Amor a la italiana

CAPÍTULO 03

—No sé ustedes, pero yo me siento muy emocionada —expresó Cecile. Así es nuestra querida amiga repostera nos acompañaba al concurso. Era obvio que no iba a permitir que Adriano y yo viajáramos juntos. 

Tomamos un tren para llegar hasta la ciudad, Adriano se ofreció en llevarnos en auto, pero claro me negué. Así que prefirieron acompañarme en el tren. 

Aunque no era malo que Cecile nos acompañara, ya que su charlatanería me aliviaba los nervios, me sentía emocionada, pero también un poco temerosa, no éramos los únicos en este concurso, venían muchos participantes y muy buenos, solo los mejores podían estar aquí. 

No estábamos lejos de dónde se llevaría a cabo el concurso. Era una ventaja en vivir cerca de la gran ciudad de Roma. Llegamos con una hora de anticipación y aprovechamos para conocer el lugar. 

Era un hotel enorme que se ubicaba en un antiguo edificio. 

—Este sitio es maravilloso, nunca pensé que estaría aquí. —Hablé. Conocía poco de Roma, me enfocaba en mi casa y trabajo y los lugares que estaban cerca, casi que no visitaba la ciudad. 

—He crecido toda mi vida aquí y solo lo veía de paso, pero nunca había estado adentro; sin embargo, nunca pensé que fuera increíble —mencionó Adriano. 

—Bienvenidos al Hotel Florencia. —Un recepcionista apareció frente a nosotros—. ¿En qué podemos ayudarles? 

—Venimos al concurso. —exclamó Adriano.

—Necesito ver sus invitaciones. 

—¡Si, claro! —De mi mochila saqué las dos invitaciones que Guido nos entregó. 

—Solo son dos y ustedes son tres.

—Si, él y yo somos los participantes. 

—Muy bien, entonces ustedes pueden entrar la señorita, no. —señaló a Cecile. 

—Vengo a apoyar a mis amigos, no voy a estorbar para nada. 

—Lo lamento, señorita, pero solo puedan entrar los chefs invitados.

—Pero, ¿qué voy a hacer aquí sola?. 

—Puede utilizar las instalaciones del hotel, tenemos muchas actividades entretenidas para que pueda distraerse. 

—¿Cuánto cuesta la noche? 

—Mil euros. 

—¡Están locos! Es la mitad de mi sueldo, no voy a pagar ni una sola noche en este lugar. 

—Entonces, le voy a suplicar que abandone las instalaciones del hotel. 

—Pero… pero. 

—Cecile, es mejor que te vayas —intervino Adriano. Mañana ya estará abierto para el público y podrás asistir. 

—Está bien, pero pondré una queja. Mucha suerte a los dos, los estaré apoyando desde el público, estoy segura de que alguno de los dos se llevará el premio mayor. 

—Gracias Cecile —agradecí. Como dije, a veces era una sangrona, pero en ocasiones se comportaba como una amiga. 

—Muy bien, ahora si pueden acompañarme. —Seguimos al recepcionista, tomamos el ascensor. Mis manos temblaban y sudaban. 

En mi hombro llevaba una mochila en donde llevaba un poco de ropa para este par de días. 

—Tranquila, todo saldrá bien —musitó Adriano. Tomó mi mano y me sonrió. Ese mismo gesto hacía Franco, mi novio, cuando me notaba nerviosa. 

—Gracias Adriano. 

Bajamos del ascensor y llegamos a un pasillo lleno de puertas. 

—Ya que son los primeros en llegar, tienen el privilegio de escoger una de las habitaciones. La ocuparán por un par de noches, lo que dura el concurso. 

—¿En serio vamos a usar una de estas habitaciones? —pregunté asombrada. Él había dicho que pasar una noche tenía un costo de mil euros. 

—Sí, están asignadas para recibir a los mejores chefs del país y su ustedes tienen estas invitaciones es porque son considerados de esa manera. Entonces ¿cuáles escogen? 

Había tantas puertas, pero al final escogimos las dos habitaciones que se encontraban al final del pasillo. 

»Esperamos que su estancia sea agradable, a las siete se dará una cena de bienvenida para todos los invitados, así que los esperamos en el restaurante de la planta baja. 

Ingresé a la habitación. 

«¡Oh. Dios. Mío!»

La habitación parecía una de aquellas que muestran que utilizan los de realeza. Hasta tenía miedo de tocar algo y romperlo. Todo parecía tan lujoso que estaba seguro de que cada adorno en la pared o en las mesas costaba una fortuna. 

Me acerqué al balcón. Tenía una vista perfecta hacia la ciudad. Ahora entendía el porqué del costo de las habitaciones. Al lado izquierdo de mi balcón se encontraba el resto de las otras recámaras y del lado derecho el balcón de la habitación de Adriano. 

Dejé la ventana abierta y me lancé a la cama. Era tan suavecita, como si estuviera flotando en el aire entre algodones.

Tomé varias fotografías con mi móvil y se las envié a mi padre. Quería que mi padre viera lo bien que me la estaba pasando, esto también lo emocionaba. No obstante, estos días había notado que no quería que viniera al concurso, algo que era extraño ya que en un principio estaba feliz por esto. 

Recibí algunos emoticones con corazones en sus ojos y otros con serpentina. Mi padre apenas y podía utilizar la tecnología reciente, pero almeno podía enviar algunos emojis. 

Miré hacia el techo y un sentimiento de nostalgia se instaló en mi corazón. Franco estaría muy orgulloso.

Cerré mis ojos y decidí tomar una siesta, en lo que llegaba el momento de la cena.

 

(…)

 

—¡Allegra! ¡Allegra! —gritaron mi nombre desde afuera, acompañado por golpes en mi puerta. Me levanté con pesadez y me encontré con Adriano. 

Se notaba que estaba recién bañado, su loción varonil llegaba hasta mis fosas nasales. Olía tan deliciosos. 

—¿A dónde vas tan presentable? 

—Allegra ya es hora de la cena, ¿no estás lista? 

—¿Qué, tan pronto? 

—Son casi las siete. 

—Madré mía, dormí toda la tarde. —La cama era tan cómoda que mi cuerpo se arrulló en ella y no despertó—. Adelántate, busca una mesa y te alcanzaré en media hora. 

—Más vale que te apresures. —Advirtió Adriano. 



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En el texto hay: romance, drama, italiano

Editado: 13.08.2022

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