Amor con Sabor a Café

Curiosidad del Destino

Emily, al despertar de lo que pareció un sueño eterno, libró una breve batalla contra las sábanas que se aferraban a su cuerpo cansado. Aunque el peso del día se cernía sobre ella, el reconfortante recuerdo de la noche del viernes la instó a levantarse y enfrentar el nuevo día. Los viernes eran su refugio en medio del caos semanal, una velada dedicada a risas, confidencias y la complicidad eterna de Analia, su amiga de toda la vida.

Los rayos del sol se reflejaban en los edificios de la ciudad mientras Emily avanzaba por las transitadas calles hacia su trabajo. Aunque el bullicio urbano la envolvía, su mente resonaba con los planes para la noche: un bar de mala muerte, un par de cócteles y la promesa de momentos inolvidables con Analia.

No obstante, algo en el aire sugería cambios esa tarde. Un presentimiento sutil, apenas perceptible, flotaba a su alrededor, tejiendo un halo de anticipación en torno a su encuentro con Analia. Quizás la noche guardaría revelaciones o simplemente era una ilusión provocada por el cansancio acumulado.

A pesar de que el día transcurrió sin grandes sobresaltos, la sombra de la noche se acercaba rápidamente. Emily se preparó meticulosamente, eligiendo su atuendo con cuidado y perfumándose con la fragancia que Analia tanto apreciaba.

Al caer la noche, Emily se reunió con Analia en el bar acordado, pero algo era diferente. Una energía inusual vibraba en el aire, una sensación de cambio que las envolvía mientras se sumergían en conversaciones y risas.

Fue entonces cuando, en medio de la algarabía del bar, Emily notó la presencia de un extraño que parecía observarlas desde la penumbra. Su mirada penetrante desafiaba las sombras, despertando la curiosidad de Emily y sembrando semillas de intriga en su mente.

El misterioso personaje se acercaba con cuidado a su mesa, y conforme se aproximaba, Emily percibió un rostro y un aura familiares. Analia la observó con cierta duda, aún sin comprender la situación. Cuando el extraño llegó a la mesa, Emily finalmente lo reconoció: era aquel chico de la cafetería. Ella se quedó atónita, sin esperar encontrárselo nuevamente, y mucho menos en esta situación. Alonzo, por fin, decidió hablar.

—Hola, soy Alonzo, el chico del café. ¿Me recuerdas? —Analia lanzó una mirada cómplice a Emily y se excusó para ir al baño, dejando espacio para Alonzo—. Ese día te fuiste sin siquiera decirme tu nombre y me quedé con la curiosidad.

Una pequeña risa escapó de los labios de Emily ante esa declaración.

—Emily, me llamo Emily. Alonzo es un lindo nombre, te queda bien —respondió con una sonrisa, aceptando la invitación de Alonzo a bailar.

La noche avanzaba, y con ella, los destinos se entrelazaban en un baile de incertidumbre y expectativas. Emily se encontraba en un punto de inflexión, entre la seguridad de lo conocido y la tentación de lo desconocido.

Al casi finalizar la noche Analia ya se había ido, Alonzo invito a Emily a su departamento, pero ella se negó.

El despertar de Emily fue lento y tranquilo. Los primeros rayos del sol se filtraban por las cortinas, iluminando la habitación que, de alguna manera, no le resultaba completamente ajena. La realidad golpeó su conciencia cuando se dio cuenta de que no estaba sola. Alonzo, el chico del café, dormía plácidamente a su lado.

La sorpresa inicial fue seguida por una mezcla de emociones. Emily se preguntó cómo había llegado a este punto, recordando la noche anterior y el cúmulo de decisiones que la habían llevado a compartir la misma cama con Alonzo. La habitación, aunque desconocida, emanaba una calidez acogedora que contrastaba con la frialdad de la ciudad que se extendía más allá de la ventana.

Observó a Alonzo por un momento, perdida en sus propios pensamientos. La tranquilidad en su rostro dormido dejaba entrever la genuinidad que había percibido en él desde el primer encuentro en la cafetería. Sin embargo, la incertidumbre del futuro y las posibles consecuencias de esa noche la invadían.

Emily se levantó con cuidado, tratando de no despertar a Alonzo. Sin embargo su intento fallo cuando escucho su voz somnolienta.

—¿Que haces, linda?Quedate un rato más, por favor— Tiro de ella hacia él para rodearla con sus brazos en un cálido abrazo, Emily no entendia nada aún, "linda" ¿le habia dicho "linda"?. Sin darse cuenta en la calidez de sus brazos se habia vuelto a dormir. Cuando se despertó de nuevo se vistió decidida a irse.

La cocina de Alonzo irradiaba el aroma acogedor del café recién hecho. Emily observó a Alonzo preparando el desayuno, sumido en la tarea con una expresión de concentración. La luz de la mañana realzaba la textura de su cabello y la suavidad de sus rasgos, creando una imagen que Emily no podía ignorar.

Alonzo levantó la mirada al notar la presencia de Emily y le dedicó una sonrisa amable.

—Buenos días, Emily. Espero que hayas descansado bien. ¿Quieres un poco de café?

Emily asintió, agradecida por la oferta. Mientras saboreaban el café, el silencio llenaba la habitación con una extraña calma. Las palabras de la noche anterior resonaban en sus mentes, y ambos parecían inmersos en sus propios pensamientos.

—Sobre anoche... —comenzó Emily, sintiendo la necesidad de abordar la situación.

Alonzo la interrumpió con suavidad. —No tienes que explicar nada. Fue una noche inesperada, pero no me arrepiento.

La sinceridad en sus palabras tranquilizó a Emily. Se dio cuenta de que, aunque su encuentro había sido impulsivo, también había sido auténtico. No se habían conocido solo físicamente; algo más se había forjado en esas horas compartidas.

A medida que el desayuno progresaba, la conversación se volvió más ligera, como si ambos estuvieran decididos a disfrutar del presente sin preocuparse demasiado por el futuro. Emily compartió risas y anécdotas con Alonzo, descubriendo facetas de él que no había tenido la oportunidad de conocer en la cafetería.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.