—Por favor…—imploró, al borde de las lágrimas, tratando de liberarse del agarre del hombre.
—¿Por favor? —repitió de forma burlona, pasando su lengua por el lóbulo, ocasionando que el cuerpo de la fémina se estremeciera y las nauseas subieran a su garganta —. Confié en ti y te dejé salir, creí que podíamos hacer esto juntos…tu palabra no vale nada como tú. —Keren hizo una pausa, tratando de calmarse—. Ahora… caminaremos hasta la mansión, secaras esas malditas lagrimas y nadie sospechara nada, ¿Me escuchar?
Dafne asintió e hizo lo que Keren mando, con el velo aun es su cabeza, limpio las lagrimas con el y camino, aun con la mano de Keren apretando en su cintura, siendo cubierto por el largo hiyab.
Keren les hizo seña a ambos guardias y estos comenzaron a seguirlos.
—¿Por qué lo haces? —pregunto Keren, disminuyendo su caminar al igual que ella.
—¿Hacer qué? —respondió con otra pregunta, sin dejarse guiar por el latir de su corazón tan rápido, ni sus pensamientos que la llevaban a ser torturada por Keren.
—Comportarte como si te tuviera secuestrada, piensas que soy el árabe malo, como todos nos describen, ¿Crees que no tengo sentimientos por lo que soy, Dafne? —susurró, arrastrando cada palabra en inglés, estremeciéndola por su habla sensual que siempre tenia cada vez que la hablaba. Ese ingles que, aunque supiera hablarlo, las palabras parecían extrañas al escucharlas de sus labios. Todo se debía a su lengua árabe, él era árabe.
Para Dafne nada era fácil, primero había sido una garantía que podía jurar ser vendida a un desconocido, se había casado en contra de su voluntad y luego vender su virginidad como una prepaga, había sido engañada con un documento que solo la hacia ver y sentir que vendió su alma al mismísimo diablo, y es que eso había hecho; había vendido su alma. Para luego, de una noche para otra, había sido secuestrada por su esposo.
¿Algo peor podía suceder? No, o tal vez sí.
(…)
Cada segundo que pasaba, sentía ser un tormento, una situación que la llevaba al agobio, los días habían sido un soplo de viento como las tormentas del desierto y sus pequeños remolinos de arena. ¿Semanas? ¿Un mes? No sabía cuánto había pasado, solo sabía que, de su mal intento de escape, Keren no había hecho mas que tirarla en aquella habitación y cerrar la puerta detrás de él, podía jurar que volvería, pero no era así; Keren desde entonces no había aparecido y agradecía aquello.
La única visita que había llegado a su habitación solo era la misma empleada que ahora sabia su nombre; Maialen. Un nombre un tanto exótico para alguien como Dafne, pero no podía decir nada. Su nombre era proveniente de Grecia, un nombre un tanto extraño en el Reino Unido, y tal vez Maialen era un nombre original allí en Arabia.
Nada parecía tan extraño como estar encerrada en esas cuatro paredes, Keren había dicho que solo ella lo veía como si estuviera secuestrada, ¿Cómo explicaba la puerta cerrada con llave? ¿O los guardias en la entrada de la mansión? Recordaba que cuando llego, aquellos guardias no estaban. Sus pensamientos eran contradictorios con las palabras de Keren, ella estaba secuestrada.
No había otra palabra ni explicación que dar. Volvió a su realidad al seguir viendo su reflejo en el espejo. Las oscuras bolsas bajo sus ojos y su pálida piel la hacían sentir enferma, observo su delgado cuerpo, no había nada que la hiciera sentir especial o que destacara entre las tantas mujeres hermosas del mundo, había perdido peso, sus costillas se notaban y sus pequeños pechos eran como los de una niña de catorce años en desarrollo. ¿Qué veían Keren ella que ella no lo veía? Su rostro tenía imperfecciones, le desagradaba la idea de utilizar demasiado maquillaje para ocultar sus lunares. En ese tiempo encerrada, observo a la rubia mujer de baja estatura salir con dos pequeñas de la casa junto a Emir. No podía dejar de pensar en todas las miradas que Emir le demostraba a la rubia, Emir era un hombre que sus madres lo había descrito como un bohemio sin interés en los niños, pero resultaba tan raro el destino; ya que siempre se los veía a los cuatro juntos y la tonta mirada enamorada que le dedicaba a la mujer, ¿Por qué simplemente no podía verse feliz como esa mujer? O ver a Keren sonreír como su hermano menor.
—Porque Keren es tan narcista y egocéntrico —murmuró, con odio —. Cree que encerrándome va a hacer que sienta algo por él.
Largo un chillido de fastidio y soltó de golpe el cepillo de peinar sobre el lavado. No podía seguir pensando en otra cosa que escapar de las garras de su esposo. Se había resignado a gritar por ayuda, todos hacían lo que Keren demandaba y cuando lo quería. Entonces nadie tendría piedad por ella.
Cubrió su desnudo cuerpo con el caftán que Keren había elegido para ella, entre tantos. Odiaba la idea de usar la ropa que el elegia especialmente, pero sabia que, si no era ese largo caftán, no había más ropa que estar desnuda y de bata.
—¡Dafne! —la potente voz llamándola desde la habitación hizo que sus piernas de pronto comenzaran a temblar y su corazón se acelerara, ¡Era el! ¡Keren había regresado! —. Dafne.
Volvió a llamarla, Dafne salió de su ensoñación y dejo que sus piernas caminaran hacia la habitación, allí estaba Keren, vestido con un jellaba blanco, de pie al borde de la cama, mirando hacia la entrada del baño, mirándola a ella.
—Si te preocupa el hecho de intentar escapar, ya puedes descartar la idea, aun sigo aquí —articulo, sentándose en el sofá y desviando la mirada hacia otro lado de la habitación.
—Maialen llamo y me dijo que no estas comiendo, decidí cancelar mis reuniones para venir a verte, ¿Qué sucede? —Keren hizo el intento de acercarse a ella, pero la rubia estiro su mano, impidiéndolo dar otro paso.
—No te acerques. —advirtió, seria —. ¿Me ves? Si, estoy bien y no necesito tu preocupación ni que descuides tu trabajo por mí. Si estuviera en tu lugar, no me preocuparía un ápice de ti.
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Editado: 15.02.2022