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- ¡Gulfred Taylor!

- Ahora prefieren que lo llamen Gulf- dijo mi tía haciendo una mueca.

- Por supuesto…, ¡bienvenido, Gulf!

Realmente parecía contento de volver a verme. Y ahora que lo tenía frente a mí, sentí que no sólo aquel pequeño pueblo no había cambiado en absoluto sino que sus habitantes tampoco lo habían hecho: Jurgen Li Padre seguía siendo un hombre corpulento, muy alto, con su cabello corto, inalterable, y ojos pequeños, oscuros y destellantes, que parecían mirar como halcones. Quizá fueran sus más de treinta años de servicio en la fuerza lo que lo hacía mirara a todo y a todos de aquella forma. Parecía siempre estar buscando algo…un delito o un culpable…¿Acaso mi rostro delataba mi sentimiento profundo de culpa?

Mi personalidad culposa seguramente se olía a kilómetros...

Bajé la vista azorado. Y me reprendí en silencio. Al fin y al cabo yo no había hecho nada malo. ¿Por qué me sentía culpable? En ese momento dejé pasar la pregunta. Pero cada “tres de la mañana” conocía su respuesta: no había sabido hacer nada bueno con mi vida. Mi pobre madre se había endeudado para pagarme la universidad. Y yo no había logrado nada. Por supuesto que era culpable. Y muy dentro de mí, me preguntaba si yo no sería culpable también de su enfermedad y de su muerte; tan joven como era.

- ¿Cómo has estado?

Nunca ninguna pregunta ha sido hecho en un momento tan malo como aquel. Haciendo un enorme esfuerzo, miré al Jefe Li y asentí como toda respuesta. Agradecí en silencio la oportuna intervención de Elaine.

- ¿Qué sucede? ¿por qué el camino está cortado?

- Otra vez ganado mutilado. Una vaca. Es la tercera esta semana. Y ahora el agresor ni siquiera se ha tomado el trabajo de llevársela al bosque. La ha dejado en la rotando, para que todo el pueblo la viera.

Al oír eso, mi estómago se estrujó más de lo que ya estaba.

Vacas mutiladas...

Otra de las razones por las que yo odiaba aquel pueblo del Infierno...