Capítulo LVIII

-¡No sé, respóndemelo tú! - Dice Bend besando a Denise desprevenidamente. Éste trata de soltarse y forcejea un poco, pero se dejó llevar un momento y cerró sus ojos. En su mente se hacían presentes los recuerdos de la primera vez que estuvo con Bend en esa habitación y en cómo disfrutaron juntos. Bend nota que Denise tiene una erección y se ríe. Denise se avergüenza y le da un fuerte golpe en la cara.

- ¡Oye, relájate! Sabes qué, si deseas irte las puertas están abiertas, no te detendré. Sólo te diré que realmente me gustas y deseo que te quedes esta noche- dice Bend mirando directamente a los ojos de Denise, quien se da cuenta que una lágrima rueda por la mejilla del hombre al cual acababa de golpear.

-¿Dime cómo puedo confiar en ti después de lo que nos hiciste? No puedo entenderlo- Pregunta Denise con lágrimas en sus ojos.

-¡Lo lamento tanto! Yo sólo quería ser inmortal y ustedes trataron de detenerme sin saber mis motivos-. Responde Bend.

- ¿Y cuáles son esos motivos por los que convertiste a Fernando en vampiro y me usaste para robar mi magia? – Pregunta Denise acercándose lentamente a Bend.

-Mi aquelarre me exilió por no tener magia propia. Siempre fui diferente, desde que nací. Mi madre casi muere tratando de darme a luz. Yo absorbía toda su magia dejándola tan débil. Amuletos y objetos encantados eran mi fuente de poder para así encajar entre los demás. Mi mamá no le dijo a nadie de mi condición hasta que cumplí 15 años. Me enamoré de mi mejor amigo y ese amor fue correspondido. Al darnos nuestro primer beso por accidente absorbí su magia asustándolo tanto que salió corriendo y gritando. Le preguntaron qué le pasaba y les contó que yo le hice daño. Fueron hasta mi casa y le dijeron a mi mamá que me entregue. Aunque ella les suplicó que me perdonen y den otra oportunidad, mi aquelarre pensó que yo era una aberración de la naturaleza y una vergüenza para ellos al no tener magia propia. – cuenta Bend entre lágrimas.