Dylan
Las enfermedades cambian a las personas, las terminales las transforman.
—¿Hey Bro?—Mateo está algo ebrio.—¿Dónde está Alex?—Le pregunto viendo para todos lados. Hombres, mujeres, niños pero ninguno es mi mejor amigo.
Mateo suelta un desagradable eructo, que tiene una mezcla de olor de distintos alcoholes. Retroceso un poco, sujetando mis fosas nasales para no respirar el terrible aroma que acaba de desprender de él.—¡Qué asco! ¿Qué le ha pasado a Alex?—Insisto, pero no obtengo más que divagaciones del moreno de cabello enrulados.
¡Maldito alcohol!
Con mis manos tomo fuertemente a Mateo y repito una vez más la pregunta.—¡¿Dónde está Alex?! ¡Joder!—Los ojos de Mateo se abren y parece entender mi pregunta. Algunas personas cerca de nosotros ven nuestra escena extrañados.
—Dijo que no quería vivir y se fue.—Se limitó a decir el moreno, encogiéndose de hombros y tomando un sorbo a su trago.
—¿Cómo lo has dejado ir en ese estado?—Le reprocho. Mi voz suena molesta.
¡Alex ha dicho semejante barbaridad y Mateo no le ha detenido! —No es la primera vez que lo dice, Dylan.—Se justifica, riendo.—¿Cuántas veces personas como nosotros no hemos dicho que no queremos vivir? —Dice con voz áspera, balbuceando.—¡Sería millonario si me dieran un dólar por cada vez que lo he escuchado decir! ¡Sobre todo en el estúpido grupo de apoyo de España!
—No seas idiota, Mateo. Sabes muy bien que Alex es el más afectado de nosotros 3. ¡Hay que tener cuidado con las cosas que dice! ¡Prever cualquier situación o palabras que salgan por su boca!—Le digo con tono de desesperación mientras aún le agarro por los hombros. Mateo me da unos manotazos y me obliga a quitarle las manos de encima
A duras penas se logra parar, agarrando su saco y tambaleándose al caminar. ¿Por qué se tiene que emborrachar así?—Ha recibido una llamada de su doctora.—Me dice sin cambiar su manera de actuar, sin importancia, con indiferencia y arrastrando las palabras.—El tumor no va bien.
Aprieto los puños, sin querer creer lo que me está diciendo Mateo.— Ella le ha suplicado de nuevo que siga con el tratamiento pero Alex se rehusa.
—¿Por qué hace semejante estupidez?—Le respondo molesto.
Teniendo la oportunidad de vivir, de combatir su tumor cerebral y espinal, Alex se está dando por vencido. —Tú sabes como es Alex, Dylan. El no quiere una vida de sufrimiento, mucho menos quedar ciego.
—¡Pero aún no está ciego!—Aprieto los dientes, caminando en círculos.—¡Voy a ir a hablar ahorita mismo con él! ¡No vayas a querer matarte tu también por favor!
Mi cólera está por las nubes. ¿Qué acaso en este trío de amigos el único cuerdo soy yo? Uno quiere matarse y acabar con su vida, el otro solo utiliza el alcohol para olvidar que tiene VIH y yo... yo intento mantenerlos a los dos en la tierra mientras que yo también floto, floto a ese abismo de la incertidumbre.... donde no sé si el cáncer ha vuelto a la única pierna que me queda o no.
—No puedes seguir reteniendo a alguien que se ha marchado hace mucho. —La voz de Mateo parece quebrarse.—Míranos Dylan.—Se señala, fúrico.—Solo somos enfermedad y nada de vida.
Las ganas de golpear a Mateo me invaden, pero me contengo. Estos días en este crucero han sido bastante duros, en muchos sentidos, como para seguir arruinándolos.
Me doy media vuelta y a paso acelerado me dirijo al único lugar donde sé que debe estar ahora: en el casino, derrochando su dinero, porque prefiere perderlo todo en apuestas que dejarle su poderes adquisitivos al estado o a su familia...
Alex es una persona complicada, un buen hombre pero con mala suerte, como todos los que fuimos a ese grupo de apoyo en España.
Hace aproximadamente unos 9 meses que conozco a Alex y Mateo. Después de mi amputación de pierna, creí que nunca volvería a caminar. Me cerré a las posibilidades, hundiéndome en tristeza en el ático de mi casa.
Mi madre no podía estar cinco minutos conmigo sin llorar y preguntarle al cielo que por qué tuve que haber sido yo el que sufriera esta terrible enfermedad, mi padrastro no desaprovechó la oportunidad de mi amputación para recordarme que era una completa basura y Melissa... ella si me cuidó, hasta donde yo se lo permití. Nuestra relación de hermanastros mejoró un poco gracias a mi amputación, creo que puedo decir que es de las pocas cosas "buenas" que me ocasionó el cáncer.
Mi día a día se convirtió en una rutina. Desayunaba en el ático, comía en el ático, cenaba en el ático y solo una vez al día le obligaba a Melissa a ayudarme a bajar para poder ir al baño y asearme. Luego del primer mes, sin mi pierna, el miembro fantasma comenzó a hacerse presente en mis sueños. En ellos, podía correr, jugar fútbol, arrodillarme para pedirle matrimonio a una mujer, entre muchas otras cosas. Cuando me despertaba, bañado en sudor, sentía calambres en la extremidad que ya no tenía, ocasionándome ganas de vomitar y muchos malos ratos.
Una tarde, desesperado, compré un espejo rectangular por internet. Una vez que mi madre lo subió al ático me lo puse donde debería estar mi pierna, para poder ver el reflejo de única extremidad inferior y sentir que sí tenía dos piernas, otra vez. Me pasé muchas horas viendo el reflejo de mi pierna y decepcionándome porque al querer tocarlo no había nada.
Fue el peor mes del mundo. Entre no tener una pierna y pensar en Alisson Rockefeller mis tardes pasaron muy lentamente. Un día, Melissa me obligó a pararme de la cama junto con mi mamá. Se negaron a subirme las comidas y a ayudarme a bajar al baño para poder hacer mis necesidades. Cuando intenté bajas las dificultosas escaleras del ático me caí, estampando mi cara contra el suelo, sintiendo un inmenso dolor en mi muñón, apretando los puños fuertemente y golpeando el piso, donde estuve prácticamente tirado por una hora, maldiciendo a la vida.