Amor Dulce y Salvaje

SIN TI...

-Buenas tardes señor Quezada- dijo Alma acercándose al hombre con paso firme. El hombre se puso inmediatamente de pie, sus ojos como alcones la observaban fijamente. -Buenas tardes señorita Guerrero- dijo, quitándose el sombrero. -sientese por favor-dijo. -Veo que le ofrecieron algo de tomar-, -Así es señora, he sido muy bien atendido, muchas gracias-. -Me alegro- dijo Alma. -Cuenteme, que lo trae por acá- dijo la mujer tomando asiento detrás de su escritorio. Samuel observaba a esa hermosa amazona, desde que la conoció le pareció que era además de ser una mujer bella e inteligente, eastuta y muy decidida; el tipo de mujer que siempre le había atraído. Sabía que Alma Guerrero podía ser una excelente aleada, y, quien sabe, una hermosa compañera de vida; sin embargo ella no mostró ningún interés en ninguna de las veces que habían coincido.

-Vengo a proponerle un negocio interesante señorita Guerrero- dijo el hombre directamente. Alma colocó ambas manos sobre el escritorio y se acercó a Samuel, quien ya se encontraba frente a ella. -Soy toda oidos- dijo. 

La reunión se extendió por aproximadamente 2 horas, hasta que finalmente Samuel se despidió; Fermín lo acompañó hasta su automovil. Juanita corrió rápidamente hasta la oficina de Alma, ella se encontraba aún en la puerta; de donde había despedido a Samuel. -¿Todo bien mi niña?- dijo. -Ella asintió. -Estaba preocupada, ese hombre es muy extraño- dijo la mujer, hablando más para sí que para Alma.  -Todo bien- dijo Alma con una triste sonrisa en los labios. 

-Vamos -dijo Alma, tengo que ir a ver a mis pequeños, deben estar esperándome. -Juanita asintió -Florecita tenía un buen rato de estar preguntando por Alma. La niña últimamente se encontraba muy agitada, insistía en que le explicaran a detalle las cosas que tocaba; a Alma se le partía el corazón; deseaba tanto que su pequeña Flor pudiera ver y no necesitara de su ayuda para admirar las cosas a su alrededor. 

Alma sentía una enorme opresión en el pecho, Joseph no se había comunicado y no contestaba las llamadas teléfonicas, ya se había aventurado a comunicarse con él; pero había sido inútil contactarlo. Alma sentía que algo malo sucedía, sabía que él no dejaría de contactarla por plena voluntad. Lagrimas empezaron a salir de sus ojos. Florecita percibió su tristeza y en silencio la abrazó. Ambas extrañaban la voz y el abrazo de aquel hombre que había llegado de repente  para cambiar el giro total de sus vidas.




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