Era un día hermoso. Un domingo, lo recuerdo perfectamente, ese día tenía un semblante un poco oscuro, aunque a la vez era cálido y tierno. Llegué a la iglesia, saludé a mis amigos en la parte de atrás del templo. Procedí a entrar al salón principal. Los servidores me llevaron a un puesto alejado del aire acondicionado (cosa que no me gustó para nada, pues estaba acostumbrada al frío en la ala este de la iglesia), pero fue lo mejor, porque ahí estaba él, aunque nunca me había atrevido a hablarle (pensaba que me iba a comer).
Comenzó la Alabanza, y se fue la electricidad (No es muy común, pero ya estabamos acostumbrados), entre el calor, el movimiento y la danza, terminabamos cruzando miradas y algunos tropezones (yo de torpe).
Pasó el pastor a dar la prédica (Súmamente graciosa por cierto). Terminamos con la ministración y de repente: Sorpresa sorpresa! como es de costumbre, el pastor dijo: -Abrace al que está a su lado- y justamente estaba él junto a mi. Nos miramos un poco inseguros, pero me abrazó y me acarició un poco con cierta ternura. Me sentí bien, fue lindo...