Aroma del Amor

En un rincón de la gran ciudad mientras las gotas de lluvia caían, se encontraba el café poco reconocido “Aroma del amor”. El suave tintineo de la campanilla en la puerta anunciaba la llegada de un nuevo cliente, el aroma a café inundaba el lugar y abrazaba a cualquiera que quisiera entrar. Alonzo, el dueño del lugar, estaba ocupado tras el mostrador secando tazas con un pequeño paño. Levanto la vista para encontrarse con unos ojos marrones que parecían cansados de llorar.

—Bienvenida a “aroma del amor” — Saludó Alonzo con una sonrisa que parecía reconfortante—. ¿Qué puedo ofrecerte hoy?

La chica respiro antes de responder para intentar calmarse, su voz temblorosa.

—Solo un café Moka, por favor.

Alonzo asintió suavemente y preparo con destreza el café que la chica había ordenado, mientras terminaba de prepararlo la observo con curiosidad, en su mirada perdida noto que quizás no había sido su mejor día.

El café humeaba frente a la chica, decidió acomodarse en una de las mesas cerca de la ventana y que daba a la calle, observando los destellos naranjas que pintaban el cielo. Mientras el chico seguía trabajando, no pudo evitar ver a la chica quien tomaba su café mientras se apoyaba en unos de sus brazos mientras observaba el atardecer, perdida en sus propios pensamientos.

Finalmente, su curiosidad y en parte su empatía lo llevaron a acercarse a la mesa.

—Espero que encuentres reconfortante el café. ¿Necesitas algo más? —preguntó con gentileza.

Esta pregunta saco a Emily de sus pensamientos. Lo miro con ojos de confusión.

—Ah, no, no necesito nada— Dijo simulando una sonrisa. Alonzo asintió, dando la vuelta para irse y ella lo detuvo con una pregunta —¿Este lugar siempre es tan acogedor?

Él se encogió de hombros, y luego sonrió.

—Intentamos que “aroma a amor” no se tan solo un nombre, ¿sabes? Muchos de nuestros clientes suelen encontrar refugio aquí — La chica asintió, agradecida, y ambos compartieron un silencio cómodo. Sin embargo, algo en la mirada de Alonzo le decía que esa chica había llegado ahí por algo más que un café

—Todo es mejor cuando sonríes, si alguna vez lo necesitas estaré aquí— Finalizo dándose la vuelta sin darle tiempo a la chica de responder, intentando no arrepentirse de lo acababa de decir. Pasando unos minutos, Alonzo dirigió a mirada hacia donde esperaba que estuviese sentada la chica, pero no había rastro de ella, solo una taza vacía y el dinero que cubría el valor del café. Miro hacia todos lados a ver si la chica se encontraba en algún lado, pero no había nada, ella se había ido.

Bajo el resplandor tenue de las luces del café, Alonzo continuó su rutina, pero su mente divagaba entre las tazas y los clientes. El eco de sus palabras resonaba en su interior, cuestionándose si había sido acertado ofrecer consuelo a una desconocida. Mientras tanto, Emily caminaba por las mojadas calles de la gran ciudad, sintiendo el peso de su soledad. La imagen de Alonzo, con su sonrisa reconfortante, se colaba en sus pensamientos, creando una grieta en su determinación de no volver a amar.

En el café, las horas pasaban y Alonzo esperaba el cierre con impaciencia. La lluvia persistente afuera reflejaba su propia tormenta interna. Cerró la caja registradora, apagó las luces y cerró la puerta del "Aroma del Amor". Mientras caminaba por las desiertas calles, la imagen de Emily persistía en su mente, provocándole un nudo en el estómago.

El trayecto hacia casa se convirtió en una introspección solitaria para ambos. Emily, sumida en sus propios pensamientos, cuestionaba su decisión de alejarse, mientras Alonzo se reprochaba a sí mismo por su torpeza. La ciudad, envuelta en el susurro de la lluvia, era testigo de dos almas que, aunque separadas físicamente, se entrelazaban en el hilo invisible de un encuentro fugaz.

En la oscuridad de su apartamento, Emily se dejó llevar por la incertidumbre. Mientras tanto, Alonzo, recostado en su cama, buscaba respuestas en las sombras de su habitación. Ambos compartían un sentimiento común de oportunidad perdida.