—Mírame, Dafne —ordeno, acercándose igual a ella—. Hoy habrá una celebración con algunos socios extranjeros. Me gustaría que vinieras conmigo.
Dafne rio con sarcasmo, su cuerpo se estaba deteriorando como para asistir a una fiesta, aseguro.
—No estoy bien para ir a una fiesta—aseguro, dándose cuenta de la estrategia de Keren al verlo elevar su comisura izquierda.
—Solo eso quería saber, y no es una fiesta. ¿Qué sucede? —el silencio se hizo entre ambos, no quería hablar y decir algo a favor del árabe. —Muy bien, no lo digas, tu eres la perjudicada, estas lejos de casa y la única solución a tus problemas soy yo, habibi.
Keren asintió y se encamino hacia la salida.
—La comida que tus empleados me ofrecen me hacen mal, ¿No te has puesto a pensar que mi cuerpo puede rechazar alimentos que no estoy acostumbrada a digerir?
—Puedo llamar a un medico si quieres —articulo, dándose la vuelta para mirarla. Pero Dafne negó.
—No es necesario, necesito alimentos con hidrato de carbono. —expreso, imaginando tener los alimentos habituales que digería, en especiales las muzarelas.
—¿Qué es lo que quieres, entonces? —pregunto, en tono cálido, por primera vez sentía que estaban hablando sin peleas de por medio.
Dafne no lo pensó dos veces cuando esa pregunta salió de sus labios.
—Una muzarela, con extra de queso —susurró, con vergüenza. Keren abismo una sonrisa en su rostro. No sabia como le haría para conseguir una, ya que en Arabia esas comidas eran desconocidas.
—Diré que te preparen una. —aseguro, saliendo de la habitación, una vez cerrada la puerta, miró con intensidad a Maialen—. Quiere una muzarela, prepárala.
Maialen frunció su ceño y se dio la obligación de preguntar.
—¿Qué eso, señor?
—No lo sé —admitió, caminando hacia el largo pasillo, seguido de la mujer —. Pero investígalo y hazlo.
(…)
Keren observo a detalle como Dafne comía de aquel trozo de masa con imperitud, era como si realmente lo degustara como nunca, por un momento llevándolo a hacer creer que sus empleados no la alimentaban como les había ordenado.
Dafne levanto la mirada y se encontró con aquellos ojos azules mirándola fijamente, sintió sus mejillas calentarse al volver bajar la mirada y ver cuanto había comido.
—¿Es lo que esperabas? —pregunto Keren, volviendo su mirada hacia el pequeño trozo de masa que dejo sobre el platillo de porcelana.
Dafne siguió su mirada y sin entender el porqué, tomo el alimento y se lo tendió.
—Prueba, entenderás porque me gusta.
Keren sin decir ni una sola palabra, se acerco a ella y con sus labios tomo la muzarela, de pronto, el corazón de Dafne latió con fuerza al sentir sus labios tocando sus dedos.
—Tiene un sabor raro… pero me gusta —aseguro, apartándose de ella—. ¿Cómo te sientes? ¿Aun estas mal?
Dafne salió de su burbuja de ensoñación al comprender algo. Keren aun la tenia secuestrada y ella había actuado como si nada pasara.
—Si, estoy mejor. —respondió con brusquedad, Keren suspiró cansado. Nuevamente había llegado esa Dafne rebelde.
—Lo de la celebración aun sigue en pie, me gustaría que vinieras conmigo. Tal vez puedas conocer mas mi entorno y distraerte.
—¿Distraerme? No puedo hacerlo rodeada de árabes que no se que hablan. —Dijo, apartando su rostro.
—Puedo traer un profesor que te enseñe árabe. Eso seria bueno para ti. —Aseguro, parándose y mirándola desde arriba.
Dafne quedo en silencio, tal vez Keren tenía razón en algo; debía acostumbrarse a su entorno y conocer más de él. Debía resignarse a que esa seria su nueva vida.
—Esta bien, iré contigo.
(…)
Dafne contemplo todo a su alrededor con curiosidad, no podía hacer nada mas que ver aquel maravilloso hotel que tenía el pequeño pueblo. Nunca había pasado por su cabeza la idea que había un hotel y ni mucho menos un museo.
—¿Te gusta? —pregunto Keren, sintiendo el apretón en su brazo por parte de su esposa.
—Nunca imagine que vería un hotel en este pueblo. Pero, ¿Por qué un hotel y un museo? Fue muy ingenioso tu padre.
Keren sonrió.
—Este hotel fue fundado a principio de año, mi padre tiene la idea de convertir esto en una ciudad, en cuanto al museo, aquí hay niños, la ciudad mas cercana es Riad y esta a horas de aquí. Es bueno que los niños conozcan nuestra cultura.
Dafne cayo al entender la razón. Si su padre estuviera allí, ya se hubiera desmayado al ver tantos lujos en medio del desierto.
Keren la obligo a caminar hacia un grupo de hombres que conversaban entre ellos. Odiaba los actos de trabajo, sabia lo mucho que le aburrían y esa noche no sería la excepción solo por estar con su esposo.
Dafne observo una vez mas su reloj en su muñeca, aquel reloj de oro incrustado de pequeños diamantes y resopló.
—¿Por qué un reloj? —pregunto, tendiendo su muñeca para que Keren se lo pusiera.
—De ese modo tu te guiaras por la hora de aquí, el hotel tiene reloj, pero están en otro idioma. —aseguro, tocando su pequeña muñeca con cariño, causándole escalofríos en su cuerpo.
—Pudo ser cualquier reloj, no era necesario oro ni diamantes. No soy una muñeca. —protesto, mirando la pieza cara.
—Puedes verlo como quieras, no eres una muñeca, pero para mí sí, eres una muñeca frágil que necesita cuidado. Vamos.
—Una muñeca frágil —se burló, tocando los diamantes. —Nunca debí venir.
Dafne levanto la mirada de su muñeca y se fijo en todo a su alrededor, no deseaba tomar alguna bebida que ofrecían por miedo a caerle mal, no era una persona tolerable para el alcohol y si lo hacía, podía jurar que su mente comenzaría a dar vuelta, aun mas al ver que todos esos ejecutivos extranjeros solo bebían whisky. Fijo su mirada en Keren, quien estaba hablando con diferentes hombres trajeados, este instintivamente giro su rostro y sus ojos se conectaron con los de ella. Un hormigueo en su vientre se instalo al conectar su mirada con esos azulados ojos. Un movimiento por el rabillo de su ojo capto su atención e hizo que despejara la vista de su consorte. Su respiración se atasco al ver quien estaba allí en compañía con otro hombre de avanzada edad.
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Editado: 15.02.2022