Tenía apenas ocho años cuando todo sucedió, era un día lluvioso, el cielo se encontraba nublado; y justo ahí era mi cumpleaños.
Me encontraba desayunando en el comedor, era tan solo cereal con leche, muy típico, en los días de escuela.
Sin embargo, aparecen mis padres de una manera sorpresiva, esa aparición nunca me la esperé.
- ¡FELIZ CUMPLEAÑOS, ANNIE! - Gritaron los dos, muy emocionados.
-Gracias, los quiero mucho- Les respondí, mientras les daba un cálido abrazo.
Luego aparece mi hermana muy apurada, apenas se había despertado, su nombre era Evelyn.
-Buenos días, ¿Qué hora es?... por cierto ¡Feliz cumpleaños hermanita! – Dice ella, mientras me daba un abrazo.
-Son las… ¡6:45 de la mañana! ¡Ya tienen que irse! - Exclama mi madre, ella siempre se preocupa con que no lleguemos tarde a la institución.
No pude haber estado tan feliz ese día, quería festejar todo el día con mi familia, pero hoy me tocaba estudiar, una mala suerte.
Terminamos de desayunar; mi papá encendió el auto, lo más rápido que pudo y nos fuimos.
Mi familia era muy unida y amorosa, podría decir, que tenía la mejor familia del mundo, siempre hacíamos todo juntos, nunca separados, bueno siempre y cuando ellos tenían tiempo, pues ellos también pasaban muy ocupados en su trabajo del día a día.
Estuve tan concentrada en mis pensamientos, que no me había dado cuenta, que ya estaba en la escuela.
Cuando llegamos, no quería entrar ahí, no porque me disgustaban las clases, yo amaba aprender cosas nuevas, era por una razón totalmente diferente, era una sin amigos, todos se burlaban de mí, y me maltrataban, vivía sin compresión por parte de mis compañeros.
Entré lo mas tranquila posible a mi respectivo salón, llegué hasta mi asiento, pero este no era el mismo de antes, se encontraba lleno de manchones y rayones por parte de mis compañeros, siempre hacían eso, estos decían: “Annie es una completa tonta” “Nunca serás bienvenida” “Ridícula” y otras cosas que no quisiera ni nombrar, cada de esas frases me llenaba de lágrimas llenas de dolor con tan solo leerlas.
No dije nada como siempre; me senté, esperando a que llegue mi maestra.
Ni pasaron cinco minutos y el resto del salón ya se encontraba molestándome, lanzando bolas de papel, esto ya no era nada nuevo para mí, estoy acostumbrada a recibir eso todos los días, aunque no sé la razón por la que ellos me hacen eso, yo no les he hecho nada malo.
Después de unas cuantas pelotas de papel que me lanzaran, aparece mi maestra, ella era muy buena con todos, nos trataba con igualdad.
Entonces se me acercó y acarició suavemente mi cabeza.
-Feliz cumpleaños Annie, espero que cumplas muchos más- Me dijo dulcemente.
Mientras ella estaba a mi lado, mis compañeros me miraban mal, todos se encontraba enojados y llenos de ira, parecía que quisieran acabar conmigo, me encontraba muy asustada con tan solo ver sus miradas, no obstante, las caricias de mi maestra, me hacían perder aquel miedo.
Pasaron algunos segundos y la profesora, regresó a su escritorio.
-Bueno niños, es hora de aprender ¿Quién esta emocionado? – Pregunta ella con mucha alegría.
- ¡YO! - Contesto muy entusiasmada.
- ¡Cállate tonta! - Replica uno de mis compañeros.
Desde aquel corto momento, me quedé callada, trataba de contener mis lágrimas, no quería que me vieran llorar, porque si lo hacía, ellos se burlarían otra vez, más que antes, estuve así hasta que empiece el recreo.
Unas horas después llegó el receso, no era mi parte favorita de estar aquí, sé que muchos lo aman, pero yo no, ¿Con quien jugaría? ¿Con quien conversaría? Si no hay nadie que esté a mi lado.
En cambio esa tal “libertad” que llaman algunos, la consideraba una prisión, eso era lo peor, ya que, los profesores se encontraban reunidos en la dirección, solo quedaban estudiantes en el patio escolar, ese era el momento en que la mitad de la institución me molestaban, y siempre terminaba en el suelo, con unos cuantos moretones, sé que es el momento de avisarle a los maestros, pero ellos siempre pasaban el día muy ocupados, incluso quiero decirle sobre esto a mis padres, ellos han hecho todo lo posible para que me dejen en paz, pero nadie le ha hecho caso, ¡Nadie! ¿Será que toda mi vida pasarán estas cosas? Siempre pensaba en eso.
Por eso, cada día que pasaba, me volvía una persona que no hablaba mucho con las personas, ya ni siquiera me quedaban palabras, porque tenía miedo de todo lo que se encontraba a mi alrededor.
Terminó el recreo y fui al salón a recibir mis respectivas clases.
Las horas y minutos pasaron; ya era la hora de irse a casa, esperé a que mis padres me recogieran, pero nunca llegaron, entonces aparece mi maestra y me dice:
-Tus padres me llamaron, dicen que tienen mucho trabajo, así que será mejor que vayas sola-
Genial, esto ya no podía volverse peor, por suerte algunas veces he caminado sola, me sé de memoria el camino hacia mi casa.