Íbamos de regreso a mi casa. Habíamos pasado un sábado agradable, pero había algo que quería decirle. Nunca se lo había dicho a nadie en mi vida y quería decírselo a él por primera vez. Quería ser yo y no cerrarme a las cosas.
Quería mostrarme tal cual, que supiera la persona que soy y que me aceptara. Aún tenía dudas porque en mi experiencia, siempre mostrándome como un ser humano, había gente que se aprovechaba de eso y vilmente me abandonaba o traicionaba; así había sido mi vida con temas amorosos. Ya estaba cansada, que estaba a punto de cerrarme hasta que lo conocí a él y todo lo que había planeado se fue abajo y decidí darme una última oportunidad. Muy en el fondo quería que él fuera el último pasara lo que pasara…
Sentía que el camino avanzaba muy rápido; demasiado rápido para lo que yo me estaba tardando en pensar y decirle lo que sentía. En ese momento me di cuenta del significado del tiempo, solo observando las líneas blancas del camino y mi lenta resolución comparado a eso.
El fue paciente y me espero (aunque dando un poco de carrilla, como siempre). No sabía como decir dos simples palabras, aunque cargadas de significado. Empecé a hablar. Era más fácil cuando no lo tenía frente a mí. Si bien, no era algo muy valiente, servía para empezar, hasta que finalmente le dije que estaba enamorada de él. Era inevitable, mi corazón y mente ya lo habían decidido y yo lo sentí tan espontáneamente, que no me di cuenta cuándo me enamoré de él.
Al cabo de un momento llegamos y nos apeamos del carro. Era una noche fresca y no sabía si estaba temblando por el frío o por la respuesta que esperaba por parte de él. ¿Habrá sido muy rápido para decirlo? Pensaba que había arruinado la noche con aquel comentario, sin embargo, se lo quería decir.
De repente me abrazó y cubrió todo mi ser con sus brazos, diciéndome que también estaba enamorado de mí, con el mismo tono que usó cuando le pedí un abrazo. Yo estaba nerviosa puesto que no sabía sí realmente lo sentía o sólo lo dijo por compromiso. Empecé a temblar más, viéndome más vulnerable de lo que ya me sentía.
Nos dirigimos a la puerta de mi casa, pues el momento de despedirnos había llegado; al inclinarse sobre mi para besarme, alcancé a escuchar salir de su boca que me amaba, en una voz apenas audible, pero delicada. Yo me quedé sin habla en ese momento, esas palabras fueron inesperadas y no supe qué contestarle de vuelta.
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Editado: 23.10.2024