Amelia - Relatos Cortos

Conociendo al enemigo

Sentada en su cama, sentía el estómago revuelto y los escalofríos se apoderaron de su cuerpo, mientras leía los correos electrónicos. Amelia, la impertérrita y hermosa mujer, se encontraba hecha un manojo de nervios. Al principio, incrédula ante las palabras que su novio le había escrito a aquella mujer. Esa noche logró conciliar el sueño a eso de las cuatro de la madrugada, eso sí, sin antes haber tramado en su mente el plan para enfrentar la infidelidad su novio Andrés, con quien tenía una relación de algunos años.

¿Cómo pude perder tantos años de mi vida al lado de este infeliz?, se preguntó.

Años antes...

Amelia llevaba un tiempo buscando un nuevo trabajo, pero no había tenido suerte. Una mañana se subió a su auto y condujo alrededor de veinte minutos hasta llegar al centro de la ciudad, se estacionó y caminó hasta un enorme edificio. Entró, se sentó en el vestíbulo y esperó.

No era la manera tradicional de buscar trabajo, pero ella siempre había sido una mujer rupturista, segura de sí misma y decidida a lograr todo lo que se proponía. Su autoestima era tan grande que a veces las personas que la rodeaban la consideraban presumida y un poco soberbia.

Ya esperaba unos quince minutos y se impacientó, quería levantarse y marcharse, pero perseveró en seguir su cometido ese día. Al poco rato, un hombre se le acercó y le preguntó a quién esperaba, a lo que ella le responde que no espera a nadie en particular y que no se preocupe porque ella estaba bien. Aquel hombre no comprendió los dichos de ella, por lo que le sonrió y se distanció sutilmente. Desde lejos la observaba y ella lo miraba de reojo, pues le pareció atractivo, pero actuó con cautela, puesto que es desconfiada, sin embargo, luego de unos minutos, se vuelve a acercar.

— No quiero ser insistente, pero si esperas a alguien, tal vez pueda ayudarte.

—Trabajas aquí.

—Sí, le responde él.

—¡Ah! Lo hubieses dicho antes. Resulta que tuve la idea de venir a buscar trabajo a este lugar, pero creo que no funcionará.

—¿Por qué crees eso?

—Porque no conozco a nadie que trabaje aquí, así que...

—Bueno, ahora me conoces a mí.

Ella lo miró esperando que diga algo más, pero él solo la observó con una encantadora sonrisa mientras empezó a caminar.

—Ven conmigo —agregó y avanzó hacia los ascensores.

Amelia lo siguió.

—¿Me presentarás a alguien que me pueda entrevistar? —le preguntó ella cuando entraron al ascensor.

—No.

—¿Ah, no?

—Lo haré yo.

—¿Tú? Pero...

El ascensor se detuvo en el piso siete y las puertas se abrieron.

—Ven —le dijo él y le ofreció su mano.

—¡Espera!

—¿Qué ocurre?

—No me has preguntado a qué me dedico.

—¿A qué te dedicas?

—Trabajo en finanzas —le dijo ella mientras negó con la cabeza.

—De acuerdo —concluye él.

Ambos entraron a una oficina.

—Siéntate por favor.

—Amelia —dijo ella.

—Amelia —replicó él— ¿Quieres tomar algo?

—Un americano.

—Claro.

—¿Cómo te llamas?

—Fernando.

Una semana después, Amelia comenzó a trabajar en su nuevo puesto, aunque algo le preocupaba de sobremanera y eso la intranquiliza cada día. Si bien es cierto, mantuvo una muy buena relación laboral y personal con Fernando, con quien no trabajó directamente, ya que él es el director de la compañía, pero ella sentía que él le pediría algo a cambio. Y aunque ella no se sentía obligada a retribuirle el favor, se sentía incómoda al respecto.

Un día cualquiera, apareció Andrés en la vida de ella. Un técnico de soporte que contrató la compañía, quien llamó su atención de inmediato, por lo que se acercó a él y se presentó cuando se dio cuenta de que Andrés no apartaba su mirada hacia ella. Se conocieron mientras trabajaban y en lagunas salidas a comer, beber un café o simplemente caminar y charlar. No muy poco tiempo después, comenzaron a salir como pareja, sin embargo, Andrés actuaba de manera misteriosa a veces. No se veía abierto a mostrar su relación con Amelia.

Una noche, Fernando debió hacer un viaje corto a otra ciudad y le dijo a Amelia que volvería al día siguiente.

—¿Pasó algo?

—No, nada. Iré a solucionar un problema y volveré —le dice sin más.

Al día siguiente, una colega le comenta a Amelia que una mujer había estado varias veces en la recepción de la compañía preguntando por ella, justamente cuando ella no estaba allí.

—Alguien me dijo que es la novia de Sebastián —le dijo.

—Sabía que algo no andaba bien, con él —le comenta decepcionada.

Cuando Andrés vuelve, Amelia lo enfrentó y terminó la incipiente relación amorosa que había entre ambos. No obstante, infiel y mentiroso novio, le dijo que precisamente había viajado para concluir la relación con su exnovia. Entonces decide seguir con él.

Cinco años más tarde, Andrés no se había podido alejar del mal hábito de mentir.

Después de haberse desvelado, leyendo esos correos electrónicos, intenta concentrarse en su trabajo. La pena que sintió por la madrugada se transformó en rabia. Llamó a su novio Andrés y lo invitó a almorzar.

Amelia esperó el momento exacto en que su ruin novio se metió una enorme porción de pizza a la boca y le preguntó:

—¿Quién es Sara?

Andrés se atragantó.

—¿Qui... Quién?

—¡Sara, y no te atrevas a seguir mintiéndome!

—No sé de qué estás hablando —le dijo y le levantó de la silla.

—Ya lo sé todo —le dijo Amelia, mientras lo seguía escaleras abajo.

Como puedo, Andrés pagó la cuenta de la comida que apenas probaron y ambos salieron del restaurante. Él seguía negándolo todo, lo que enfureció aún más a Amelia.

Cuando habían recorrido dos cuadras discutiendo, Amelia se dio cuenta de que se había dejado llevar por sus emociones y se estaba comportando de una manera que iba en contra su esencia.

Ella abrió su bolso, sacó las copias de todos los correos que había leído durante la madrugada entre lágrimas y se las lanzó en pleno rostro a Andrés. Se dio la vuelta y se marchó y nunca volvió a mirar atrás.



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En el texto hay: desamor, romance, amor

Editado: 25.10.2024

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