, y muy tensa.
—Lucien —dijo nada más verlo, saltando a sus brazos. Llevaba el móvil en la mano.
Lucien la elevó en el aire y besó su frente.
—Ha ido todo bien, o mejor dicho, de la mejor manera posible dadas las circunstancias.
—Hola, Camilita —dijo Iván, que notó que algo iba mal casi antes que Lucien, y puso una expresión más seria.
—Han entrado en casa —dijo en cuanto Lucien la soltó—. Me ha llamado mi madre. La puerta está reventada. Ha llamado a la policía pero le he dicho que no entre sola.
A Camila se lo comenzaron a formar lágrimas en los ojos, Lucien e Iván intercambiaron miradas.
—Tenías razón, Lucien. Era una trampa —dijo ella llorando.
—Vamos a calmarnos —dijo Iván—. Os quedáis los dos aquí y voy yo a lidiar con la policía, y mañana vas a ir tú, Lucien, a hablar con Sigrid Falken. Si esto es cosa del Círculo ella debe saberlo.
—Si esto es cosa del Círculo ella está implicada —replicó Lucien.
—Pues no lo creo, la verdad, es una capulla burócrata con un palo metido por el culo, pero creo que es íntegra —dijo Iván.
—Pensé que no os caía bien —dijo Camila.
—Nadie que esté al mando de una organización de esas características cae bien, Camila —insistió Iván—, pero sinceramente creo que hoy ella también estaba incómoda.
Lucien se revolvió el cabello y caminó nervioso por la habitación.