Amor Apostado

Capítulo 1: El Inicio de Todo•

Bianca

Hoy desperté con el estruendo habitual de mi despertador, pero algo en el aire me decía que este día no sería como los demás. Soy Bianca Pitters, y aunque mi rutina de siempre parecía inmutable, en mi interior se agitaba una emoción que ni yo misma sabía nombrar.
Eran las 8:30 cuando, aún con el sueño abrazándome, me apresuré a vestirme y arreglarme con la prisa que solo los días importantes pueden exigir. Mientras me miraba en el espejo, repasaba mentalmente mis objetivos del día: llegar a clases de matemática a tiempo, saludar a mi familia con una sonrisa, y sobre todo, mantener mi mundo perfectamente ordenado, como siempre.
Bajé las escaleras y encontré a mi madre en la cocina, ya con el desayuno listo. Me senté en la mesa, y con cada sorbo de mi café, sentía que el sabor amargo me despertaba poco a poco, recordándome que la vida a veces se disfruta en medio del caos de lo cotidiano. Después de terminar, recogí mi mochila y me dirigí a la oficina de mi padre, el señor Pitter, para darle un beso en la mejilla. Con ese pequeño gesto, el día comenzaba a tomar forma, aunque yo aún no sabía que lo mejor estaba por venir.
Con paso firme, salí hacia la puerta principal, lista para enfrentar el día en el instituto Buharda. Hoy, el destino quiso jugar conmigo: había perdido el autobús y tuve que caminar varias cuadras bajo un cielo que parecía compartir mi prisa. La ciudad se mostraba bulliciosa y acelerada, y en medio de esa vorágine de gente, mi ansiedad crecía. ¿Cómo podría empeorar mi primer día? Me lo preguntaba mientras avanzaba por los pasillos del instituto, tratando de localizar mi salón.
Fue entonces cuando lo vi. Caminando distraídamente, sin prestar mucha atención a su alrededor, se topó conmigo. Un chico de mirada desafiante y una sonrisa altanera, un verdadero fuckboy con la arrogancia tatuada en cada gesto.
—¡Eh, mira por dónde vas, chica! —dijo con un tono que pretendía ser juguetón, pero sonaba más como una reprimenda.
—¿Mira por dónde voy? —le respondí, sorprendida por mi propia osadía—. Fuistes tú quien se cruzó en mi camino.
Sus ojos se encendieron de una mezcla de irritación y diversión, y antes de que pudiera reaccionar, soltó una carcajada.
—Oh, por favor, ¿tú? Solo una nerd obsesionada con sus libros y teorías. No sé por qué desperdicio mi tiempo en alguien como tú.
Me sentí invadida por una chispa de orgullo, algo en mí se rebeló contra su desprecio. Aun así, decidí no profundizar en la discusión, dejando que el ambiente se cargara de una tensión inesperada.
Más tarde, al llegar a mi salón, el profesor me pidió presentarme ante la clase. Con voz temblorosa, pero decidida, conté un poco de mi historia. Escuché cómo mis compañeros se iban presentando uno tras otro, y en algún momento, supe que aquel chico engreído se llamaba Samuel. A pesar de su actitud arrogante, no pude evitar notar que había algo en él que me resultaba fascinante. ¿Quién hubiera imaginado que aquel primer encuentro, tan breve y conflictivo, sería el preludio de algo más?
La jornada avanzó y, finalmente, llegó el momento de salir de clases. Con el alma un poco cansada pero el corazón latiendo con fuerza, me dirigí a la parada del autobús, ya decidida a no repetir la odisea de caminar. Mientras esperaba, no podía dejar de pensar en Samuel, en sus palabras y en esa chispa de desafío que había despertado en mí. ¿Sería posible que, bajo esa fachada de arrogancia, se escondiera algo más genuino?
Cada paso que daba me acercaba no solo a casa, sino también a una historia que apenas comenzaba a escribirse. Mientras el viento jugaba con mi cabello y el murmullo de la ciudad se mezclaba con mis pensamientos, me di cuenta de que, a veces, los encuentros más inesperados tienen el poder de cambiarlo todo. Y así, en medio de la rutina y el caos, se abría ante mí la posibilidad de un destino completamente nuevo.




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