A los minutos de ser llamado, un médico junto al jefe de guardias ingreso a la habitación.
—¿Qué paso? –cuestionó el profesional, midiendo su pulso y observando que todo estuviera bien con ella.
Keren quedo en silencio por unos minutos, no iba a decir que estaban a punto de tener sexo y se desmayó, aquello sería una vergüenza que no quería cargar.
—Estábamos hablando y de pronto se desmayó. ¿Es algo malo? –trato de cambiar el rumbo de la pregunta con otra, el medico expiro y se incorporó.
—¿A estado bajo presión? ¿O algo que la tuviera estresada como para saltear sus comidas? –indago, mirando al árabe a los ojos.
Keren lo pensó unos minutos, ¿Había algo? Tal vez su matrimonio era una razón, pensar que Dafne se había desmayado por su culpa, no solo lo hacía sentir impotente, sino desesperado e enfadado.
—Esta mañana nos casamos, puede ser eso –susurró audible entre dientes. El medico asintió y luego coloco una almohada bajo los tobillos de la rubia.
—Eso fue la causa del desmayo, señor. Tuvo un desmayo por estrés, lo conveniente es que descanse, también su cuerpo es muy delgado, eso es otro inconveniente para que pase por estos tipos de desmayos, le aconsejo que su esposa tenga una alimentación saludable y respecte los horarios de dichas comidas.
Keren asintió e hizo una seña a su guardia, este de inmediato entendió y fue por el dinero de Keren.
—Oh no, no, no es necesario –negó el hombre al ver la intención del guardia al estirar su brazo con el fajo de billetes hacia el.
—Mi esposa necesitaba atención y usted se la dio, merece este dinero, por favor acéptelo.
—Lo haría por cualquier persona señor, es mi deber como médico ayudar…
—Pero lo hizo hacia Keren Azzar, así que por favor acéptelo como agradecimiento de mi parte.
El hombre dudo unos minutos para luego estirar su brazo y aceptar el fajo.
—Estaré a su orden cuando me lo pida, con permiso. –saludo el médico y luego salió de la habitación seguido del guardia. Keren nuevamente quedo a solas con Dafne.
Fue hasta el interrumpor de luz y bajo la llave, para luego caminar hasta las cortinas y cubrir la luz que aun entraba a la habitación, quedando todo a penumbras. ¿Qué más podía hacer? Su esposa se había desmayo antes de consumar el matrimonio y eso lo tenía un poco frustrado. La situación de Dafne era preocupante para el árabe, quien en toda la tarde se había mantenido en vela para vigilar a su esposa y seguir con su trabajo.
Keren era un hombre reconocido en el mundo laborar por su astucia a la hora de negociar, un hombre que no daba un paso en falso antes de investiga el lugar donde pisaba y tener algo a su favor en caso de fracasar, el hijo prodigo que cualquier padre hubiera querido de su hijo y un hombre dominante que cualquier mujer querría tener en su cama. Keren desde su infancia había sido criado para soportar las altas temperaturas en el desierto y una estricta educación en Siberia, llevándolo a tener que desarrollarse soportando los peores momentos de su vida; más de cuarenta grados en el desierto, y bajas temperaturas en Siberia, haciendo que se adaptará a los diferentes episodios que podía pasar por su vida de mayor. Para Reyhan, cualquier hombre que soportaras altas y bajas temperaturas sin morir en el intento, lo convertía en hombre fuerte y eso había hecho con su primogénito; un hombre fuerte de carácter indomable.
De esa forma, nadie podía contradecirlo ni llevarle la contraria. Un Azzar era alguien importante en la bolsa de trabajo como para querer competir con su masa de fortuna como lo había querido hacer Ernest.
(…)
Al caer la noche, Keren aún seguía preocupado que Dafne no despertara, para ser un desmayo, aquello había durado más de dos horas. Pero las palabras del médico decían otra cosa al ser llamado por segunda vez; ella necesitaba descansar y eso era algo que debía saber al recordar lo borracha que estaba en la mañana.
Un gemido desde la cama hizo que Keren inmediatamente mirara hacia el diminuto cuerpo de su esposa. Dafne se sentó y toco su cabeza con una mueca en sus labios.
—Al fin despiertas –habló Keren, aclarándose su ronca voz. Dafne levanto la mirada y vio a los ojos.
—Tenía la esperanza de que todo fuera un mal sueño –espeto.
—Pero ya vez que no lo es. –contrataco, mirando su computador —. Ya es tiempo de que te hagas a la idea que ahora estas casada y así seguirá hasta que yo lo decida.
—¿Y cuándo veras que esta farsa no nos lleva a ningún lado? Hay otras formas de pagar la deuda de mi padre.
—¿Enserio? –pregunto fingiendo sorpresa —¿Y para ti cuáles son? Ser mi empleada no cubriría los gastos, estarías toda tu vida pagando algo que no lograras llegar y tampoco quiero hacerlo.
Dafne lo miró con enfado, solo habían bastado segundos para que aquel árabe dijera algo y ella reaccionara a la defensiva, haciéndola irritar.
—No quiero seguir esto, te lo suplico; firma el divorcio –suplico con los ojos acuosos. Keren expiro hondo y trato de contenerse para no gritarle que dejara de llorar, desde que la había conocido, su esposa solo lloraba por los rincones de cada lugar después de enfrentarlo.
—Te lo daré con una condición.
Dafne absorbió su nariz y lo miro con atención.
—¿Estas tan dispuesta a obtener el divorcio por cualquier medio?
La mujer asintió sin dudarlo—Si, hare lo que me pidas para que firmes el divorcio.
Después de decir eso, se arrepintió con solo ver la macabra y siniestra sonrisa que le brindo Keren, algo malo había hecho y no había vuelta atrás para dudar de sus palabras o arrepentirse, ni mucho menos el tiempo para callar las siguientes palabras que le había dicho, paralizándola.
—Págalo con una noche en mi cama, sé que aun eres virgen y eso cubre tu deuda. Tu virginidad por el divorcio.
#1715 en Novela romántica
#627 en Chick lit
deseo enredos amor, amor romance celos, matrimonio arreglado infelicidad
Editado: 15.02.2022