Amelia
Amelia, después de ser entregada al nuevo dueño, fue llevada a su nave espacial. Una vez en una habitación, se debatió en una lucha interna sobre qué hacer en esta situación desconcertante.
Los minutos pasaron como horas, y la incertidumbre la envolvía mientras evaluaba las posibles opciones para escapar de su captor.
Finalmente, la puerta de la habitación se abrió, revelando al comprador de Amelia, un monstruo alienígena que la miraba con prepotencia. Sus ojos, fríos y evaluadores, recorrían el cuerpo de Amelia como si estuviera examinando un mercancía recién adquirida. El monstruo se alejó de la puerta, que se cerró tras él, dejándolos encerrados solos en la habitación.
Amelia retrocedió hasta que su espalda chocó contra la pared, consciente de la intimidante presencia del monstruo. Este se acercó con paso tranquilo, quedando a pocos centímetros de ella. Extendió su mano con garras, jugando con un mechón de cabello que se liberó del intrincado peinado que llevaba, pero su acción descendió hasta posarse sobre el busto de Amelia. El miedo aumentó en ella, quien reaccionó instintivamente golpeando la mano de su captor, provocando la furia en sus ojos.
Con un gruñido, el monstruo rompió la parte superior del vestido de Amelia, dejando expuesto su torso. La rabia superó el miedo, y con todas sus fuerzas, Amelia intentó apartarlo, pero la fuerza y tamaño del captor eran abrumadores, impidiéndole escapar de sus garras.
Cansado de los forcejeos de Amelia, la derribó al suelo colocando su inhumano cuerpo sobre el de ella, con una mano agarró las muñecas de Amelia llevándolas sobre la coronilla de esta para así poder inmovilizar su cuerpo. La mano libre serpenteaba con el cuerpo de Amelia hasta abrirse paso sin permiso entre las piernas de ella. Lágrimas de coraje resbalan por las mejillas de Amelia, sabiendo que su cuerpo sería ultrajado de la peor forma posible.
Esperaba que la invasión continuará, pero un repentino golpe desestabilizó la nave, enviando a su captor fuera del cuerpo de Amelia. la esperanza volvió a surgir en ella, creyendo que cualquier cosa era mejor que la situación anterior.
Sin embargo, esa esperanza se desvaneció cuando la puerta se abrió de golpe, revelando a una nueva bestia envuelta en humo. Lo más aterrador eran los ojos de esta criatura, brillando con luz propia de un color azul eléctrico, algo que nunca había visto hasta ahora. La mente de Amelia, abrumada, se dejó llevar, y un grito de guerra resonó, anunciando que esta nueva figura traería consigo nuevos desafíos a su ya convulsa vida.
Drystan
La proximidad de la nave Resmor desató la inquietud en el puente de mando. Arkyrian, mi segundo al mando, señaló la presencia en el radar.
“Muestra”, ordené, ansioso por observar la amenaza.
“Una nave Resmor, mi capitán”, informó con desprecio, anticipando problemas.
Intentamos el contacto con la nave, pero no hubo respuesta. No era una buena señal, especialmente considerando la reputación de los Resmor como saqueadores de reinos en busca de esclavos.
“Prepara un grupo de guerreros, Arkyrian”, decidí. Era hora de enfrentar a estos esclavizadores.
El hangar se llenó con veinte guerreros, listos para confrontar la amenaza. Mis órdenes resonaron, detallando un plan de infiltración, apoderándose del centro de mando y asegurando a los Resmor que pudiéramos capturar.
Abordamos pequeñas naves y nos posicionamos detrás de ellos en minutos. Xaun, mi explorador, abrió un agujero en el casco de la nave enemiga.
“Todo listo, capitán”, informó Xaun, uno de mis guerreros más confiable.
Nos infiltramos silenciosamente, avanzando con cautela por la nave. Los pasillos de la nave enemiga eran un laberinto de sombras y susurros amenazantes. Drystan, con una determinación férrea, avanzaba con paso firme, guiando a sus guerreros en la oscuridad intergaláctica. A su izquierda, Arkyrian, con su presencia imponente, y a su derecha, Xaun, un guerrero ágil y astuto, se mantenían alerta, pistolas en mano, listos para cualquier emboscada.
Detrás de ellos, los demás guerreros se dispersaron en distintos corredores, explorando los confines de la nave. La anticipación pesaba en el aire, alimentada por la certeza de que cada rincón podía ocultar un peligro inminente. El avance era lento pero seguro, conscientes de que la clave del éxito yacía en el elemento sorpresa.
Con una señal de su mano, Drystan indicó que era momento de separarse. Arkyrian, con su grupo de guerreros, tomaría un camino, mientras que Xaun se aventuraría por otro también con sus guerreros. Drystan continuó avanzando con los guerreros restantes, cada uno con la mirada afilada y la pistola lista para responder a cualquier amenaza.
La intriga se apoderaba de ellos mientras exploraban los entresijos de la nave enemiga. El silencio era roto solo por el suave zumbido de los sistemas y el crujir de las estructuras. Drystan y sus guerreros avanzaban por un pasillo aparentemente desierto. A su paso, una habitación que se asemejaba a una zona de descanso apareció a su lado. Sin embargo, decidieron ignorarla, concentrados en su misión de explorar la nave en busca de cualquier amenaza.
El silencio se rompió cuando un grito desgarrador atravesó el corredor. En un instante, los guerreros se colocaron en posición de defensa, preparados para enfrentarse a cualquier amenaza. Drystan, líder indiscutible, afinó su oído y determinó que el grito provenía del camarote que habían pasado anteriormente.
“¿Qué está sucediendo ahí dentro?”, se preguntó Drystan. Sin dudarlo, se acercaron a la puerta, listos para enfrentarse a lo que sea que estuviera al otro lado. Intentaron abrirla, pero la puerta no cedió.
Drystan, sin perder tiempo, llamó al técnico Tyr a través del auricular en su oído izquierdo. “Tyr, trae tu trasero a la zona norte de la nave.”
“Sí, señor”, respondió Tyr, y en pocos minutos llegó con su equipo de alta tecnología. Los guerreros y él se apartaron para darle espacio mientras trabajan en el seguro de la puerta.