El pub estaba lleno. Una mediocre banda local estaba tocando y prácticamente todo el colegio secundario de Lilloet estaba allí. La muchedumbre me molestaba y el humo no me dejaba respirar bien. Así que le pedí a Jurgen, mi novio por aquellos días, que me llevara a mi casa. Pero él se negó. Me dijo que me relajara y que bebiera un poco. Que lo mejor estaba por comenzar. Rechacé un vaso de cerveza que me acercó y eso lo enojó bastante. Discutimos. Amenacé con irme solo si él no me acompañaba. Sólo se rió burlonamente así que lo dejé allí, pegado a la barra, con el resto de sus amigos y me escabullí hacia la salida, chocándome con varias personas en el camino. Era una noche fresca, pese aquel día de Julio había sido caluroso. La calle estaba desierta y las luces parpadeaban. Aquella parte del pueblo nunca había estado bien iluminada. Suspiré pensando en los casi cinco kilómetros que me separaban de mi cama y sin otra alternativa comencé a caminar. Avanzaba sin prisa. Al fin y al cabo, tenía toda la noche.
Pero cuando llegué al final de la calle, justo a la entrada de una callejón oscuro, unas voces me sobresaltaron y me frené en seco.
- ¡Repite lo que has dicho!- la voz sonaba bastante ruda.
Refugiado en las sombras, miré hacia el final del callejón y gracias a unas luces débiles que provenían de una casa de planta alta justo en frente reconocí a los tres jóvenes que estaban allí erguidos, con sus puños en alto, increpando a una figura oscura que temblaba en un rincón. Sin pensarlo demasiado me acerqué, buscando reconocer al cuarto.
Uno de ellos, sintió mis pasos y se dio vuelta bruscamente.
- ¿Qué sucede, Steve?
Mi compañero – desde el Kinder- se sonrió al ver que era yo.
- No te metas, Taylor.- me dijo aún sonriendo.
Me acerqué unos pasos más, buscando ver el rostro de la figura que seguía temblando en el rincón.
- Estamos aquí con Hunter…, charlando. ¿Verdad que sí, Hunter?
Y entonces, al escuchar aquel apellido, supe quién era el que estaba allí, muerto de miedo: su pequeño cuerpo delgado, casi desnutrido, temblando de pies a cabeza; su rostro pálido y ojeroso, y su cabello dorado casi platinado, desprolijo destellaba ahora con las luces que venían de lejos.
- ¡¿Es el pequeño Mew?!- dije sin creerlo- ¡Déjalo en paz! Sólo tiene doce años. Es un niño. ¡¿Por qué no te metes con alguien de tu tamaño?!
Sólo conocía al niño Hunter de vista, pero sabía que era el blanco de las burlas y los malos tratos de casi todos los jóvenes del pueblo.
-¡Tranquilo, Taylor, no le estamos haciendo nada al pequeño “Señor Spock”. Sólo queremos divertirnos un rato con él.
Aquel comentario me enfureció y me paré justo frente a ellos, buscando proteger al jovencito, que ahora trataba de ponerse de pie. Respiraba agitadamente y se sostenía como podía de una pared de ladrillos.
- ¿Estás bien, Mew?- le pregunté.
Y al verlo de cerca, noté que su nariz sangraba y me miraba con una expresión de intenso dolor.
-¡¡¡Eres un cobarde!!!- le grité a mi compañero- ¡Le han pegado!
Traté de lanzarle una bofetada, pero con muy poco éxito. Steve me agarró con fuerza de la mano y me la dobló, por la muñeca, hacia adentro.
- No te metas. No es contigo el problema.
-¡¡¡SUÉLTALO!!!- la voz del pequeño Mew sonó de pronto, sobresaltándome y provocando la risa burlona de los demás.
- Y si no lo suelto…, ¿qué harás?
- No quiero…hacerles daño…pero si no lo sueltas…lo haré…
No sé porqué pero estuve seguro de que hablaba en serio…
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Editado: 19.09.2023