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De repente el automóvil frenó de golpe, haciéndome salir del trance al que aquellos ojos me habían llevado. Cuando me recuperé del brusco sacudón y volví a buscarlos, ya no estaban. El lugar estaba vacío. En aquella esquina donde habían estado antes, no había nadie. Miré hacia todos lados pero no volví a encontrarlos. Y recién allí me di cuenta de que no le había prestado atención a nada más. Sólo había visto esos ojos, pero no a quién le pertenecían.

Elaine, ajena a mis pensamientos, murmuró algo por lo bajo, y entonces vi que alguien, frente a nosotros cerca de una patrulla policial, nos hacía señas con ambas manos. El hombre se acercó a la ventanilla de mi tía. Su rostro me era levemente familiar pero no recordaba su nombre. Recién cuando nos saludó, con un movimiento de cabeza y una amplia sonrisa, supe de quién se trataba.

- ¿Cómo está, Jefe Li?- lo saludé, tratando de sonar amable.

No es que aquel oficial de policía me hubiera hecho algo. Simplemente el verlo, me recordó a su hijo Jurgen, mi antiguo novio de secundaria. La primera persona a la que traté de borrar de mi mente cuando me marché de Lilloet.

La bienvenida a aquel maldito pueblo no podía haber sido peor...