Bashir caminaba hacia su alcoba con pasos enérgicos. Ya eran pasadas las once de la noche y se sentía algo cansado, más mental que físicamente.
Había tenido otra de sus tantas discusiones con su padre “el gran líder Malik Habib-Allah”, como él lo llamaba para si, casi de forma despectiva, pues su padre a veces creía ser un dios y además en ocaciones actuaba con tanta crueldad, que a Bashir le generaban arcadas, de sólo escucharlo hablar.
Al llegar a la puerta de su habitación, abrió la puerta y entró en la amplia estancia, decorada con finas alfombras persas y ornamentos de gran valor económico e histórico. Ese lugar había sido uno de los palacios de un funcionario del antiguo gobierno, con el cual su padre se había quedado, al subir al poder.
La estancia estaba a oscuras y sin encender la luz, Bashir comenzó a quitarse la chilaba blanca que cubría su cuerpo, quedándose sólo con el turbante blanco y a cuadros rojos, que envolvía su cabeza y un pantalón árabe el cual servia de calzoncillo, de color blanco.
Tropezó con lo que parecía ser un jarrón, de seguro carísimo y soltó un improperio en inglés, maldiciendo luego en pastún, por hablar inconscientemente en ese idioma. Fue hacía una mesa que quedaba en una esquina y encendió la lámpara que estaba encima.
Se quedó petrificado, al escuchar lo que parecía ser un quejido ahogado o el maulló de un gato, la verdad no podía identificarlo.
Miró hacia la cama que era del lugar que provenía el sonido y se quedó de piedra al ver una figura vestida de finas sedas blancas, de la cabeza a los pies. Parecía ser una figura femenina pero tenía un velo que sólo le dejaba una ranura para los ojos así que él no pudo distinguir quien podría ser. La chica estaba amarrada al dosel que enmarcada la cama.
Bashir soltó una maldición, pues imaginó que era una de las imposiciones de su padre, el cual siempre trataba de obligarlo a tener una concubina; y no era que Bashir no le gustaran las mujeres, claro que no, “todo lo contrario” pensó recordando las blancas y bien torneadas piernas de cierta mujer americana… “basta!“, Se dijo enfadado por esos indeseados pensamientos.
Volvió a enfocar su atención en la cama y preguntó:
-Quien eres tú?- la figura sólo soltaba gemidos y se retorcía, ya que estaba amarrada al dosel de fina madera de la cama, así que sólo podía mover el cuerpo y las piernas, de forma frenética.
Bashir soltó un suspiro y caminó hacia la cama para soltar a la pobre mujer y pensar que hacer con ella, pues si la despreciaba, de seguro todos pensarían que la había repudiado y sabrá Ala, que harían con ella.
Al acercarse hasta los pies de la cama, se quedó de piedra al vislumbrar entre la ranura del velo, unos inconfundibles ojos color miel que lo fulminaban con la vista.
-no puede ser- Se dijo Bashir incrédulo, colocando una rodilla en el colchón, para arrancarle el velo de un tirón.
-ummmm!- se quejó Jamileh, al sentir que él le halaba el pelo con el brusco gesto.
Bashir se apresuró a quitarle la mordaza, que descubrió, le tapaba la boca debajo del velo. La verdad era que su padre era un bárbaro.
-qué haces aquí, mujer?!-
-suéltame grandísimo bruto!-
Los dos gritaron al mismo tiempo en inglés y se quedaron mirándose como dos personas en un duelo.
Bashir estaba realmente molesto, así que fue el primero en volver a tomar la palabra.
-cómo llegaste hasta aquí, mujer? La verdad que tú no tienes límites…-
Jamileh lo miró echando fuego por los ojos y le gritó:
-estás queriendo decir que yo decidí amarrarme y amordazarme en tu cama? Realmente eres increíble, barbaro!-
Bashir se quedó observándola atentamente con recelo.
La verdad era, que creía que ella convenció a alguno de sus hombres para meterse a su cama. Si descubría que así había sido, hablaría con ellos muy severamente…
-puedes soltarme o estas disfrutando del espectáculo?- Bashir sacudió la cabeza exasperado y fue a ambos lados de la cama para desatarla. Ella se sentó como un resorte y se masajeó las muñecas adoloridas.
-Ahora quiero irme a la embajada americana. Me dejarás ir, verdad? O de verdad piensas tomarme como una rehén?- El la miró estupefacto y le contestó:
-Alá no quiera algo así, mujer! - suspiró para calmarse y se deshizo del turbante, con un brusco gesto. Jamileh se quedó como en trance mirando su pelo.
Tenía una ondulada melena color negro azabache, que no alcanzaba a llegarle a los hombros. Sus cabellos negros tenía un intenso brillo y eran increíblemente sedosos.
La chica casi sintió deseos de meter sus dedos en esa abundante cabellera masculina… pero sólo casi, si no estuviera secuestrada y tan molesta, claro.
Bashir se mesó el pelo para pensar y Jamileh lo miró exasperada.
Entonces el también la miró y le dijo.
-Mujer, debes decirme cómo llegaste hasta aquí y porqué estás en mi cama, si mis instrucciones fueron muy claras.-
La chica le respondió de inmediato:
-pues parece que tú palabra no es ley aquí - Bashir la miró molesto, pero sólo continuó observándola como esperando su aclaración a la pregunta anterior.
Jamileh suspiró y le explicó lo que había pasado, obviando lo que Hammed pudo haber descubierto sobres los padres de su amiga, pues no quería meter la pata y decir algo que no debía.
- Bueno, luego de que nos atraparon cuando casi había llegando a nuestra embajada, me trajeron a este lugar y me llevaron a una habitación en donde unas mujeres, me hicieron bañar y vestirme con estos trapos.- Los trapos en realidad eran vestido y velos de fina seda, pero la chica se negaba a ver nada positivo en esa situación.
-…luego, unos brutos me trajeron a esta habitación y luego me amordazaron y me amarraron a la cama- Jamileh en ese momento recordó que no tenía idea de donde estaba su amiga Farah, pues a ella no la habían llevado a la misma habitación que ella y cuando despertó de la inconsciencia que le generaron con el trapo húmedo que le pusieron en la cara, su amiga no estaba junto a ella.