Dafne quedo enmudecida ante las palabras de Keren, el pedía su virginidad a cambio de la deuda de su padre, era una oferta tentadora para cualquier mujer, pero no para ella. ¡Le aterraba! ¿Qué tal si fracasaba en la cama como mujer? Nunca había estado con nadie, ni sabía cómo hacerlo con un hombre. Para Dafne, aquel suceso era mejor verlo de lejos que de cerca.
—¡No! definitivamente no. –Salto la rubia de la cama hacia la otra esquina, lejos de su cazador —¿Tu escuchar lo que acabas de decir? Es una propuesta tan indecente que no la aceptaría en mil años.
—La escuche porque la acabo de decir, Dafne –aseguro —. Mientras que no la aceptes, tú sigues siendo mi esposa, pasaran miles de años como tú dices en mi cama. Pero si te entregas a mí antes de viajar a Arabia, puedo renunciar a nuestro matrimonio y perdonar la deuda de tu padre, mientras tanto…. Deber hacerte a la idea que seguirás casada, harás lo que pida y cuando lo pida, y estarás en mi lecho hasta que yo lo desee.
—No soy una moneda de cambio –mascullo entre dientes.
—Eso debías haberlo pensado antes de aceptar casarte, tu padre fue quien te uso como moneda de cambio, no yo.
Keren cansado de discutir con su esposa, se despojó de su bata blanca frente a los atónicos ojos de su esposa, quien de inmediato se los cubrió con una mano.
—¡No seas tan exhibidor! –chilló, Keren sonrió y se taco con el edredón.
—Puedes mirar si quieres. Ya deberías saber lo que tengo, en algún momento sentirás placer con él.
—No lo haré, de eso te lo aseguro.
—Como quieras.
Dafne pensó que ya era suficiente de pasar por malas desilusiones. Keren era un hombre que no parecía abandonar su libertad por una mujer.
—Te sugiero que comiences a aprender árabe.
—¿Por qué?
—¿Para qué más, Dafne? –bramo, sentándose de golpe y mirándola con furia en sus ojos. —En debes de intentar ser enemigos, deberías pensar bien en tus palabras antes de hablar.
—Mi madre dice que no debo pensar –susurró. Aquello irrito aún más al árabe.
Dafne levantó la mirada a sus ojos, y sonrió con nerviosismo, tratando de aliviar el humor negro de Keren.
—No debes pensar mientras estés con mi familia, pero no conmigo—Apretó la mandíbula—. No hagas el esfuerzo de aprender porque yo te lo digo, hazlo porque lo necesitaras. —Afirmó duro.
—No todo gira entornó a ti. Si quiero aprendo, y si no, no lo haré. No va a ser cuestión que te vayas a la bancarrota por pagar por un maestro y que no aprenda –ironizo.
Nuevamente, ambos experimentaron el rechazo y la humillación por parte de ambos. Sin embargo, Keren controlo su ira, y Dafne no podía seguir evadiendo la realidad. Ese hombre que estaba allí desnudo en la cama, arrogante, misterioso, seductor, era su esposo. Si ambos estaban distanciados, Dafne sintió que era por su rebeldía; sus referencias al divorcio lo exasperaban al punto de ofrecerle algo indecente.
Pero ella era mujer, pensó. No podía dejarse tratar como quisiera sin importar que fuera un millonario el que lo hacía, su mente solo decía que ella debía hacerse respetar y nada haría que cambiara de opinión.
—No será menos por lo que tu padre te uso de garantía en caso de un fracaso, deberías estar más que feliz que te casaste conmigo y no con otro hombre que en este momento no le hubiera importado tu salud, tu opinión y ya te hubiera doble ajeado a tener sexo con él. Y no lo dijo por el hecho de asustarte, tu padre tenía muchos acreedores que les debía, tu serias la garantía de todos.
—Solo estas mintiendo…. Mi padre no es capaz de hacer eso, el me ama y un padre no le hace eso a sus hijos. –Negó una y otra vez, después de muchos años, su padre no podía hacer aquello. Keren río seco.
—Tú lo has dicho, a sus hijos. Tú eres mujer, tu padre siempre deseo un hijo varón, ¿Entiendes la diferencia? ¿Por qué si no tienes tantas hermanas? –se burló sin piedad. —La esperanza es lo último que se pierde, y él tenía la esperanza de un hijo varón. Ya puedes imaginar que sucedió luego.
—Cállate.
—Como quieras. –Keren volteo y se volvió a acostar. —Toma una decisión mientras quedes despierta. Una noche o las que yo quiera.
¿Una noche o las que el quiera? Esa pregunta resonó una y otra vez en su cabeza, no podía darse el lujo de ser una esclava sexual para su antojo, como tampoco podía darse la idea de un divorcio y no obtener nada a cambio, por primera vez en su matrimonio, sabia y aceptaba que Keren tenía razón en algo, aunque no lo diría en voz alta, eso sería echarle más leña al fuego en su ego masculino. Si se divorciaba, ¿Ella volvería a contraer matrimonio con alguien más? Otro punto para Keren en retenerla en su matrimonio.
Dafne camino otra vez hasta el balcón, a diferencia de en la mañana, la vista era mucho más hermosa de noche. Pero la soledad era igual o más fuerte que otros días. Miró el diamante que tenía en su dedo anular, muchas veces había soñado con uno así de grande, pero con la persona correcta, que a la hora de ponerlo; la mirara con amor, tomara su mano con delicadeza y la besara, pero no. Keren había hecho todo lo contrario a lo soñado—Había tomado su mano con brusquedad, y depositado el anillo sin delicadeza, su semblante tan sombrío y serio como si estuviera en su propio funeral, y tal eso era para él, pensó.
Su propio funeral.
¿Estaba bien tener miedo? ¿Temor de seguir llorando y comportarse como una mujer débil? ¿Solo era una moneda de cambio? Millones de preguntas se instalaron en su mente, tratando de tener una respuesta para cada una de ellas.
La inocencia y el poder eran dos caminos diferentes en la vida, ambos podían provocar placer en uno de los dos miembros, pero ella sabía quién saldría perdiendo si se metía en aquel camino sin salida; estaba amarrada al árabe millonario gracias a su padre.
Todo tiene un sacrificio en la vida, Dafne. Si quieres sobrevivir en este mundo, debes tomar una decisión en donde tienes que pensar primero en ti, y eso lo que estoy haciendo.
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Editado: 15.02.2022