La luz de la luna entraba por el pequeño orificio de la pared, iluminando un poco la celda en la que me encontraba, pero hui y me escondí en un rincón donde la luz no pudiera tocarme. Estoy avergonzada de mi aspecto, a pesar de que nadie pudiera verme y señalarme con el dedo.
Aunque siendo sincera siempre me considere "fea" por ser diferente a mi familia, ya que el cabello blanco y los ojos azules que nos diferencia de otras familias, no los herede. Mi cabello era azul y mis ojos grises como la piel de un pescado. Todo eso se debe a que mi padre se acostó con una gitana que fue a dar una presentación de baile en el vigésimo segundo cumpleaños del Rey de Laylah y nadie supo de mi existencia hasta que cumplí los cinco años.
Ese día, mi madre se había quitado la vida, pero antes había mandado una carta al duque para que viniera a recogerme. Cuando lo vi por primera vez, me impresiono el color de su cabello blanco, como la nieve y sus ojos como el mar, era un hombre muy bonito. El al verme, no tuvo el mismo sentimiento y me llevo a rastras al carruaje sin importarle mis gritos y lágrimas.
Durante el camino no menciono palabra alguna, el único sonido dentro del carruaje eran mis quejidos y lloriqueos.
Después de tres días llegamos al reino Oighir, donde el clima era más frio y la nieve cubría para siempre este lugar. Papá era dueño de este reino, por lo que era respetado por todos los aldeanos que saludaban el carruaje con una sonrisa.
Al llegar al castillo, una hermosa niña de tres años bajaba las escaleras con una sonrisa dibujada en el rostro, mi padre cuando la vio, cambio su semblante y bajo del carruaje correspondiendo la sonrisa. La alzo en brazos y le dio pequeñas vueltas, era una imagen muy conmovedora que cualquiera que lo viera se darían cuenta de la buena relación de padre e hija. En ese momento, me sentí excluida y con ganas de volver a casa, la pequeña niña tenía los mismos ojos azules de padre al igual que su cabello blanco y supe el porqué de su seriedad.
El duque bajo a su princesa y me ordeno a que bajara con una voz autoritaria. Cuando baje, la niña me miro con una cara de sorpresa y me apunto con el dedo "Su cabello es muy hermoso" dijo, ese fue el primer alago que había recibido desde que nací.
-Ella será tu hermana a partir de ahora – dijo el Duque y me empujo levemente hacia ella -Tienes que comportarte ¿Entendido? –
Asentí ante sus palabras.
Mi nueva hermana me extendió la mano -Es un gusto, mi nombre es Neve Eira ¿Cómo te llamas? –
-Amelia – acepte su mano.
Desde entonces, mi destino fue sellado. La familia Eira se convirtió en mis verdugos, mi nueva madre no me quería y mi padre no me hacía caso, la única que estuvo pendiente de mi fue mi hermana menor, sin saber que lo hacía para verse mejor ante los sirvientes. Ella se convirtió en la prodigio de la familia, ya que pudo controlar la magia del hielo y yo a pesar de ser mayor, no tenía ni una pizca de poder. Neve se volvió el cisne de la sociedad y yo me convertí en la patito feo.
Al cumplir los dieciocho años, mi padre me comprometió con el heredero de la familia Pyrrhus, una familia que gobernaba el reino Phoenix y poseían la magia del fuego. El duque Eira me dijo que era por el bien de la familia, un buen pretexto para deshacerse de mí, pero no podía quejarme, porque no tenia voz en este lugar.
No conocí a mi futuro esposo hasta el día de la boda, cuando lo vi me quede maravillada por su aspecto, su cabello era amarillo como el sol y sus ojos dorados, muy diferentes a la familia Eira, se me hizo muy cálido "Solo tal vez, mi vida pueda cambiar" eso pensé y me di cuenta de que estaba muy equivocada.
Tuve que mudarme con mi marido a su reino. El reino Phoenix era muy diferente al reino Oighir, el sol brillaba desde lo alto y el ambiente era muy caluroso, pero soportable. En esta ocasión el paisaje no estaba pintado de blanco y pude ver por primera vez el color natural de los árboles y flores.
El castillo de los Pyrrhus era más grande que el de mi familia, tenía un amplio jardín lleno de rosas blancas y rosas rojas. Se me hizo un lindo paraíso desde afuera, pero cuando entre al castillo, se convirtió en un infierno.
Al joven Pyrrhus no le interesaba en lo absoluto y me lo hizo saber en nuestra primera noche de bodas "La que me interesa es tu hermana" dijo en un susurro mientras me arrebataba mi virginidad.
Y esa no fue la única vez que me lo dijo, cada día me lo recordaba y me señalaba lo inútil que era. Se perfectamente que no era bonita y fuerte como ella, pero me dolía sus palabras como dagas que se enterraban en cada parte de mi cuerpo.
Al igual como una flor, me fui marchitando hasta quedar completamente inservible.
Hasta que cumplí los 25 años. Un espíritu oscuro llamado "Baal" salió de las profundidades y empezó a atacar el imperio de Laylah, los duques hicieron todo lo posible para defender el imperio, pero el enemigo era más fuerte.
Mi hermana menor con tan solo 23 años pudo controlar al espíritu del hielo llamado "ledús" un dragón de color blanco y ojos dorados. Ella se volvió la heroína tras derrotar a ese demonio, pero su cuerpo pago las consecuencias.
Neve empezó a perder su magia y vitalidad, la única manera de salvarla era arrebatar el "núcleo" de una persona con el mismo elemento. En esta ocasión, a pesar de no despertar mis poderes fui la única que podía ayudarla.
Estaba segura de que iba a morir, después de todo arrebatar el núcleo de una persona, era la muerte, pero al igual que en mi niñez mis gritos no fueron escuchados y me arrastraron a esta celda donde solo los ratones me acompañaban.
-Solo me queda aceptar mi destino– susurre y deje que un ratón se llevara el ultimo trozo de pan.
El rechinido de la puerta alerto mis sentidos y mire hacia la entrada. Dos personas se acercaban a mi celda con antorchas en mano, uno de ellos los supe reconocer, mi hermana menor se veía más pálida de lo normal, pero sonreía como si no estuviera enferma.