AXEL.
Esta mañana estoy fresco, apenas son las doce de la mañana, pero ya es hora de almorzar. El viaje a Madrid ha sido largo, y aunque he dormido, el cansancio todavía se siente en mis huesos. Me siento en una mesa junto a la ventana, dejando que la luz del sol me despierte mientras examino el menú. Pido algo ligero, una ensalada y un café, nada demasiado pesado para el día que tengo por delante. Franc baja al rato, con su energía de siempre, seguido de Albert y Camila.
—¿Preparado para hoy? —me pregunta Franc mientras se sienta frente a mí. En un par de horas tenemos que dar la charla.
—Lo estoy, pero necesito este café primero —respondo con una sonrisa, y él se ríe.
—Sabía que dirías eso. Por cierto, ya revisé todo el material para la convención.
—Perfecto —respondo, mientras Albert y Camila se unen a la mesa.
Mientras almorzamos, la conversación gira en torno a la convención médica: los temas que vamos a tratar, las horas que estaremos en las conferencias, y las expectativas de lo que vendrá después. Es una charla profesional, casi automática, mientras nuestras mentes se preparan para el día.
Sin embargo, mientras hablo, mi atención se desvía.
En las pantallas del restaurante, que hasta hace poco estaban mostrando noticias mundanas, ahora aparece algo que no esperaba. La voz del presentador llena el aire, anunciando una noticia que hace que mi mundo se tambalee.
—La glamorosa y bella Isabella Cavalli ha vuelto a las pasarelas después de casi cuatro años de su retirada. Su aparición ha conmocionado el mundo de la moda, más bella que nunca…
Levanto la vista hacia la pantalla, y mi corazón se detiene.
Allí está ella, Isabella, más hermosa que nunca, desfilando con una gracia que solo ella posee. Lleva un corto vestido blanco que le sienta de infarto.
Es como si el tiempo no hubiera pasado.
El vaso que sostengo se me resbala de la mano y cae al suelo con un estrépito que me saca de mi ensimismamiento.
—No me jodas… ¿Esa es Isabella? —dice Franc, incrédulo, mientras me observa, y luego vuelve a mirar la pantalla. Axel…
Siento como si el aire se volviera más denso, difícil de respirar. No puedo apartar la vista de la pantalla, mi corazón late con fuerza, casi dolorosamente, mientras veo cómo Isabella sonríe a las cámaras. Esa sonrisa…
Está tan increíblemente bella como la recuerdo, su rostro refleja una fuerza y sencillez que siempre me dejó sin aliento. No he dejado de pensar en ella en estos cuatro años, ni un solo día ha pasado sin que su recuerdo me atormente. Y ahora, verla allí, viva y radiante, es a la vez una bendición y una maldición.
Mi mente se llena de mil preguntas.
¿Cómo ha sido su vida estos años? ¿Dónde ha estado? ¿Está feliz?
Y lo más importante, ¿ha pensado en mí alguna vez, al igual que yo, que no he dejado de pensar en ella?
Mientras me hundo en mis pensamientos, Camila, que ha estado visiblemente molesta desde que Isabella apareció en la pantalla, suelta un comentario mordaz, que me saca de mi trance.
—Bueno, si ha aparecido ahora, después de cuatro años, por algo será, ¿no? Algo querrá —dice con un tono que no puedo interpretar de otra manera que como pura malicia. --Parece que le ha ido mejor que a ti.
La miro, y mis ojos se clavan en los suyos, fríos y afilados.
—Camila, te agradecería que si no tienes nada bueno que decir, cerraras la boca —le digo, sin elevar la voz, pero con una mordacidad que no puedo ni quiero ocultar. Ella se tensa, sorprendida por mi respuesta, y desvía la mirada, pero no me importa. No quiero escuchar sus estupideces. Tal vez tenga razón, pero no lo quiero escuchar,
Toda mi atención vuelve a la pantalla, a Isabella. Apenas escucho lo que dice el presentador, no me importa. Mis sentidos están en ella. Solo puedo pensar en una cosa: necesito localizarla. No puedo dejar que se me escape otra vez. Necesito hablarle, decirle que la sigo amando, no importa que ella no me ame a mí.
Franc y Albert continúan comiendo en silencio, respetando el espacio que necesito, Camila molesta se levanta y se marcha del salón, lo lamento por ella, pero yo no puedo concentrarme en nada más.
Me quedo ahí, pasmado, con la imagen de Isabella plasmada en mi mente, mientras mi corazón late con fuerza y mi cabeza empieza a trabajar, pensando en cómo encontrarla.
Sé que tengo que dar esa conferencia esta mañana, igual que sé que estoy aquí por trabajo, pero ahora nada de eso parece tan importante como verla, como hablar con ella, como averiguar qué ha sido de su vida y decirle lo que he sentido durante todos estos años.
Debo encontrarla, debo intentarlo al menos. Ya no puedo seguir viviendo con este vacío, no después de haberla visto de nuevo. Está tan cerca, pero a la vez tan lejos…
Editado: 11.12.2024