Alisson.
Existe un momento de nuestras vidas donde debemos aceptar realidades. Detenernos para analizar el entorno; ver los colores alcanzables por nuestra vista, oler los innumerables aromas que ofrece el viento, sentir las emociones que nos proporciona el nuevo día. Luego de parar nuestro motor —que va a toda velocidad—contemplamos estos segundos de calma, listos para la próxima carrera. Lo complicado es cuando deseas quedarte en esa estación y no avanzar al próximo destino.
¿Qué es la realidad? Eso que tanto duele pero que a todos nos llega, de buena o mala manera. Esta es mi realidad pero no estoy dispuesta aceptarla, aún no.
—¿Qué ves?—Me pregunta Alex mientras nos bajamos del puente para pisar el puerto de Santa Lucía. Alessia dirige su mirada hacia donde veo yo y lo comprende en instantes.
—A ellos dos.—No señala a Alonso ni a esa chica con peculiar ropa.
—Oh... ya entiendo.—Comprende Alex sin volver a mencionar una palabra.
—Adelántense y pidan un taxi.—Les informo alejándome de ellos, caminando con paso seguro hacia Alonso.
¿Qué estoy haciendo?
La chica rubia que lo acompaña se aparta unos metros cuando me ve acercar. Es mucho más baja que yo y parece solo una niña. En cambio yo parezco la ex loca que va a montarle una escena de celos.
¿Qué cosas no?
—Te vi botar mi carta. No tuviste que ser tan grosero conmigo.—Digo despacio frunciendo el ceño mientras que Alonso ve el mar. ¿Se atrevió a darme la espalda?—Estoy hablando contigo.—Insisto.
—Estuvo mal de mi parte, lo sé. Pero mi intención no era que lo vieras.—Se excusa.
—¿Entonces cuál era tu intención? —Le pregunto molesta. Alonso se quita los lentes de sol y me mira directo a los ojos.
Dios no me mires así, por favor.
—Ninguna. ¿Está bien? No es como que planeara encontrarme contigo en la terraza junto a Ezrael.—Suelta molesto apretando sus puños.
—¿Me estabas espiando?
—¿Qué?—Me mira desconcertado.—Claro que no. Luego de leer tu carta empecé a caminar y a pensar pero luego te vi sentada de lo más tranquila con un agresor—Levanta la voz y lo obligo a caminar unos metros más para no llamar la atención de las personas—y dije "Al diablo. Ella ya no necesita nada de mí"—Termina.
¿Es posible que Alonso esté celoso? o ¿solo es preocupado por mí porque hablé con un hombre que me hizo tanto daño? Creo que un poco de ambas.
—Escúchame.—Agarro sus manos echas puños para intentar tranquilizarlo. Sus mejillas se empiezan a poner rojas del cólera.—Encontrarme con Ezrael también fue una coincidencia. Quiso hablar conmigo en un lugar con personas por lo que fuimos a cubierta de la piscina. Se disculpó conmigo y practicamos algo que nos enseñaron nuestros terapeutas. Se llama "el arte de dejar ir". Estoy libre de él. He cerrado ese ciclo.—Alonso suelta nuestras manos.
—¿Segura que lo implementaste bien con él? Porque veo que conmigo también lo hiciste esta mañana pero luego escribiste esa carta.
Auch.
—Pensé que te había dejado bien en claro con todo lo que escribí mis deseos. Lo de esta mañana ha sido una metida de pata.—Respondo siendo esta vez yo la que le de la espalda. Veo como la adolescente esa nos mira de reojo.
¿Por qué esta vestida con colores de unicornios de televisión?
—Me has dejado en claro muchas cosas Alisson. Una de ellas es que no sabes lo que quieres.—Resoplo y lo vuelvo a enfrentar cara a cara.
—Si sé lo que quiero.
—No, no lo sabes. Porque si lo hicieras no te comportaras como lo haces.—Su voz es dura. Me habla sin mostrar ninguna expresión. Su mirada me inspira miedo.—Primero me tratas como un patán luego de defenderte de tu ex siendo la primera vez nos encontramos luego de años. No hubo problema, ¿sabes? te la dejé pasar. Luego pasamos momentos agradables y me dices "Vamos con calma Alonso". Luego por una conversación sobre tu ex sale a la luz las cosas que piensas de mí
—Te aclaré que eso no es lo que pienso.—Le interrumpo irritada.
—Las palabras que salen de nuestras bocas cuando estamos molestas son las cierta. Las conversaciones donde no está ebrio o molesto salen desde el corazón.
—Alonso lo siento, por favor no estés molesto conmigo.—Suplico.—Ich liebe dich und ich kann nicht aufhören, es zu tun.—Le agarro por el costado.
Se queda mirándome por unos segundos. Me alegro que no sepa Alemán.
—Tú y yo no somos magnéticos. Somos dos tornados consumiéndonos uno al otro. Necesito mi espacio.—Se suelta de mi agarre y se aleja poco a poco.
—¿Qué quieres decir?—Pregunto sintiendo que las lágrimas van desbordar mis ojos.
—Necesito mi espacio. Tú misma lo has dicho. Siempre vuelvo a ti como un perro. Creo que mi vida puede ser mucho más feliz sin ti que contigo porque no quiero a alguien que no sepa cómo se va a despertar. Si amándome u odiándome. No quiero volver a sufrir por ti.–Susurra dándome la espalda.
—Hace una noche, mientras me hacías la trenza, prometiste que no te irías.
—Ambos lo prometimos hace años. Tú lo dijiste esta mañana: Daños colaterales.
Se aparta de mí y pierdo todas las esperanzas que me quedan.
Es oficial. Alonso McGregor ha salido de mi vida y esta vez es para siempre... por culpa mía.
Un nudo horrible se atora en mi garganta mientras veo a Alonso alejarse. La adolescente me da una mirada rápida. Me ha visto llorando, luego se alejan juntos.
Alessia, quien se ha bajado del taxi, camina en dirección contraria a Alonso y me agarra entre sus brazos.
—¿Qué ha pasado?—Se preocupa quitando los mechones de cabello de mi cara.
—Creo que se acabó.—Suelto un par de lágrimas y reposo mi cara en su hombro.
[...]
—Ponte hermosa, guapísima, perrísima.
Alessia seca su cabello mientras yo me plancho el mío como puedo. Ambas nos estamos arreglando para la temática de esta noche: Primavera. Veo nuestras camas inundadas de ropa. Qué desastre. Santa Lucía nos ha dejado en la ruina.