Bashir salió de la habitación donde había estado con la descarada americana, como alma que lleva al diablo.
Se sentía totalmente agitado y algo confundido. “Qué le había pasado”, se preguntaba a si mismo, él no era así para nada. Desde que tenía memoria, se había considerado un hombre frío, distante y una persona sumamente apegado a las leyes de su religión islámica y el besar de esa manera tan… descarada, a una mujer pecadora sin una gota de sumisión ni decencia en ese tentador cuerpo, no era una de las cualidades de un hombre apegado a sus costumbres.
Si bien era cierto, que algunos de los hombres de su movimiento eran bastante abusivos con las mujeres, y hasta había presenciado unos que otros intentos de hasta querer forzar algunas de ellas sexualmente, por su puesto que él los había evitado, porque estaba en total desacuerdo con ese comportamiento.
Había muchas conductas en los talibanes, que en realidad no les gustaban ni comprendía, pues les habían inculcado todos las costumbres de los afganos y le habían hecho aprenderse casi todos los libros sagrados al vapor, en los 4 años que tenía en su país, una vez lo hubieran recuperado de los Estados Unidos.
No recordaba nada de su pasado, anterior al tiempo que llevaba trabajando en una granja por la frontera con México, en la cual llevaba un año trabajando ya. En ese año había hecho amistad con los dueños los cuáles lo trataban como a un hijo.
Fue muy doloroso abandonar a esa pareja de viejitos, los cuales ya no tenían mucha fuerza para manejar la granja de pollos que tenían y contaban totalmente con él, pero cuando un imponente árabe se presentó en el lugar, acompañado de unos rudos hombres y le contaron sobre cómo una noche entraron a su casa en Afganistán y mataron a su madre y se llevaron a su pequeño hijo, al cual lo habían sacado del país y lo habían llevada hasta los Estados Unidos para darlo en adopción, y luego le había dejado caer de golpe que él era su padre biológico, pues la verdad es que Bashir se había sentido aliviado por encontrar sus raíces al fin.
Ya él tenía la idea de que podría tener ascendencia árabe por sus rasgos físicos, así como también porque hablaba pastún con fluidez, idioma hablado en algunos lugares de Afganistán, como le había informado un árabe que trabajaba en la granja también cuando él le contestó algo que éste había dicho en ese idioma para probarlo, pues siempre le decía que eran del mismo lugar, así que no dudó mucho de la palabra del hombre recién llegado.
Además se parecían bastante en algunos rasgos de su rostro y en estatura, sólo que éste tenía ojos marrones y Bashir los tenía grises, a lo que su padre le dijo que los había sacado iguales a los de su madre.
Luego de una prueba de ADN, no quedó duda y él se fue con su recién descubierto padre, en un avión privado que salió desde una pista clandestina, hacia su antiguo y a la vez nuevo hogar.
Cuando le preguntó a su padre sobre todo el misterio del viaje, su padre le contestó que él pertenecía al grupo llamado talibán, que no era en absoluto lo que Bashir tenía entendido sobre estos, sino que eran un movimiento cuyo nombre significaba “estudiantes”, los cuales había liberado a Afganistán de la invasión soviética, hacia ya mucho tiempo, y que luego los “gringos”, acusándolos falsamente de apoyar algunos grupos terrosidas como Al Qaeda, habían invadido su país, matando a muchos de ellos y obligando a otros a esconderse en distintos países y lugares.
Bashir sabía que de una historia habían varias versiones y la verdad era que quería creerle a su padre. Este le había asegurado que estaban a punto de recuperar su país nuevamente y lo que más quería en el mundo, era tener a su único hijo, apoyándolo.
Le enseñó las leyes y la religión del islam y Bashir, por primera vez en mucho tiempo, se sintió parte de algo; se sintió en casa; así que no lo iba a defraudar por más que las asquerosas costumbres americanas que no recordaba, lo bloquearan a la hora de hacer cumplir las leyes de su país.
Bashir tomó los pasaportes que Hammed le estaba tendiendo y comprobó su validez, luego se los devolvió y le dijo que se quedara con las mujeres hasta que la fueran a buscar para evacuarlas y que no quería saber nada más del tema.
La verdad era que no quería volver a tener la tentación de esos ojos con el color de los rayos del sol, quemándole las entrañas y haciéndolo flaquear de todo lo que ya tenía decidido, asi que una vez dadas todas las órdenes, salió de la casa donde había pasado el momento más apasionado que su nublada mente, recordara.
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Hammed tomó los pasaportes que Bashir le estaba devolviendo y los estudió por un segundo, luego volvió a mirar a su jefe. Algo andaba mal.
Si bien era cierto que Bashir era el hijo de uno de los líderes de la rebelión talibán, los cuales ahora estaban de vuelta en el poder, pero no estaba en sus facultades mentales totalmente, pues no recordaba nada de su pasado en America, por suerte para ellos, pensaba Hammed, pero tampoco recordaba sus costumbres islámicas, así que de vez en cuando, Hammed creía denotar algo de debilidad en Bashir, cuando había que aplicar algún castigo.
Para Hammed esas mujeres ya deberían de estar muertas, pero había notado que la chica blanca había perturbado a Bashir, de una forma en que nunca lo había visto.
A su jefe le gustaba esa ramera americana, afirmó Hammed en sus pensamientos, pero no había tenido la fuerza para tomarla, así que él pensaba que esa mujer, podría significar más dudas, en la ya de por sí, perturbada cabeza de su jefe. Él no lo iba a permitir.
Además estaba el tema de la otra mujer, la que era afgana y que decía ser americana; “sí claro!”, se mofó Hammed para sí, no creyendo nada de lo dicho por Farah.
Tomando una decisión, y antes de que Fadir alcanzara a salir detrás de su jefe, lo llamó.