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Ernesto

Toda la noche me la pase revisando las fotos de todos los taxistas, pero hay algo en sus caras en que me dan desconfianza, son cinco, no sé, hay algo en ellos que me dicen algo y uno de ellos fue el que entreviste ese hombre que se puso nervioso, y por algo se puso nervioso, no recuerdo su nombre, tengo que hallar la verdad y saber qué diablos paso esa noche y si es uno de los involucrados, si solo es uno o más.

   Los expedientes que me dio Bárbara a noche me dejaron pensando, porque no han hecho para averiguar de esos expedientes ¿o sí estarán haciéndolo? Todo está muy raro aquí. Tengo que idear un plan para que todo salga como yo quiero, y lo primordial es seguir a esos taxistas, seguir cada uno de sus pasos, aunque parezca exagerado, es que es la verdad si no, como podré ayudarlo.

   Cuando me levanto de mi cama, voy hacia el baño y me meto a bañar, entro a la regadera con agua caliente, y me quedo ahí pensando en todo lo ocurrido, lo primero que haré es conocer a la señora que ayudo a mi hermano y entrevistarla para saber cómo puedo seguir esta investigación. Me lavo mi cabello y luego todo mi cuerpo, me jabono y salgo de la regadera para ir a mi recamara a cambiarme.

Mientras me cepillo mi cabello frente al espejo ciento un escalofríos, pero debo de dejar el miedo a un lado, para poder servir y ayudar en lo que pueda. Cuando salgo de mi habitación veo que mi hermano está enojado hablando por teléfono y reclamando al banco que sus tarjetas fueron robadas y quiere que le regresen su dinero. Me pongo mis lentes y escucho…

Roberto: ¡quiero que me regresen el dinero! Si todos los bancos lo han hecho porque ustedes no, tienen que hacerlo o los demandare. Bueno pues ustedes sabrán a lo que se atienen.

Cuelga y escucho que recibe una llamada.

Roberto: si la tienda departamental, entonces los movimientos fueron en plaza oblatos… ok… gracias, entonces gracias… no puede ser todos los movimientos fueron en esa plaza.

Alcanzo a escuchar que habla solo el mismo, y me doy cuenta que tiene razón, todos los movimientos de sus tarjetas fueron en un mismo sitio y la única pista es que el hombre ese ha de vivir por ahí y no hay de otra, ese pendejo no sabe ni la que se espera.

   Bajo rápidamente al comedor donde mis papás preparan el desayuno. Cuando estamos todos en la mesa sentados, mi padre habla.

Rogelio: hijos, vamos a ir a comer con la señora Angélica, para darle las gracias por lo de Roberto.

Roberto: ¿Qué? Yo no quiero ir.

Rogelio: tenemos que ir a darle las gracias, tienes que hacerlo.

Roberto: ¿pero porque?

Mónica: tienes que hacerlo hijo.

Roberto voltea a verlos a ambos y al final su respuesta es un sí, pero me doy cuenta que tiene miedo de volver a ese lugar que tiene un recuerdo amargo. Pero si yo estuviera en su lugar pensaría lo mismo que él.

   Yo no digo ni una palabra no quiero que piensan que me meto en lo que no me importa, pero al final todos decimos que sí, y en parte mis papás tienen la razón hay que dar las gracias por lo que hicieron por Roberto. Esto me facilita las cosas para hablar con esa señora, y saber en dónde vive, y conocer aquel lugar.

   Todos nos arreglamos para irnos, mientras vamos en el coche me doy cuenta que está muy retirado de casa, cuando llegamos al lugar me da un poco de escalofrió, y es que si esta feo por aquí, para mi gusto.

   Cuando llegamos a los departamentos nos estacionamos donde podemos, nos bajamos y llegamos al departamento, tocamos el timbre, y una señora nos abre con cabello corto, morena.

Angélica: chicos aquí están, pasen, pasen.

Mónica: hola, ¿como esta?

Angélica: muy bien y ustedes.

Rogelio: bien gracias.

Angélica: tomen asiento.

Todos inmediatamente tomamos asiento y nos sentamos, miro alrededor y el departamento es un color blanco y está muy alumbrado y la vibra se siente muy bien, buena y llena de paz. Angélica nos presenta a sus hijos Roberto y Sandra y a su nuera Guillermina.

Angélica: ¿Cómo estas Roberto?

Roberto: bien gracias.